Gobierno situado: habitar
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4 junio, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
La sexta Exposición Internacional que tuvo lugar en París fue en 1925, y estuvo dedicada a las artes decorativas. Entre los muchos pabellones de variados estilos —a veces todos mezclados en uno solo— sobresalieron dos: el de la Unión Soviética, diseñado por Konstantín Mélnikov, y el de L’Esprit Nouveau, diseñado por Le Corbusier y su primo, Pierre Jeanneret. En ese pabellón, además de muebles diseñados por los arquitectos, había obras de pintores cubistas como Fernand Léger, Amédée Ozenfant, Juan Gris y Pablo Picasso.
Doce años después, en 1937, París rompía el récord de la ciudad que había celebrado más exposiciones universales con una dedicada a las “Artes y técnicas aplicadas a la vida moderna”. Le Corbusier y Jeanneret volverían a participar, en esa ocasión con el Pavillon des Temps Nouveaux: 1,600 metros cuadrados delimitados por una estructura metálica cubierta, en muros y techo, por tela. Tan sólo el techo, compuesto de varios tramos de tela cosidos, cubría 1200 metros cuadrados. La Unión Soviética cambió la vanguardia de Mélnikov por el pesado neoclásico de Borís Iofán, favorito de Stalin, que le hacía cara al pabellón alemán, que también tenía 54 metros de altura neoclásica, diseñados por el arquitecto de Hitler, Albert Speer, y coronados por un águila parada sobre una svástica. Esos dos pabellones no sólo eran una advertencia de lo que vendría políticamente sino de la resistencia a desaparecer del viejo estilo. Ambos pabellones fueron premiados. Más cerca del nuevo espíritu para los nuevos tiempos de Le Corbusier y Jeanneret, el pabellón español fue diseñado por Josep Lluis Sert.
España estaba en plena Guerra Civil y el pabellón representaba a la República. El filósofo José Gaos fue el comisario del pabellón, que organizó junto con José Bergamín, agregado cultural de la embajada española, Josep Renau y Max Aub. Gaos invitó al escultor Julio González a participar en la exposición y también acudieron Luis Buñuel, Joan Miró, Alexander Calder y Picasso.
W. J. H. B. Sandberg cuenta que Picasso fue invitado en enero de 1937 a crear una gran cuadro para una pared cerca de la entrada del pabellón y que durante meses tuvo dudas sobre el tema para la pintura. El 26 de abril a las 3:30 de la tarde, un avión alemán y tres aviones italianos, en apoyo a las fuerzas de Franco, despegaron de Soria e iniciaron el bombardeo de la ciudad vasca de Guernica, un ataque directo a la población civil. A las 6:00 de la tarde se repitió el ataque, con mayor intensidad. Picasso tenía ya el tema para su cuadro.
El 1 de mayo Picasso empezó a hacer algunos bocetos. Dibujó varios estudios de caballos. El 8 de mayo, mientras seguía dibujando bocetos, se estaba preparando la tela, de casi 8 metros de largo y 3.5 de alto. El 11 de mayo la tela estuvo lista y Picasso comenzó a trabajar directamente en ella sin dejar, al mismo tiempo, de hacer estudios de detalles. Sandberg dice que “el 20 de mayo el caballo levanta su cabeza. El cuerpo del soldado que se extiende en el suelo de izquierda a derecha cambia de posición el 4 de junio, entonces la cabeza y la mano toman su forma definitiva”. Convencionalmente se dice que el cuadro terminó de pintarse el 4 de junio, aunque Picasso siguió trabajando en él algunos días más. “En el último momento, agrega Sandberg, el artista hace un ajuste decisivo: el drama tenía lugar en la calle con casas ardiendo en el fondo. Ahora, de pronto, las diagonales se acentúan y por tanto el espacio se vuelve ambiguo, irreal, interior y exterior al mismo tiempo. La lámpara aparece colgando sobre la cabeza del caballo, mirando la terrible escena como un ojo abierto por completo. La construcción se refuerza, el mural se integra con más claridad a la arquitectura de Sert. En la mano del soldado moribundo, junto a la espada rota, Picasso pone una pequeña flor de esperanza.”
Sert cuenta que, durante la construcción del Pabellón de la República Española, casi diario, cada noche, se encontraban en el Café de Flore Picasso y él y a veces se les unían Miró, Braque, Giacometti, Aub, Triztan Tzara y Paul Éluard, entre otros. Hablaban de todo, pero en especial de la Guerra Civil española. “Picasso hablaba poco de su obra para el pabellón [agrega], tan poco que nosotros —el embajador de España, el comisario general José Gaos y el arquitecto Luis Lacasa, con quien compartía el encargo de las obras— estábamos realmente inquietos y con dudas de si el mural llegaría a ser realidad en algún momento.” A finales de mayo Picasso los invitó a su taller a ver los avances en la obra.
“Finalmente, continúa Sert, cuando se acercaba la fecha para la inauguración del pabellón, una tarde nos dijo en el café: ‘será mejor que se lleven el mural, pues de otro modo no lo acabaré nunca, ¡trabajaría en él durante años!’” A mediados de junio llevaron el cuadro al pabellón. Picasso mismo se encargó de supervisar la instalación. El 12 de julio se mostró por primera vez al público —más de mes y medio después de que se había inaugurado la Exposición Universal—.
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