Miguel Milá, una vida en el diseño (1931-2024)
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31 enero, 2021
por Lorenzo Díaz Campos | Twitter: @lorenzodiaz | Instagram: lorenzodiazcampos
Erich Coufal fue el último de los profesores extranjeros en llegar a la mítica Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, fundada en 1948 por el arquitecto Ignacio Díaz Morales y que se convertiría, a la postre, en pieza clave de la historia de la modernidad en México.
“Yo había estado en México en 1937, cuando pertenecía al coro de los Niños Cantores de Viena, a los doce años de edad… de ahí nació, años después, la idea de no aguantar la guerra ni el fascismo y la posibilidad de llegar a México,” [1] recordaba Coufal a la menor provocación. Vivió una infancia privilegiada que le había permitido formarse a temprana edad en el mundo de las artes, la música y la arquitectura. Nació en Viena el 11 de mayo de 1926 y estudió en la escuela de la Technische Universität Wien. Coufal afirmaba: “Nací dos veces: una vez en Viena y otra vez aquí” [2], refiriéndose a su estancia permanente en Guadalajara.
Ignacio Díaz Morales, años antes de conocer a Coufal, había emprendido la labor titánica de crear una escuela de arquitectura única que, aunque de la mano del Maestro Villagrán, buscaba estar más ligada a Europa que a la Ciudad de México. Díaz Morales emprendió un par de viajes a la Europa de la posguerra en búsqueda de ese talento que conformaría la plantilla de la escuela.
“Oiga, ahí está un joven pasante de arquitectura que quiere irse a México,” no, pues no podía. “Pues ahí está, hombre, recíbalo”. Al tercer día, que estaba ya verdaderamente rendido, a las once de la noche, me acuerdo muy bien que me dice Sekler: “Oiga, ahí está este joven”, y entonces yo empecé a hablar con él. Le dije, “Mire, ¿usted ya se recibió?”. “No”. “Entonces, mire, cuando se reciba me avisa. ¿Qué es lo que sabe hacer?”. “Lo que usted me ponga a hacer”, me dijo. “Porque, mire, yo tengo ya completa la planta de maestros, así es que no puedo llevarme a alguien así nomás” [3]
Coufal llegaría a México en octubre de 1950, convaleciente y después de un complicado proceso de visado, y se incorporaría a la escuela de arquitectura en enero de 1951. Se integró a las labores del despacho del arquitecto Díaz Morales y a la docencia en la Escuela de Arquitectura; impartió la cátedra de Composición y ejerció el magisterio universitario hasta 1964.
Quedan de pie, testigos de su extraordinaria capacidad como arquitecto, algunas obras emblemáticas. Dos en particular me parecen excepcionales, la Casa de las Artesanías y el Teatro Experimental de Jalisco. Construidos con un año de diferencia, 1958 y 1959 respectivamente, y separadas por apenas unos doscientos metros, son testigos de los ideales de una escuela de arquitectura que haría historia.
En ambos proyectos, a mi parecer, destacan las colaboraciones plásticas en elementos claves dentro del programa y la composición arquitectónica. La casa de la artesanía se trata del primer edificio comisionado a uno de los maestros de la escuela de arquitectura llegados del extranjero. Apenas ocho años después de su llegada, Coufal recibe un encargo que significa el pleno entendimiento de la cultura local, la interpretación profunda de la artesanía, logrando así un trabajo colectivo excepcional. Una celosía inspirada en el trabajo de su contemporáneo Erwin Hauer y que después se volvería característica en su obra, el portón de ingreso con cerámica de Jorge Wilmont, un mapa mural de la mano de José María Servín, un mosaico de Roberto Montenegro y el famoso relieve de Carlos Mérida en la fachada. Una clara declaración de integración plástica que supo dialogar a la perfección con lo que sucedía contemporáneamente en la Ciudad de México, en la nueva Ciudad Universitaria y que se anticiparía incluso a la inauguración oficial de esta última.
En el Teatro Experimental, proyectado con tan solo un año de diferencia, Coufal se reinventaría concibiendo unas geometrías provocativas que, a mi parecer, son claves para entender lo que luego Goeritz se apropiaría en su “arquitectura emocional”. La plazoleta de ingreso es magistral, la escultura de Olivier Seguin y el juego de luces y sombras que los planos de los muros generan hacen de este espacio uno de los más bellos de la arquitectura mexicana. Los recorridos están llenos de sorpresas, cambios de alturas y juegos de sombra. En el vestíbulo la intervención del pintor Gabriel Flores es apabullante y es parte clave del mismo.
Fue así como Coufal, en un constante ir y venir entre la academia y la práctica, forjó una idea de la arquitectura que definió a las primeras generaciones de arquitectos tapatíos y que pasaría, en consecuencia, a ser clave de lectura para un momento importantísimo en la formación de la arquitectura mexicana contemporánea.
“Coufal, espléndido dibujante y para composición más jovial, más joven incluso que los otros [Goeritz, Hartung, etc.], y como buena persona, muy amigable y muy emotivo,”[4] atestigua Gabriel Chávez de la Mora, parte de la primera generación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara y pupilo de Coufal.
Por sus aportaciones a la arquitectura de Guadalajara, recibió el 2 de diciembre de 2005 el homenaje del Encuentro ArpaFIL 2005, en la XIX Feria Internacional del Libro. El 22 de septiembre de 2014 se inauguró en su honor en el Museo de la Ciudad la exposición “El Movimiento Moderno en Guadalajara”.
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