Gobierno situado: habitar
Un gobierno situado, un gobierno en el que quienes gobiernan se sitúan, que abierta y explícitamente declaran su posición y [...]
27 julio, 2013
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
“Tener una profesión no es sólo tener un saber, sino profesarlo: defenderlo con un discurso que es finalmente político”. Eso lo leí en una entrevista con el título el arquitecto furioso. El entrevistado —el furioso— es Sebastián Gray, nuevo presidente del Colegio de arquitectos, pero de Chile. Gray se graduó en la Pontificia Universidad Católica en 1985 e hizo una maestría en el MIT. Es socio de BG arquitectos y ha sido curador del pabellón chileno en las bienales de Venecia del 2002, 2004 y 2010. También ha sido columnista en varios diarios y revistas. Pero no es sólo su curriculum lo que me llama la atención. Desde que leí la entrevista citada, empecé a seguir a Gray en tuiter.
Gray tuitea intensamente. Lo hace sobre asuntos arquitectónicos y urbanos, pero también señala al político que no se interesa por lo público, sea la arquitectura, el espacio o la política en el más amplio sentido —“quedan pocos meses para que se acabe este desgobierno”, se lee en un tuit reciente de Gray. Habla a favor de la igualdad de derechos para parejas del mismo sexo —es uno de los directores de la Fundación Iguales— o del de las mujeres para decidir sobre su cuerpo. En pocas palabras: toma posición, abiertamente. Se distancia de lo que no le parece; argumenta y critica.
¿Por qué habría de sorprenderme la actitud de Sebastián Gray? Simplemente porque es algo que acá no vemos. Es costumbre —al menos en lo que yo alcanzo a recordar— que los dirigentes de las asociaciones y colegios de arquitectos en México callen lo que piensan, que no tomen abiertamente una posición política y mucho menos que critiquen a los gobernantes. A decir verdad, al igual que la gran mayoría de los arquitectos. Aquí seguimos fielmente —y claro, no sólo entre arquitectos— aquella máxima de que el que se mueve no sale en la foto. Si llega a haber alguna crítica u oposición públicas del Colegio de arquitectos de México a acciones u omisiones de nuestros gobiernos, será mediante una carta que cumpla con todo el rebuscado formalismo a que obliga la retórica nacional: estimado señor ciudadano licenciado don fulano de tal, respetuosamente este Colegio de arquitectos le pide atender las demandas que nuestro gremio, siempre dispuesto a servir a la sociedad… o algo por el estilo.
El actual presidente del Colegio de arquitectos de México es Fernando Méndez Bernal. He buscado en la red tratando de conocer su punto de vista sobre distintos asuntos, tanto relativos a la profesión como a la ciudad, la política o, como suele decirse, la actualidad. No he encontrado mucho: algunas ideas sobre la vivienda —sin tomar una postura firme sobre el desastre que se fraguó en años recientes en ese asunto— y no mucho más. No tuitea, por ejemplo. Claro, podrá decirse que como yo no estoy colegiado no estoy al tanto de esa información. Pero tampoco estoy colegiado en Chile y me entero de lo que el presidente de su colegio piensa. ¿Por qué? Porque, supongo, Gray ha asumido un compromiso público —es decir, de nuevo, político— como arquitecto —más allá de su papel como representante del gremio. Cosa bastante poco usual en nuestro medio.
Muchas veces, hablando con amigos, se me ocurrió explicar la innegable calidad de la arquitectura chilena reciente como resultado, al menos en parte, de la existencia de una clase media consolidada y más: ilustrada. Ahora me doy cuenta de que construía una coartada: cualquier defecto de la arquitectura mexicana sería explicable por lo reducido de esa clase social y no sería responsabilidad directa de los arquitectos. Y no: si la arquitectura en México no anda tan bien como nuestro inflamado patriotismo afirma enfático en ciertas ocasiones, es porque los arquitectos muchas veces no asumimos nuestro papel: ni como técnicos especializados ni como críticos de las condiciones existentes. Callamos y, así, aceptamos, haciendo de la complacencia —ya lo he dicho antes— complicidad. Debemos entender —para citar de nuevo a Sebastián Gray— que “la buena arquitectura es la que se suma como una pieza más en un continuo de paisaje urbano y espacio público de calidad” y que “la arquitectura compromete una responsabilidad colectiva más allá de los atributos singulares de un edificio”. Y debemos hablar, tener una voz y una posición públicas.
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