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Columnas

Gentri-ficción

Gentri-ficción

15 julio, 2025
por Ernesto Betancourt

Pensamos en las ciudades como pensamos en nosotros mismos, como entes estables que se repiten en el tiempo, cuando en ambos casos la repetición es algo insustancial, una creación del pensamiento que es en su mayor parte ficticia.”

JOHNGRAY; El silencio de los animales.

Cafés de mezclas y aromas exóticos, bistros de especialidades veganas, mixologia de autor, biciestaciones casi en cada esquina, panaderías de rigurosa masa madre, boutiques de ropa grunge, yoga y ashrsm´s alternativos, tattoos y piercings personalizados, restaurantes michelinizados, pet frendly e inclusión total, el paraíso del snob (antes de ser woke), la puesta en escena urbana mejor conocida como gentrificación: población que llegó para quedarse, comodificación progre, su problema: admisión restringida.

¿Colonización? La Roma y la Condesa, como todas las colonias -el termino mexicano empleado para barrio, en el nombre llevan el pecado, nunca fueron pueblos originarios, sino originalmente urbanizaciones especulativas sobre suelo agrícola. Su delimitación y lotificación constituyeron los primeros ensanches de una ciudad que comenzaba a deslucirse para albergar a nuevos o viejos residentes, abrumados por la congestión de la ciudad llamada luego histórica. se convirtieron en consumidores de suelo urbanizado.

Los primeros usufructuarios de: Roma, Condesa, San Rafael; Juaréz, Cuauhtémoc y todo ese cinturón alrededor de la vieja Tenochtitlán desecada, llegaron un poco antes, o un poco después de la Revolución, y salieron huyendo tras una o dos generaciones de clasemedianismo variopinto, expulsados por el desarrollo estabilizador de los 60´s y los vaivenes telúricos del 85, fueron sustituidos por oficinas ramplonas, antros de desnudistas, y arrendatarios dispuestos a tolerar la ruina física y social en la que se convirtieron, a cambio de rentas modestas, antes de que llegaran otros, los más jovenes de otra generación en los 90´s, herederos de aquellos, iniciaron el éxodo inverso, regresaron al downtown huyendo de los suburbios unifamiliares y aburguesados los que se fueron a vivir sus padres, jovenes con el poder adquisitivo suficiente para competir  por la utilidad del suelo e instalar los primeros lofts, estudios de diseño, arte y los primeros bistros, luego llegaron los desarrolladores refugiados del gentrigerminador: Bando 2, que ayudó a encarecer más ese suelo intra-muros y congelar la oferta de vivienda asequible fuera de las delegaciones mejor servidas.

Muchos outsiders vivieron y pecaron en la Roma-Condesa, conviviendo con ese ir y venir de propietarios, arrendatarios, oriundos y forasteros en distintos momentos de su historia, el más famoso sea quizás: William Burroughs que junto con sus amigos beat compraba sus alcaloides consuetudinarios, sentado plácidamente en alguna mesa del restaurante familiar Ku-Ku por los años 50´s, en los altos de Coahuila e Insurgentes, el mismo que sintiéndose Guillermo Tell, balaceó a su mujer en un apartamento de la calle Monterrey en el corazón de la Roma, no de su mujer a la que un fallido tiro dirigido a un vaso de whiskey sobre su cabeza le partió el craneo. También anduvo por ahí Tina Modotti a quien se le acusó de ser espía de Stalin, Roberto Bolaño recorriendo las calles con sus amigos poetas: real-viceralistas, José Emilio Pacheco narrando sus batallas infantiles en el desierto de las calles de la Roma, Enrique Krauze embelesado con la geometría críptica de Spinoza, y por supuesto Alfonso Cuarón que nos regaló el más bello homenaje hecho a la colonia.

La Condesa y la Roma se han convertido en un parque temático de si mismas y como en todos: la entrada se cobra, con un costo según a que tipo de consumo se quiera acceder en Gentryburg: desde cubetazos de chelas acompañado de corridos tumbados y reggaeton en la calle Tamaulipas para los de menores exigencias y presupuesto, hasta los recintos para sibaritas en busca de estrellas Michelin en la calle Colima, bares con onda” en la calle con el nombre del mandatario monomando: Álvaro Obregón, y donde vivió el precoz gentrificador y poeta zacatecano: Lopez Velarde, bueno, la zona es tan inclusiva que hasta Simi-farmacias hay, sin botargas por supuesto, su escala y figura no se integra a la estética Art Decó de sus fachadas, ni al contexto porfiriano.

La gentrificación es plural, new rich´s, nómadas, wokes anti-colonialistas, hipsters cincuentones, artistas buenos y malos, políticos progre, escritores en paro y activos, vagos, joggers, hare-krishnas, todos caben, mientras se pague la cuota correspondiente por pertenecer a la tierra prometida, la gentrificación atrae a cada vez más convidados, amenazada de muerte por éxito.

