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Columnas

¡Es la política, estúpido!

¡Es la política, estúpido!

9 agosto, 2014
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Descaradamente robo el título de esta nota de otra que hace un par de días publico Nicolás Cabral en La Tempestad. “Finalmente —escribe— reapareció la discusión: ¿qué implicaciones tiene el aburguesamiento (mi traducción preferida para gentrification) para la vida de ciertas colonias de la ciudad de México?” Parece, agrega Nicolás, que el detonante es el recién inaugurado Mercado Roma y menciona varios textos al respecto. Uno de Manuel Samayoa, publicado también en La Tempestad; otro firmado por Georgina Cebey y Diego Olavarría en Letras Libres, —y que comenté aquí— y lo que publicamos en Milenio la semana pasada Alejandro D’Acosta, Felipe Leal, Alonso Ruvalcaba y yo. Nicolás afirma que en todos estos textos parece estar ausente “la dimensión auténticamente política.” Es cierto, aunque parcialmente.

En general arquitectos y diseñadores, así como quienes escribimos sobre esos temas, nos movemos más a gusto ignorando la dimensión política de lo que hacemos y de aquello sobre lo que escribimos. Como si un edificio fuera sólo un edificio y un parque sólo un parque y no algo que aparece en medio de un espacio público y por tanto político. Si ya nadie se cree que la arquitectura pueda evitar la revolución o transformar a la sociedad, parece que pasamos al extremo opuesto: lo social y lo político son ámbitos que no nos corresponden. Asumimos como en sobremesa clasemediera que de política y de religión mejor no se habla y nos dedicamos a elogiar las proporciones o a contar metros cuadrados.

Pero por otro lado me parece que hay un interés creciente por lo político, en el sentido que preocupa a Nicolás Cabral. Mencioné varios textos que de algún modo plantean un problema político —cierto, la mayoría no de arquitectos o diseñadores— al comentar las torpes pero reveladoras declaraciones del Secretario de Finanzas del Distrito Federal acerca del “viaducto Santa Fe” : si no es negocio no hay dinero —poco después Antonio Martinez escribió: si no es negocio no hay gobierno.

Lo político también asoma, me parece, cuando Pedro Hernández escribe de arquitectura y segregación social e incluso cuando María García Holley y Juan José Kochen aquí mismo o Víctor Alcérreca en Portavoz se preguntan sobre el estado de la enseñanza de la arquitectura.

Es cierto que lo político y la política a muchos arquitectos y diseñadores les sigue pareciendo ajenos y, sobre todo, inconvenientes —no hay que hacerse demasiadas preguntas cuando se trata de tener clientes satisfechos y conseguir portadas de revistas. Incluso enfrentados a esas condiciones hay quienes prefieren ver a otra parte. “Muchos arquitectos —escribe Pier Vittorio Aureli— han mapeado condiciones urbanas extremas sin entender cómo esas condiciones eran el producto de intenciones políticas específicas escondidas detrás del espectáculo de una urbanización sin reglas (es decir, guiada por el mercado).” En épocas donde la inequidad ha sido señalada como el elefante en el cuarto, el diseño, como apunta Manuel Samayoa, “sigue siendo un cómplice activo de la desigualdad.” Muchos arquitectos y diseñadores, parecen no querer entender que el estatuto de miembros del mundo del espectáculo no es una ganancia; que al contrario, su papel se ha reducido al de quien escoge un pavimento o el color de una fachada. Pero otros, por suerte cada vez más, parecen ya entender cuál es el problema y, sobre todo, la capacidad de actuar de la arquitectura y el diseño: ¡es la política, estúpido!

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