12 septiembre, 2012
por Arquine
Configurar el espacio de la ciudad, de la comunidad, es indagar en los escenarios comunes, en lo visto por todos, en lo que se encuentra inmerso en un discurso narrativo que incluye los procesos de transformación de la memoria. Hablar entonces de ‘espacio público’ tiene diversos enfoques desde la sociología, antropología, psicología y constituye la base de la construcción del discurso político, al conferir a la condición pública y las relaciones humanas en el espacio la condición de punto de convergencia, lugar donde todos los procesos se comprimen, se esquematizan y aceleran, como el escenario del contraste entre lo individual y lo colectivo.
Por mucho tiempo, el espacio público en arquitectura ha sido un tema soslayado, considerado como un complemento o parte del programa arquitectónico como producto de algún espacio sin carácter formal específico. El término suele ser asignado a estos espacios de uso colectivo –parques, plazas, centros culturales, andadores, bajopuentes o cualquiera de sus acepciones– que han perdido su esencia como tal y dejan de ser espacios públicos al no funcionar como instrumentos para (re)activar el sentido colectivo. Lewis Mumford decía que “la ciudad es contemporáneamente un instrumento de la vida colectiva y un símbolo de aquella comunidad de objetivos y de consentimientos que nace en circunstancias favorables. Es la forma y el símbolo de una relación social integrada”.
Si la ciudad es esto que definía Mumford, es en la construcción de relaciones donde se constituye la urbe. Si bien la evolución experimentada por los espacios públicos durante las últimas décadas del siglo 20 constituye uno de los grandes ejes del debate actual en torno a la ciudad contemporánea, en años recientes se pueden distinguir espacios públicos configurados por centros históricos; centralidades secundarias distribuidas en diversos puntos de la ciudad; barrios, colonias o conjuntos habitacionales; grandes equipamientos públicos destinados a la recreación; parques; y por último los nodos de circulación y transporte. Independientemente de éstos y cada una de las posibles categorías, el espacio es público al estar activado por la presencia de la acción colectiva.
La subjetividad del concepto de espacio público, como símbolo de los lugares y construcción de los imaginarios urbanos es una de las dificultades al abordar una temática que puede ser analizada desde muchas disciplinas. El espacio activado es el único público en esencia, es puente o medio que une las relaciones de la gente, la arquitectura, la ciudad y los procesos desarrollados como consecuencia de estas confluencias. Pensar en los espacios públicos es adecuar nuevas coyunturas a la diversidad real de los habitantes de la ciudad y sus preferencias particulares, espacios donde el paseante y la comunidad a la que pertenece –o visita– pudiera observar perspectivas y escenas características de los elementos de la ciudad y sus espacios más interiores, al construir desde aquello perteneciente a todos los escenarios de la posibilidad y del intercambio.
En Los objetos singulares, Jean Baudrillard refiere que “el intercambio es imposible. Incluso es gracias a ello que existe. Pero, en cambio, existe aquello para lo cual el intercambio es posible… Quizás es ésa la historia de la ciudad, de la arquitectura, del espacio; es preciso que haya una posibilidad de intercambio, que las cosas puedan intercambiarse”. El espacio público se ha identificado –confundido o reducido– comúnmente con los parques y plazas, como el entorno común donde la gente lleva a cabo las actividades funcionales y rituales que cohesionan a la comunidad de manera cotidiana. Estos espacios deben ser entendidos no como un hilo de fragmentos urbanos sino como una cadena de lugares.
Jaime Lerner lo llamó Acupuntura urbana, “es necesario hacer que la ciudad reaccione, tocar un área de tal modo que pueda ayudar a curar, mejorar y crear reacciones positivas en cadena”. El lugar como fachada, plaza o parque no es suficiente para garantizar un verdadero espacio público. Es necesaria la apropiación por parte de los usuarios, la interrelación con las demás partes de la ciudad y el establecimiento de políticas –formales o informales– de actuación para dar vida a procesos activos de comunidad.
Andrea Griborio | @andrea_griborio + Juan José Kochen | @kochenjj