¿Existe el límite de la ciudad contemporánea?
Algunas ciudades se expanden casi imperceptiblemente a diario, zonas que no han sido previstas para habitar son ocupadas, divididas, lotificadas [...]
15 septiembre, 2016
por Mónica Arzoz | Twitter: marzozcanalizo
A lo largo de nuestra historia, los conceptos de ciudad y vivienda han dado lugar a innumerables discusiones, teorías y movimientos. Fenómenos como el crecimiento descontrolado de las ciudades, el surgimiento de las megalópolis y ciudades globales, la actual movilidad de las personas, sumado al constante cuestionamiento humano en busca de explicar el futuro de nuestra existencia, sigue dando a arquitectos, urbanistas y sociólogos (entre otros) espacio para la especulación. El futuro de las ciudades o aglomeraciones urbanas es un tema que ha generado diversas teorías que han ido mutando a lo largo del tiempo, particularmente en los últimos sesenta años.
La Segunda Guerra Mundial marcó la historia de la humanidad. Además de la muerte de millones y desaparición de ciudades enteras, fue un momento que desencadenó el surgimiento de distintos pero interconectados movimientos intelectuales y nuevas tendencias dentro de la arquitectura y el urbanismo.
Las décadas siguientes al final de la guerra representaron para la arquitectura un periodo de investigación y creatividad importante. Con la mirada de los arquitectos centrada en la construcción de ciudades completas, y como consecuencia del desfase entre la problemática social y la respuesta del la arquitectura y el urbanismo, surgieron movimientos como el de Archigram, el Metabolismo, el Funcionalismo y el Postmodernismo, que buscaban repensar la ciudad, los procesos que en ella ocurren y la manera en que estas deben de ser concebidas y diseñadas.
Japón, al igual que muchos otros países, se enfrentaba a ciudades desiertas o casi completamente destruidas que debían de ser reconstruidas desde cero. Con una nueva y frágil democracia impuesta por Occidente, un grupo de arquitectos planteó una visión radicalmente distinta y se autodenominaron “Metabolistas”. El grupo de arquitectos japoneses, compuesto por Kisho Kurokawa, Kiyonori Kikutake, Fumihiko Maki, Masato Otaka y Kenzo Tange, entre otros, lograría reposicionar la figura del arquitecto en el centro de las conversaciones y presentaría en 1960 el manifiesto “Metabolismo: Propuestas para un nuevo urbanismo” durante el Congreso Mundial de Diseño.
El Metabolismo fue el movimiento urbano, arquitectónico, artístico y filosófico más importante que ha producido Japón en el siglo XX. Su influencia en una sociedad que atravesaba un crecimiento económico sin precedente se materializó en proyectos específicos que, hasta el día de hoy, causan controversia desde un punto de vista arquitectónico y teórico dentro y fuera del país asiático. El Metabolismo planteaba que las ciudades, y las formas arquitectónicas que las componen, debían ser concebidos como seres vivos y, por tanto, deberían crecer orgánicamente como respuesta a las nuevas necesidades de sus habitantes.
Kenzo Tange, uno de los arquitectos que más impulsaría globalmente el movimiento, al reconocer que las sociedades, sus costumbres y estilo de vida habían cambiado a raíz de la guerra, proponía una nueva forma de urbanismo en contrapropuesta al crecimiento irregular y descontrolado de las grandes ciudades japonesas. En su “Tokyo Plan 1960”, Tange revelaría la verdadera radicalidad como urbanista metabolista al transformar sus investigaciones en un plan utópico. Como metabolistas, las utopías y proyectos propuestos, no sólo los guiaría un idealismo académico, sino también consideraciones económicas, sociales, políticas y tecnológicas.
Con orígenes en la arquitectura japonesa tradicional, el movimiento metabolista jugo un papel fundamental en la configuración, tanto urbana como arquitectónica del país. Si bien es cierto que pocas obras propuestas fueron llevadas a la realidad, como sería el caso de la Torre Nakagin, de Kisho Kurokawa, el primer edificio de cápsulas intercambiables en el mundo, o la Nakagin Capsule Tower, Kisho Kurokawa, la manera de hacer ciudad, a través de una arquitectura flexible y adaptable que respondiera a las necesidades del hombre fue un movimiento que hasta el día de hoy marca a la arquitectura japonesa. Como parte de la propuesta, y ante la realidad del territorio de una isla que constantemente enfrenta riesgos de origen natural como terremotos y tsunamis, el Metabolismo planteaba el desarrollo de ciudades con la capacidad de adaptarse, desarrollarse y crecer según la circunstancia y ser resilientes ante impactos de distinta índole.
Si bien la arquitectura modular que surgió a partir del movimiento, hoy en día nos parece poco relevante, el tener la capacidad y visión al futuro al momento de desarrollar espacios urbanos desde cero es algo que debemos de aprender de este tipo de movimientos.
Las contradicciones entre la tecnología empleada en la arquitectura y la baja calidad socio-espacial de los ambientes urbanos, aún no se han superado en las grandes ciudades de Japón, ni en el resto del mundo. Fenómenos y transformaciones urbanas y sociales, como la actual crisis de migración, el calentamiento global y los avances tecnológicos, entre muchos otros, han ocasionado la búsqueda de nuevas soluciones nos está acercando nuevamente a las ciudades flotantes y cápsulas modulares de los Metabolistas.
Una planeación urbana sistemática, que responde de manera flexible a las circunstancias, como planteaba Tange al inicio de su carrera, debería dominar, o al menos ser parte clave en la agenda urbana global actual. Fomentar movimientos intelectuales que busquen respuesta a las problemáticas urbanas actuales y que empiecen desde cero disminuiría el desarrollo de suburbios desconectados de los centros urbanos, de infraestructura vial ineficaz y de la segregación socio-económica y espacial hoy presente en la gran mayoría de las ciudades. Al fin de cuentas si entendiéramos a las ciudades como un metabolismo probablemente nunca permitiríamos que algunos de sus “órganos vitales” estuvieran al borde del colapso.
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