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¡Felices fiestas!
23 agosto, 2017
por Marc Chalamanch
Texto publicado originalmente en veredes.es y retomado con autorización del sitio y del autor
Nuevos viejos media, nuevas viejas teorías.
El 8 de noviembre de 2016 Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América contra todo pronóstico, haciendo triunfar una nueva manera de hacer política que marca la entrada a una nueva era de interrelación entre países a nivel mundial. Pocos meses antes parecía —según todos los sondeos— que Hillary Clinton tenía las elecciones ganadas, gracias a disponer del soporte de una gran parte del poder político, económico, cultural y periodístico, incluidos los periódicos tradicionalmente republicanos. Pero en las últimas semanas Donald Trump y su “autoconstrucción” de una imagen de líder antiélites, y a partir de un discurso xenófobo, en contra de la inmigración y con ataques frontales a la prensa tradicional, consiguieron una mayor presencia en los medios de comunicación hasta el punto de convertirse en decisiva para su elección. Creó un discurso político y lo emitió a través de instituciones políticas, el cual fue difundido en los medios de comunicación a través de declaraciones controvertidas que eran recibidas como aceptables por la sociedad donde y para las que eran emitidas. La estrategia de Trump iba dirigida a dominar la producción y la difusión de la verdad al estilo de los cinco puntos que explicaba Michel Foucault1:
“en sociedades como las nuestras la «economía política» de la verdad está caracterizada por cinco rasgos históricamente importantes: la «verdad» está centrada en la forma del discurso científico y en las instituciones que lo producen; está sometida a una constante incitación económica y política (necesidad de verdad tanto para la producción económica como para el poder político); es objeto bajo formas diversas de una inmensa difusión y consumo (circula en aparatos de educación o de información cuya extensión es relativamente amplia en el cuerpo social pese a ciertas limitaciones estrictas); es producida y transmitida bajo el control no exclusivo pero si dominante de algunos grandes aparatos políticos o económicos (universidad, ejército, escritura, medios de comunicación); en fin, es el núcleo de la cuestión de todo un debate político y de todo un enfrentamiento social (luchas «ideológicas»)”.
Del conjunto de estas estrategias salió un nuevo concepto, la posverdad, que no se puede desligar de la crisis de credibilidad de los medios de comunicación tradicionales y de dicho “objetivos”, junto con la fuerza de les redes sociales con las que consiguió llegar al electorado y dar el vuelco a sus intenciones de voto. Como afirmaba Foucault, el poder se tiene que analizar de una manera circular y en cadena, y sin poderse centralizar en manos de unos pocos, sin capacidad del poder de apropiárselo. El poder funciona y se ejerce en red, donde los individuos no sólo lo pueden sufrir si no también lo pueden ejercer.
Como antecedente teníamos la sorpresa que había supuesto el Brexit en el Reino Unido, del golpe al proceso de paz con las FARC en Colombia y de la visión que Black Mirror nos había dado del mundo. Entonces nos llega el triunfo de Donald Trump que supone la oclusión de la palabra “Post truth” como definición del tiempo actual en el que vivimos. Michel Foucault decía que el discurso no refleja la realidad, sino que la construye, para lo cual intentaba entender los contextos y la genealogía del discurso. En este sentido no buscaba mostrar la verdad o falsedad de las proposiciones, sino los “regímenes de verificación” referidos al contexto y a las estructuras que permiten que un discurso se acabe convirtiendo en verdad.
El neologismo “posverdad” o verdad emotiva, “Post truth“, permite describir una forma actual de crear y modelar la opinión pública donde los hechos objetivos tienen menos capacidad de influencia que la apelación a las emociones y a las creencias personales. Es decir, que lo que nos hace sentir lo que pasa es más importante que lo que realmente está pasando.
