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10 enero, 2025
por Emma Palem
Casa Rodney por el estudio Baag en la Provincia de Buenos Aires.
El fuego, fuente de calor y protección, también permite la preparación de los alimentos, transformando así los rituales culinarios en momentos comunitarios. Desde la domesticación del fuego y la sedentarización del ser humano, los individuos han aprendido a acomodar su entorno. Desde las cuevas prehistóricas hasta las primeras estructuras construidas, la noción de refugio ha evolucionado para incluir espacios donde el fuego, elemento central, juega un papel fundamental en nuestras vidas al igual que en el quincho argentino.
Uno de nuestros primeros ejercicios en la Facultad de Arquitectura de Barcelona consistía en proyectar una cabaña que tuviera la chimenea como elemento central alrededor del cual debía articularse el espacio. No sabía que, diez años después, descubriría y habitaría un quincho argentino en pleno corazón de la pampa cordobesa. Lo que más me sorprendió de esta casa fue la variación en los acabados de los espacios. Cuando pregunté por qué el proyecto parecía “a medio terminar”, me respondieron que la casa se construía poco a poco, adaptándose a los nacimientos que ampliaban de manera progresiva el número de miembros de la familia —cuyo grupo de WhatsApp lleva por nombre “quincho”. Entre espacio privado y estructura que recibe al público, el quincho constituye una paradoja interesante, al igual que los argentinos, que trasciende las clases sociales: se pueden distinguir los quinchos públicos —estructuras que se asemejan a áreas de picnic— de los privados. Mientras que la primera configuración suele ser un proyecto realizado de una sola vez, los quinchos familiares por lo general se desarrollan en varias etapas y representan una estructura evolutiva que se adapta a las necesidades cambiantes de sus ocupantes. Como mencioné antes, el proyecto arquitectónico del quincho se articula en torno a la parrilla, el primer elemento diseñado y construido. Luego, según los recursos económicos y las necesidades, la construcción puede extenderse de manera más o menos orgánica. Esta noción de flexibilidad está en línea con los desafíos contemporáneos de la arquitectura, que priorizan la adaptabilidad y la impermanencia. La capacidad de evolución del quincho refleja una filosofía de diseño que valora la personalización de los espacios de vida y coloca al usuario en el centro.
Bajo ciertos aspectos, esta evolución en el tiempo recuerda las teorías de la arquitectura incremental, representadas desde hace dos décadas por Alejandro Aravena (ELEMENTAL), que no siguen de manera estricta las reglas de replicación geométrica o clonación de espacios idénticos, pero propone modelos alternativos de vivienda autoconstruida donde el sistema estructural permite la flexibilidad y superposición espacial. La arquitectura incremental se suele usar en los proyectos de vivienda, permite una evolución progresiva del alojamiento y se adapta a las posibilidades económicas de sus habitantes, quienes tienen un rol activo en la construcción. La relación entre la arquitectura de ELEMENTAL y la arquitectura incremental es intrínseca, porque el proyecto inicial prevé y fomenta las futuras extensiones. La estructura de base está concebida para soportar las modificaciones y evolución del espacio arquitectónico, que va de la mano con las posibilidades económicas de los usuarios.
El quincho también permite cuestionar el concepto de habitabilidad. Su idea principal es crear intimidad y domesticar el entorno —urbano o natural— alrededor de elementos cálidos como el fuego o la carne. El quincho no es sólo un lugar de cocción, sino que puede ser un motor de habitabilidad progresiva. Lo ilustraré con otra anécdota personal que ocurrió en la capital argentina. Unos amigos que vivían en un edificio en el barrio de Palermo solían ocupar la terraza del segundo piso para organizar reuniones alrededor de un asado. Así, a partir de estas reuniones simples, nació el quincho y poco a poco se fueron agregando elementos: aparecieron baños y se instaló una despensa hasta que finalmente surgió un apartamento en un espacio que en principio no era construible. Se trata de una construcción orgánica, impulsada por el deseo de compartir una comida entre amigos, una arquitectura de dentro hacia fuera.
