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¡Felices fiestas!
22 mayo, 2018
por Arquine
Regularmente, cuando uno visita una exposición tiene en su imaginario una idea de lo qué verá y espera que ésta se reafirme con lo que el artista propone. Si bien puede ser no muy clara o precisa, el recorrido propuesto y la museografía son herramientas que apoyan a su esclarecimiento.
Sin embargo, las 58 obras de Franz Erhard Walther —que se presentan por primera vez en México y Latinoamérica en el Museo JUMEX y Estancia FEMSA de manera paralela— no cumplen del todo este principio. Al contrario, sus piezas buscan establecer un diálogo con el espectador a partir de su propia interpretación de la obra y las experiencias que éstas le generen al activar de manera individual o en conjunto las piezas.
Considerado como un artista de la Ruptura, radical y con una creatividad fuera de los estándares establecidos para realizar obra plástica o performance de su época (1958), Walther busca por medio de un lenguaje propio, la escala y el espacio, una experimentación dónde el rol del espectador es sumamente importante.
La materialidad de sus piezas, sin duda, es un parteaguas en la manera de establecer este principio, pues si bien su obra se compone de fotografías, planos y cajas con hojas de papel; son sus objetos creados en tela los que marcan un paradigma en el uso de este material como recurso para establecer un criterio conceptual de su obra.
Ejemplo de ello es el Das Neue Alphabet que reinterpreta las letras del abecedario por medio de hule espuma y fundas de tela que al momento que se fragmentan pierden su contexto natural. Y es entonces cuando el espectador toma un papel fundamental con las piezas y las complementa al colocarse sobre, debajo o entre ellas y a partir de de su lenguaje corporal y gestual, los objetos se pueden expandir dentro del espacio expositivo y ser activadas físicamente.
Por otro lado, al dejarlos estáticos en su sitio, la imaginación cobra un papel importante sobre ellos ya que funciona como recurso activador de las piezas y las explora de manera más conceptual, permitiendo configurar el espacio de forma etérea.
El reto sucede cuando estas piezas intervienen un espacio que per se es emblemático y sus líneas compositivas dialogan de manera intrínseca con la naturaleza y el espacio donde fueron concebidas para que lejos de verse como un elemento decorativo, se vuelvan proporcionalmente una extensión de lo establecido.
En ese sentido, Determinaciones de proporción, presentada por estancia FEMSA en la Casa Luis Barragán, es la otra exposición individual del artista alemán en México. Aquí, la arquitectura del mexicano permite que el hilo conductor entre su obra y la de Walther sea la proporción que se maneja al colocar las piezas frente o a un costado de algún elemento arquitectónico, que al ser activado por el espectador, proporciona una escala adecuada entre los dos, y le da al asistente el valor de ser en sí mismo la pieza de arte: un instrumento de proceso y un objeto para ser utilizado.
La instalación consta de obras creadas desde la década de los 60 hasta la actualidad, incluyendo algunas piezas de su icónica serie First Work Set (1963-1969) y varios dibujos tempranos instalados en el Estudio de la casa, así como un nuevo dibujo site- specific creado por Walther especialmente para esta exposición. Cabe recalcar, que estas distintas obras –que permanecerán en la Casa hasta el 30 de septiembre– parten de las reflexiones y experimentaciones que surgieron en los años 60 en Europa: un cambio de paradigma en torno a la concepción y materialidad del arte.
Mientras se recorre la casa, encontraremos piezas de arte que, más que instalarse, se mimetizan, al establecer un diálogo donde las proporciones del cuerpo se comunican con la escala del espacio. Así como la obra de Barragán es un ritual espacial que se comunica con la naturaleza, las piezas de Franz son un ritual artístico en contacto con el espectador. Es decir, se completan una a la otra, transformando la Casa Luis Barragán en una experiencia más compleja donde tanto la maravilla arquitectónica como el discurso de Franz se recontextualizan.
Finalmente, ambas muestras se resumen en una obra de ‘acción’ en la que los materiales utilizados son el tiempo, el cuerpo, el lenguaje y la memoria. Piezas que no sólo son una obra material, sino también una pieza interactiva. Un arte que ‘sucede’ para preguntarnos en dónde queda el arte cuando se complementa con el espectador.