En política el debate se enmarca en las apelaciones a las emociones desconectadas de los hechos. Tampoco es un hecho excepcional ya que el 80% de las campañas políticas recurren a un sentimiento, y sobre todo, al miedo. Pero nos encontramos en que la posverdad puede que no cambie el fondo pero si la forma. Se sobrepasa el hecho de falsificar la verdad al entender que la apariencia de verdad es más importante que la propia verdad, es decir, que los hechos reales pasan en un segundo plano después de la modificación de la realidad con unos fines concretos. En este sentido la política metamorfosea los contextos, mezcla los conceptos y da la vuelta a la verdad según sus objetivos. En definitiva es sencillamente mentira, estafa o falsedad encubierta bajo el nombre convertido en políticamente correcto de posverdad. En el año 2016 los diccionarios de Oxford la consideraron la palabra del año “Post truth” 2 debido al aumento de su utilización de un 2.000% respeto al año 2015 debido a su uso en relación con el Brexit y en estas últimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
La excesiva exposición en las redes sociales, su popularidad y la sobre información que ofrece Internet sirven a los partidos políticos y a sus partidarios como canal directo de comunicación con los ciudadanos sin pasar por ningún tipo de filtro ni periodístico ni de reconocimiento de las fuentes de información, haciendo desaparecer así la categoría de autor que desarrolla Michel Foucault3. El uso intensivo de Internet ha transformado la naturaleza de la comunicación en las sociedades contemporáneas, un entorno que resulta cada vez más problemático y complejo después de haber superado la comunicación pensada exclusivamente en clave unidireccional. Esto permite desarrollar una serie de estrategias de propaganda negra basada en el desprestigio, la falsedad y la desinformación con unos objetivos concretos como ya había desarrollado Joseph Goebbels, ministro de propaganda Nazi. Por lo tanto son ideas que no son nuevas, ya a mediados del s.XX Orwell hablaba del Ministerio de la Verdad y de la neolengua en su novela “1984” y al mismo tiempo que Foucault lo hacía sobre el panóptico y los medios como mecanismo de control social a “Vigilar y castigar” no muy lejos de lo que intenta la posverdad: propaganda, desinformación y distracción masiva; unos significados que no son pasos nuevos. Para los postestructuralistas como Michel Foucault nada une ya el significante con el significado trayendo a la deriva del significado y de la verdad4.
Muchos políticos han transformado el costoso arte de encontrar la verdad en una construcción de verdades fastnews. No elaboran sus efímeras verdades sobre las bases filosóficas de la verdad, derivada de la postmodernidad, sino por su uso pragmático, abusivo e ignorando que manifiesta el escepticismo y el cansancio con los grandes ideales del pasado. Es cierto que la imposibilidad de una cimentación inequívoca, última y única de la verdad es el aspecto más llamativo de la posmodernidad, un aspecto que en parte denuncia Michel Foucault entendiendo la verdad como un relato construido con el único fin del control totalitario de la ciudadanía.
Al mismo tiempo la discusión sobre la posverdad durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos fue acompañada por la campaña de “fake news“, una serie de noticias falsas que la gente replicaba básicamente por Facebook. Ante la demanda de noticias por parte de los seguidores políticos de los candidatos, nuevos emprendedores encontraron una manera fácil de ganar dinero con la producción de noticias con el único objetivo de que acabaran convirtiéndose en virales, buscando el máximo de reproducciones y transmisiones por Facebook y por las redes sociales.
Unas noticias eran el producto de la más pura mentira o de quienes sencillamente manipulaban las noticias ya existentes para producir el efecto deseado en sus lectores. Esta oferta de noticias fue muy bien recibida por un tipo de público, sobre todo por parte del público conservador estadounidense. Un electorado que ya hace algunos años que el partido republicano ha aislado del mundo ilustrado, dando cabida al discurso negacionista de la evolución y del cambio climático, a la retirada de los fondos públicos de los centros de planificación familiar, que ha combatido la negociación colectiva y ha bloqueado el sistema público de salud, o ha protegido el lobby de la posesión de armas mientras invocaba a la libertad, una demostración más de que el concepto de posverdad no es tampoco tan reciente. Como dice Foucault1
“la verdad no está fuera del poder, ni sin poder (no es, a pesar de un mito, del que sería preciso reconstruir la historia y las funciones, la recompensa de los espíritus libres, el hijo de largas soledades, el privilegio de aquellos que han sabido emanciparse)”.