¿Pero quién inventó el asado? Como explica a la perfección el documental Todo sobre el asado (2016), de Gastón Duprat y Mariano Cohn, cuando hablamos de quincho es importante diferenciar la cocina de la cocción. Los gauchos no cocinan, ellos cuecen. Esta sutileza explica, en parte, el minimalismo de estos espacios arquitectónicos y la simplicidad de sus materiales. La mayoría de los quinchos se construye con materiales tradicionales y de bajo costo, como el ladrillo y el concreto. La madera se utiliza a menudo como tabla para cortar la carne y, por supuesto, como combustible para el fuego. Estos materiales —vistos en la mayoría de los casos— son testigos indirectos de una voluntad de transparencia y simplicidad. La valorización del aspecto bruto y natural de estos materiales recuerda la importancia de la autenticidad, tanto en el grupo social como en la arquitectura.
Otro aspecto fundamental del quincho es su integración con el paisaje. No hay construcciones verticales en la llanura argentina, por lo que estas estructuras rara vez se elevan más allá de una planta baja, máximo en un primer piso. El quincho se extiende según el terreno y las necesidades de sus usuarios. Esta arquitectura favorece las actividades y los encuentros, siempre en busca de una conexión constante con la naturaleza. Algunos quinchos incluso recuerdan ciertos proyectos de Mies van der Rohe por su porosidad, su relación con el terreno o el minimalismo de un bloque alargado o en forma de L. Diseñado sin límites rígidos, en el quincho siempre hay espacio para un comensal más. En el quincho cordobés mencionado más arriba, no era raro encontrar una iguana en el cuarto, ya que los límites eran muy porosos.
A pesar de todo, es importante recordar que los argentinos no inventaron el fuego, ni el asado, ni las áreas de picnic. Otras arquitecturas se acercan al concepto de quincho, como la yurta mongola o el boma africano, estructuras circulares cuyo espacio central está dedicado al fuego. El quincho se inscribe, por lo tanto, en el concepto arquitectónico de regionalismo crítico, popularizado por Kenneth Frampton, ya que incorpora elementos contextuales relacionados con la geografía, el clima, la cultura e historia locales. Para volver a la pregunta inicial y al concepto de arquitectura incremental, podemos matizar el argumento y hablar del quincho como una arquitectura adaptativa y orgánica. Ambos términos destacan la idea de una arquitectura que no es estática, sino que crece de forma natural, respetuosa con su entorno y las necesidades cambiantes de sus habitantes.
Acabaré con este croquis de la arquitecta argentino-brasileña Federica Linares que resume perfectamente la tipología del quincho: la simplicidad a nivel formal del proyecto arquitectónico, la distinción clara entre el espacio público compartido en torno a la comida (zona de día) y el espacio privado reservado al descanso mediante la intimidad (zona de noche). Los quinchos argentinos encarnan más que un simple espacio arquitectónico; son la materialización de un pensamiento orgánico y vivo, en el que la arquitectura abraza la dinámica familiar en su forma más espontánea. A imagen de las Zonas Autónomas Temporales (TAZ), conceptualizadas por Hakim Bey, el quincho se convierte en un territorio de encuentro, un espacio de libertad donde las fronteras físicas y sociales se diluyen. Al igual que en la visión de Bey, es un lugar donde impera la horizontalidad, en el que cada miembro encuentra naturalmente su lugar, donde la comida se convierte en el centro ritual que reúne y une.
La incrementalidad del quincho trasciende la simple construcción: es una metáfora viva de la adaptación, un relato arquitectónico que se reescribe de manera constante según las necesidades cambiantes de la familia. Cada adición, cada modificación cuenta una historia, la de una comunidad en movimiento, la de un espacio que respira y crece con sus habitantes. El quincho se convierte así en mucho más que un refugio: es el testigo móvil de los lazos familiares, un manifiesto arquitectónico de la flexibilidad y la acogida.
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