7 octubre, 2022
por Arquine
Arquitecto, escultor y escritor, Fernando González Gortázar, quien falleció el día de hoy, recibió la Medalla de Bellas Artes en noviembre de 2014. En la entrega del reconocimiento, Gortázar expresó que sus influencias más latentes fueron con las que estuvo en contacto en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara: Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales, Mathias Goeritz y el pintor Chucho Reyes. Sin embargo, su espectro de referencias sobre la cultura mexicana y jalisciense fue mucho más profuso que aquellos nombres referenciales de la arquitectura moderna. Esto lo deja ver en un texto escrito por el aniversario 50 de las Torres de Ciudad Satélite, donde se hace la siguiente pregunta: ¿qué estaba aconteciendo en el México de 1957? Gortázar se ocupa de narrar el panorama cultural que permitió el diseño de una obra emblemática del noroeste de la capital, engarzando nombres y circunstancias que hablan de un momento cultural por demás singular en México. El escritor Agustín Yáñez fue gobernador de Jalisco, Juan José Arreola publicaba su Confabulario y los compositores Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas y José Rolón presentaban sus primeras obras maestras.
Aquel texto es apenas una muestra de la capacidad de Gortázar de pensar en la arquitectura como un fenómeno cultural, aspecto que informaba su ejercicio arquitectónico. “Las consideraciones que tomo en cuenta para el diseño de un espacio público son exactamente las mismas para un espacio privado”, dijo en una entrevista a Celia Facio Salazar publicada en la revista Bitácora. “Es decir, el entorno, la escala, la función, los materiales, la naturaleza, y algo que es clave para mí: el movimiento del espectador, es decir, el movimiento de quien habita ese espacio”. En esa misma publicación, González Gortazar afirmó: “Creo en la arquitectura responsable, ajena a cualquier trivialidad o moda, o a cualquier delirio de grandeza o exhibicionismo, Creo en una arquitectura simultáneamente creativa y de servicio. Creo en una arquitectura elocuente.” Y en el discurso que diera el mismo Fernando González Gortazar al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara en 2013, ampliaría ese credo:
“Sigo creyendo en la ciudad como la mayor invención del espíritu humano, la más original, radical e inacabada productora de un mundo que debe acercar a la felicidad a quienes lo habitamos. Sigo creyendo en la cultura como aquello que nos conecta crítica y autocríticamente con el pasado
y el porvenir, como aquello que permite a las sociedades evolucionar y aprender del ancho mundo sin que dejen de ser ellas mismas; sigo creyendo en el arte como definidor de nuestra condición de humanos, como la única realización nuestra que nació adulta y la única también en
la que encuentro la grandeza, la diversidad, la verdad y la limpia intención de la naturaleza. Sigo creyendo en la naturaleza como la gran maestra, fuente de toda ética, toda moral y toda estética.Como tarea prioritaria saquemos a la arquitectura de esa forma de automarginación que es el elitismo y de veras hagamos de ella un bien común. Las ciudades y las piezas que la componen deben ser funcionales y eficaces, desde luego, pero también hermosas, justas, y sobre todo alentadoras. Cuando uno las recorre y las habita, algo bueno debe ocurrir en el alma. Sigo creyendo, pues, en la necesidad de soñar, de concebir vías posibles y de nuevo partirnos el alma por incorporarlas aunque sea parcialmente
a la realidad cotidiana de todos.El logro de mejores ciudades es impensable si no tenemos mejores sociedades, y éstas son impensables si no creamos condiciones de justicia y aprendemos
a respetar y convivir con el mundo. La arquitectura es siempre una ciencia y una técnica; ocasionalmente
es un arte, pero debe ser, por encima de todo, una forma de urbanismo.”
Esta consciencia no le impedía valorizar las posibilidades escultóricas de la arquitectura, como puede verse en su mobiliario urbano lúdico, tal y como lo apunta Aldo Solano Rojas en su libro Playgrounds del México moderno, o en el Centro Universitario de Los Altos de Tepatitlán. Sobre este proyecto, Miquel Adrià apunta: “La obra de González Gortázar es una oda al espacio público, coherente con su trabajo arquitectónico y escultórico, con tintes de arquitecturas que han sabido conjugar el legado del Movimiento Moderno y el diálogo con la naturaleza latinoamericana.”