Ciertamente, y según Foucault1, el saber transmitido adopta siempre una apariencia positiva mientras juega a la exclusión para los que no tienen derecho al conocimiento o sólo para un tipo impuesto por un filtro escondido bajo un aspecto desinteresado, universal y objetivo de conocimiento. Un saber que es dirigido por los “circuitos reservados del saber” que forman el aparato de producción, la administración y el gobierno, en definitiva los poderes que tienen la capacidad de dirigir los mensajes que quieren dar a sus electores y que implica su formación, para acabar obteniendo su conformidad política. Donald Trump rompe así la dicotomía que el saber oficial representa al poder político dentro de una clase acomodada en contraposición con la lucha de los movimientos populares por sus derechos. Él busca, aprovecha y manipula el discurso de la defensa de las clases populares para hacerse con el poder del saber oficial. Entiende la expresión del orden del discurso de Michel Foucault para cambiar los referentes comunicativos y de influencia que habían hasta ahora mientras manipula el discurso, las prácticas y los eventos que hasta el momento constituían los lenguajes del poder, condicionando la creación, la producción y la manera de difundir los mensajes dentro de la sociedad, y creando un discurso verdadero para su propia sociedad. Como plantea Foucault1:
“La verdad es de este mundo; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su «política general de la verdad»: es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero.”
De este modo logra que su electorado desconfíe de los grandes medios de noticias tradicionales, unos medios que de manera mayoritaria habían apoyado la candidatura de Hillary Clinton y que se encontraron sorprendidos al ver que su capacidad de influencia había sido superada por otras formas de transmisión de noticias y de información a través de las redes. Una oferta nueva y que ha resultado mucho más efectiva.
Un redactor de noticias falsas, en una entrevista al diario The Washington Post5, explica cómo los electores de Trump no verificaban ninguna noticia antes de hacerla viral por Facebook y cómo de manera compulsiva apoyaban cualquier noticia que estuviera alineada con sus tesis políticas. En las semanas precedentes al día de la victoria de Donald Trump en las elecciones del 8 de noviembre, proliferó una gran cantidad de informaciones falsas y fantasiosas que circulaban por Facebook, provocando la acusación a esta red social de haber contribuido a su victoria al dejar circular por su red las noticias falsas. En este caso la estrategia de Trump tiene en cuenta que lo importante no es la verdad, sino el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso, tal como explica Foucault1:
“Existe un combate «por la verdad», o al menos «alrededor de la verdad» —una vez más entiéndase bien que por verdad no quiero decir «el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o hacer aceptar», sino «el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder»; se entiende asimismo que no se trata de un combate «en favor» de la verdad sino en torno al estatuto de verdad y al papel económico-político que juega. Hay que pensar los problemas políticos de los intelectuales no en términos de «ciencia/ideología» sino en términos de «verdad/poder»”.
Hay que ser conscientes de que las redes sociales son la segunda fuente de información de noticias políticas estadounidenses por detrás de la televisión. Mark Zuckerberg, presidente y fundador de Facebook, negó la acusación pero si reconoció que los usuarios estaban inclinados a compartir y leer los artículos que están alineados con sus posiciones ideológicas personales previas. Entonces es cuando Mark Zuckerberg anuncia 7 puntos6 para intentar controlar las noticias falsas, al tiempo que se defendía diciendo que podía certificar que el 99% de las noticias que corren por Facebook7 tienen la garantía de veracidad, un hecho absolutamente imposible de comprobar. Igualmente intentó defenderse meses antes de las elecciones diciendo que Facebook era sólo una plataforma tecnológica y que no era responsable de sus contenidos, pero cuando dice estas palabras olvida su capacidad de censurar el sexo y los desnudos en sus páginas, una buena muestra de lo que puede llegar a hacer si se lo propone y le interesa. Pero lo que dice Quarz8 es que Donald Trump invirtió 56 millones de dólares en propaganda en Facebook, casi lo mismo que en televisión (68 millones). Como dice Foucault1
“La «verdad» está ligada circularmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los efectos de poder que induce y que la acompañan. «Régimen» de la verdad”.
Este conjunto de declaraciones contradictorias de Mark Zuckerberg sólo sirven para explicar que la forma de uso de estas plataformas está por delante de los que sus propietarios pueden llegar a pensar y planificar. Según BuzzFeed9 la mayoría de las 20 historias falsas que vendían webs especializadas “hoax” o blogs partidistas provocaron 8,7 millones de interacciones, mientras que las 20 de los lugares considerados serios The New York Times, The Washington Post y el Huffington Post obtuvieron 7,4 millones de reacciones.