La gentrificación es producto más del deseo que del dinero, hay barrios más caros y exclusivos para vivir en la Ciudad de México, pero ninguno con el glamour que le da esa curioso sincretismo de atmósfera de anticuario con el minimalismo az-tech de las arquitecturas contemporáneas, versión tropicalizada del SoHO o del Village.

Quien vive o frecuenta la Roma-Condesa, lo hace con un orgullo cosmopolita, por un afán de pertenecer y colocarse del lado correcto de la urbe, ser parte de la gentrificación es saberse distinguido, inclusivo y refinado, significa distanciarse de una vez de la clase media anclada a la hipoteca, al shopping mall y a las franquicias.

Los que fueron a protestar no parecen en realidad estar contra la gentrificación, están contra su exclusión, les incomoda no ser incluidos como colectivo, a sueldo o no, en ese ambiente de posmodernidad soft, aunque en lo individual por su atuendo, su lenguaje o sus hábitos se mimetizan fácilmente, es la liquidez la que no da para consumar esa mimesis deseada a cabalidad, por eso andan queriendo congelar rentas y descolonizar colonias.

Eso tiene el capitalismo, es cool, seduce, todos quieren entrar, pero no todos pueden pagar, en el momento en que ya todos entran pierde su glamour, se changarriza” así pasó con, la en su tiempo muy apetecible y gentrificada: Zona Rosa, icono de la contracultura de los 60s , primera gentryland chilanga, colonizada por beats y hippies sesentayocheros, sede de los primeros cineclubs, galerías de arte alternativo, y bares legendarios, hoy nadie quiere vivir ahí, y menos salir de copas, ese trozo de la Colonia Juárez se mantiene a la espera de su segunda gentrificación, fenómeno similar a lo sucedido en la Costera de Acapulco o la 5a. Avenida de Playa del Carmen.

Los que fueron a protestar no parecen en realidad estar contra la gentrificación, están contra su exclusión, les incomoda no ser incluidos como colectivo, a sueldo o no, en ese ambiente de posmodernidad soft, aunque en lo individual por su atuendo, su lenguaje o sus hábitos se mimetizan fácilmente, es la liquidez la que no da para consumar esa mimesis deseada a cabalidad, por eso andan queriendo congelar rentas y descolonizar colonias.

Eso tiene el capitalismo, es cool, seduce, todos quieren entrar, pero no todos pueden pagar, en el momento en que ya todos entran pierde su glamour, se changarriza” así pasó con, la en su tiempo muy apetecible y gentrificada: Zona Rosa, icono de la contracultura de los 60s , primera gentryland chilanga, colonizada por beats y hippies sesentayocheros, sede de los primeros cineclubs, galerías de arte alternativo, y bares legendarios, hoy nadie quiere vivir ahí, y menos salir de copas, ese trozo de la Colonia Juárez se mantiene a la espera de su segunda gentrificación, fenómeno similar a lo sucedido en la Costera de Acapulco o la 5a. Avenida de Playa del Carmen.

Como toda ciudad, en lo micro o en lo macro, genera sus propias periferias, barrios similares pero más baratos: las colonias: Escandon, San Rafael, Doctores, Tabacalera, a minutos caminando del paraíso, ofrecen muchos de los servicios y las amenidades de las gentrificaciones plus, con un poco menos renombre, pero por la mitad de la renta.

El termino: gentrificación causa horror, no solo desde abajo, sino desde arriba también, pues han sido los vecinócratas de la Benito Juárez, Miguel Hidalgo y anexas los que se horrorizan de solo pensar en ponerle más pisos o mancillar sus sacrosantos y míseros usos del suelo: H-3-20-B (Habitacional con 3 niveles 20 por ciento área libre y densidad baja), no vaya a ser que se des-gentrifique lo ya gentrificado, siempre de la mano con las autoridades a las que sus clientelas electorales mantienen secuestradas.

Pero hay que decir que en los territorios gentrificados, también se usa mejor el agua, hay menos jardines privados que regar con agua potable y más jardines públicos enverdecidos con agua tratada, el manejo de la basura es más mesurado y ordenado -se separa escrupulosamente, la convivencia en la multiplicidad de todo genero es mayor, y el respeto a la diferencia es cotidiano, mucho más notorio que en otras partes de la ciudad, a eso se le llama civilización, y la civilización se construye con muchos, con propios y extraños, conocidos y foráneos, con amigos y enemigos, no con nativismos localistas que promueven la división, la violencia, el sectarismo de cualquier signo y la mediocridad populista, la gentrificación es otra forma de llamar al perverso “zoning”, a los segregacionismos metropolitanos, tan perjudiciales como obsoletos, la gentrificación genera externalidades positivas y negativas, la inclusión es buena, la exclusión no, ojalá muchas más zonas de la ciudad gozaran de la vitalidad y calidad de sus espacios públicos y privados, ello tiene un costo, no es pauperizando la oferta, sino aumentándola y elevando el ingreso como se puede lograr.

No hay que ponerse demasiado serio ni solemnes con esto de la gentrificación, si lo hacemos corremos el grave riesgo de que en poco tiempo se pauperice, como sucedió con la Zona Rosa..

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