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Columnas

Eso no es una casa

Eso no es una casa

21 noviembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Esto no es arquitectura, dijo Nikolaus Pevsner de un cobertizo de bicicletas o, para ser precisos, dijo que un cobertizo de bicicletas era un edificio, mientras que la Catedral de Lincoln era arquitectura. No se trata de la negación de la identidad de algo sino, al contrario, de una doble afirmación: el cobertizo es un edificio y la catedral es arquitectura; una doble afirmación que implica una diferencia. Y para ser más precisos, una diferencia entre tipos de edificios, pues la afirmación de Pevsner continúa declarando que prácticamente todo lo que determina un espacio a la escala suficiente para que un ser humano se mueva en su interior, es un edificio —¿puedo considerar que me muevo dentro de una capa o una túnica suficientemente amplia y, por tanto, que es un edificio?—, pero que no todos los edificios son arquitectura: sólo aquellos diseñados con fines estéticos —lo cual no explica claramente la primera parte de la afirmación de Pevsner: que un cobertizo de bicicletas es sólo un edificio, pues no aclara si, de haber sido diseñado con fines estéticos, entonces sería tan merecedor de ser calificado como arquitectura cual la Catedral de Lincoln. No queda suficientemente claro, pues, si Pevsner apunta, en los términos de Deleuze, a una diferencia de grado o de naturaleza: ¿la arquitectura es como cualquier edificio excepto que más bello —y entonces habría que preguntar qué tanta belleza hace falta para que el edificio común y corriente se transforme en arquitectura— o la belleza —la finalidad estética, para no caricaturizar el argumento— genera un cambio radical en la naturaleza de lo edificado?

Esto es una escultura, dijo Rosalind Krauss de un agujero hecho en la tierra por Mary Miss. Pero en vez de determinar exactamente qué es una escultura, Krauss abre un campo en el que lo escultórico se define casi por descarte: no es ni arquitectura ni su contrario, no-arquitectura, ni paisaje ni su contrario, no-paisaje. De nuevo cabe preguntarse si esa diferencia es de grado o de naturaleza: una escultura un poco más útil y habitable, ¿ya es arquitectura? Y si más extensa, ¿se convierte en paisaje?

En su libro Abysmal, el geógrafo Gunnar Olsson habla de la cuestión de la identidad, de “cómo reconozco algo cuando lo vuelvo a encontrar:” ¡eso es arquitectura, eso otro, escultura! Olsson explica el tema de la identidad a partir de las ideas de Gottlob Frege y dice que una proposición de identidad, como la Catedral de Lincoln es arquitectura, que puede presentarse mediante la fórmula general a=b, puede ser al mismo tiempo verdadera e informativa, mientras que una proposición de identidad como la catedral es una catedral, o genéricamente a=a, es verdadera —y habría que decir que necesariamente verdadera— pero no informativa. Olsson agrega entonces que proposiciones del tipo a=a no agregan nada a nuestro conocimiento, mientras que las del tipo a=b sí. “Conocer es, por definición, decir que algo es algo más.” Y Gertrude Stein, al decir que una rosa es una rosa es una rosa, está, por paradójico que parezca, de acuerdo.

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Esto no es una pipa. Entre 1928 y 1929, René Magritte pintó una serie de cuadros titulados La traición de las imágenes. Magritte, nacido el 21 de noviembre de 1898 en Bélgica, comenzó a estudiar dibujo en la segunda década del siglo XX y en 1922, tras ver una reproducción de un cuadro de Giorgio de Chrico, empezó a definir sus propios intereses. En los cuadros de la serie La traición de las imágenes el dibujo del perfil de una pipa es acompañado por la leyenda Ceci n’est pas un pipe: esto no es una pipa. Michel Foucault escribió un texto sobre todas las paradojas y ambigüedades de esa obra: la frase miente porque vemos una pipa, pero no miente porque lo que vemos no es la pipa sino su representación y tampoco miente porque la frase misma, si se lee como referida no al dibujo sino al texto, no es una pipa, aunque la frase no es sólo una frase sino parte de un dibujo —“en un cuadro, las palabras poseen la misma sustancia que las imágenes,” dijo Magritte—, funcionando al mismo tiempo como el título o nombre de la obra, etcétera.

Aunque las paradojas son más evidentes dada la naturaleza particular de esa obra y en genreal del trabajo de Magritte, la distancia entre lo escrito y lo descrito mostrada en un dibujo o una imagen siempre será problemática, sobre todo si se trata de una afirmación sobre lo que algo es o no esesto no es una pipa, anuncia el mismo dibujo que representa una pipa, esto es una casa, dice el arquitecto mientras muestra un dibujo de una casa por construir; dibujo que, de hecho, representa la idea de una casa —y aquí habrá que oír en idea la etimología griega de eidos: imagen— pero no a la casa construida, aun inexistente. Si un plano —que es una especie muy particular en la categoría de los dibujos— muestra las relaciones a establecer entre distintas partes y la serie de pasos a seguir para construir algo que terminará siendo una casa —¿esa casa, la que está en el dibujo?—, ese dibujo es o no una casa. Como la obra de Magritte, un plano podria anunciar y enunciar que eso no es una casa —o una biblioteca o una fábrica o la acometida eléctrica de la fábrica— y mentir, o no.

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