El jefe de campaña de Donald Trump y dueño de la web ultra Breibart, Steve Bannon, tuvo claro que una de las claves para llevar a Trump a ganar las elecciones era su capacidad de expansión dentro de Facebook y con él la expansión de su web Breitbart al público de masas. Una expansión que tuvo una segunda parte enfocada hacia una mirada a Europa y en las elecciones presidenciales en Francia. Una investigación de BuzzFeed10, desvela que las noticias falsas que fueron colgadas en Facebook para la campaña electoral de Trump supusieron el 38% de los total de los mensajes emitidos a través de las redes sociales, mientras que los de Clinton fueron el 20%.
En un estudio de Antoni Gutiérrez-Rubí11, que analiza el uso de Facebook por parte de Clinton y Trump durante la campaña (del 12 de septiembre al 19 de noviembre) dice que la televisión de Trump fue realmente Facebook Live y sus diarios fueron verdaderamente los muros de esta plataforma utilizada por el 70% de los ciudadanos norteamericanos. Trump convirtió Facebook en su herramienta de persuasión, convicción y movilización, saltándose a cualquier intermediario, ya fuesen los periodistas, los programas, los canales, los propietarios, etcétera.
También en El Orden del Discurso12, Michel Foucault nos plantea que el poder se puede lograr mediante la normalización y aceptación por parte de la sociedad de una ideología o un discurso. Los discursos del poder buscan la manera de dejar claro y separar lo que para esta sociedad se considera normal o aceptable, y al mismo tiempo lo que se considera indeseable y rechazable. Un principio básico de exclusión que explica Foucault es absolutamente estratégico para Donald Trump en el momento que busca fijar en las mentes de sus votantes americanos mensajes como que la inmigración o la economía se pueden solucionar fácilmente desterrando a inmigrantes y convirtiéndolos en indeseables. Así desculpabiliza a los “buenos americanos” y responsabiliza a la parte de público que no le interesa. Una estrategia para construir una posverdad que en un principio parecía una gran farsa, pero que dio una visión de solución a un 40% de los norteamericanos.
“La cuestión política, en suma, no es el error, la ilusión, la conciencia alienada o la ideología: es la verdad misma”. Foucault 12
Notas
1 Foucault, Michel, Alvarez-Uría, F., & Varela, J. (1992). Microfísica del poder. La Piqueta. Disponible a [Consulta 15 març 2017] capítol “Verdad y Poder” pàg. pàg.175- 189
2 The Oxford Dictionaries Word of the Year 2016 is post-truth.
3 Foucault, Michel (1969) “¿Qué es un autor?”. A: Obras esenciales de Michel Foucault I. Barcelona: Paidós, 1999.
4 Tubella, Imma; Alberich, Jordi (2011) “Els media en la societat de la informació” Mòdul 1. Nous vells mitjans, noves velles teories. FUOC, 2011
5 Dewey, Caitlin (2016) Facebook fake-news writer: ‘I think Donald Trump is in the White House because of me’. Washington Post
6 Bernish, Claire (2016) Zuckerberg Just Revealed Facebook’s 7-Point Plan to Censor “Fake News” and It’s Chilling. The free Thought project.
7 Ge, Linda (2016) “Mark Zuckerberg: over 99 percent of Facebook content is authentic” . Engadget.com
8 Fernholz, Tim (2016) “Mark Zuckerberg says fake news on Facebook could not have influenced the 2016 election“. Qz.com
9 Silverman, Craig (2016) “This Analysis Shows How Viral Fake Election News Stories Outperformed Real News On Facebook” Buzzfeed.com
10 Silverman, Craig; Hall, Ellie; Strapagiel, Lauren; Singer-Vine, Jeremy; Shaban, Hamza (2016) “Hyperpartisan Facebook Pages Are Publishing False And Misleading Information At An Alarming Rate“. Buzzfeed.com
11 Gutierrez-rubi, Antoni (2016) “¿Tiene Facebook la clave del éxito electoral de Trump?“. Gutierrez-rubi.es
12 Foucault, M. (1999). El orden del discurso, trad. Alberto González, Tusquets, Barcelona.