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Columnas

Futurama(s)

Futurama(s)

17 octubre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

El 18 de octubre de 1964 cerro la Feria Mundial de Nueva York y reabrió en abril de 1965 para cerrar definitivamente el 17 de octubre de ese mismo año. Veinticinco años antes, entre 1939 y 1940, en el mismo sitio, Flushig Meadows, se había presentado otra Feria Mundial. En aquella ocasión una de las atracciones principales había sido Futurama, la presentación de la ciudad del futuro, patrocinada por General Motors y, evidentemente, pensada para facilitar la circulación ininterrumpida de automóviles. Futurama fue propuesta por Norman Bel Geddes, diseñador industrial y de decorados teatrales y cinematográficos. Geddes acompañó la propuesta mostrada en la Feria Mundial del 39 con un libro titulado Magic Motorways. Ahí decía que el sistema de vialidades visualizado en Futurama, aunque había sido previsto para veinte años adelante —1960—, perfectamente podría ser construido en el plazo de una generación. Geddes escribió:

El automóvil ha hecho ya muchas cosas buenas por la gente. Ha llevado al hombre más allá de los pequeños confines del mundo en el que solía habitar. Las comunidades distantes se han acercado. A lo largo de la historia escrita, el hombre ha realizado repetidos esfuerzos para llegar más lejos y comunicarse con otros de manera fácil y rápida, y estos esfuerzos han sido recompensados en el siglo XX. La libertad creciente de movimiento hace posible una vida magnífica, completa y rica, para la gente de nuestro tiempo. El flujo libre del movimiento de personas y bienes a lo largo de la nación es un requerimiento de la vida y la prosperidad modernas.

Geddes no sólo planteaba construir más y lo que imaginaba serían mejores carreteras, sino que proponía que los coches fueran guiados de manera automática en calles con carriles separados; algo así como si las calles fueran vías y los autos, vagones individuales de un tren de longitud variable y potencialmente infinita. El problema de las intersecciones entre dos o más vías lo eliminaba de raíz acabando con todos los cruceros y proponía pasos a desnivel, hacia arriba o hacia abajo, cada vez que una calle se encontraba con otra perpendicular. El tema de los peatones no se trata prácticamente pues asumía que todos se movían en su propio auto: resolver la movilidad de éste era resolver la del ciudadano, siempre provisto de un automóvil. El objetivo declarado era la circulación ininterrumpida, el flujo continuo de personas y bienes.

En la Feria Mundial de 1964, General Motors presentó una segunda versión de Futurama. A diferencia de la primera, que planteaba una ciudad posible veinte años después, la segunda versión imaginaba el futuro en el año 2024. Si las propuestas de Geddes aunque, según él mismo declaró, posibles, resultaban improbables, las de la segunda versión parecían aun más aventuradas y utópicas, casi de película de ciencia ficción, centradas en distintos tipos de transporte para diferentes condiciones, incluyendo algunos subacuáticos y otros diseñados para paisajes aparentemente extraterrestres, aunque también se presentaba la maqueta de una ciudad donde enormes y anchas avenidas, algunas a nivel y otras subterráneas, conectaban edificios altos y de arriesgadas estructuras. En lo que era el suelo, había aun menos rastros de lo que podríamos llamar espacio público que en la primera versión. Algunas plazas y explanadas se abrían a los pies de los altos edificios, siempre atravesadas por autopistas elevadas y, probablemente también por otras subterráneas. No hay manera de imaginar la posibilidad de que alguien caminara de uno de esos edificios a otro, ni siquiera que tuviera el deseo o la necesidad de hacerlo. Más que una visión urbana se trataba, en ambos casos, de una promesa de infraestructura vial a la que se conectaban construcciones espectaculares y que recorrían pequeños vehículos autosuficientes. La versión pragmática de una plug-in city utilizada por moving citizens.

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La segunda versión de Futurama fue diseñada por los ingenieros de Disney, pero la organización general de la Feria Mundial estuvo a cargo de Robert Moses. Al tiempo que Norman Bel Geddes escribía que “la libertad de movimiento, la apertura de lo que está congestionado, descartar lo obsoleto, todo lleva a una cosa: el intercambio —intercambio de personas, lugares, modos de vida y por tanto modos de pensar—,” e imaginaba una ciudad por venir, Mosses empezaba ya a realizar sus propuestas radicales para la ciudad de Nueva York. Una transformación que finalmente sería criticada por, al igual que las dos versiones de Futurama, haberse centrado en el automóvil como la pieza central de la ciudad.

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