11 junio, 2024
por Andrea Martínez
¿Qué hay en una estrella? Nosotros mismos.
Todos los elementos de nuestro cuerpo y del planeta
estuvieron en las entrañas de una estrella.
Somos polvo de estrellas.
Ernesto Cardenal, “Canto cósmico”
Crecí en Chimalhuacán a mediados de los 90. En aquellos años no había asfalto y en junio los lodazales y los sapos reclamaban con fuerza el pasado lacustre del municipio mexiquense. No es casualidad que algunas de sus vialidades tengan nombres como Los Patos, El Puerto o Embarcadero (también conocido como Encharcadero). Recuerdo que las noches eran de tocadas de rock urbano y disparos aislados. A la mañana siguiente era normal encontrar casquillos.
Una vez, en lugar de un cartucho, hallé un cadáver. Lo cubría una cobija San Marcos, aquellos tejidos famosos por sus imágenes de animales. En la calle desierta, su única compañía era un par de veladoras. Treinta años después, la violencia sigue en aquella ciudad dormitorio, a pesar del proyecto Nuevo Chimalhuacán, que iniciaron Antorcha Campesina y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) a principios de la década del 2000. Según el programa Semáforo Delictivo del Estado de México, Chimalhuacán ocupó en enero de 2024 el tercer lugar en homicidios y el segundo en feminicidios.
Chimalhuacán, localizado a 27 kilómetros de la Ciudad de México, está desprotegido, es sucio y su traza urbana la improvisaron los colonos que, a partir de la década de 1970, llegaron, como en busca de la tierra prometida, al desecado lago de Texcoco y a las faldas del cerro Chimalhuache. Según datos de Alejandro Envila Fisher (en Chimalhuacán. De ciudad perdida a municipio modelo, 2018), ahora 35% de las familias está dirigido por mujeres solas y el 65% de la población se dedica al comercio informal. Los comerciantes corren el riesgo de sufrir extorsiones, ya que, a inicios del 2024, el municipio ocupó el tercer lugar en ese delito.
A pesar de esta estampa, el municipio cuenta con el Planetario Digital Chimalhuacán, adscrito a la dirección de turismo municipal. Este observatorio es miembro de la International Planetarium Society y de la Asociación Mexicana de Museos y Centros de Ciencia y Tecnología. Además, colabora con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) y la Agencia Espacial Mexicana.
Las autoridades municipales inauguraron el planetario en 2018 y, en ese mismo año, la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) reconoció al planetario con una mención especial por la aplicación de tecnologías amigables con el ambiente. Hoy en día es el edificio más grande de su tipo en la región centro de México.
Ana Gabriela González Esparza, quien los fines de semana se dedica a la divulgación de la ciencia en el planetario, estuvo presente en la inauguración. Estudiante de Ciencias Espaciales en la UNAM, cuenta que en Chimalhuacán no había espacios de recreación y el estudio científico: “Visitar algún museo, invariablemente significa trasladarse a la Ciudad de México. Un viajecito de hora y media, mínimo. Que el planetario estuviera al alcance de todos sí me emocionó mucho.”
Por otro lado, Edgar Figueroa Arenas (a quien contacté por Zoom), ingeniero en Sistemas por el IPN y director del planetario desde 2018, opina que el planetario, hasta el momento, es uno de los grandes referentes en la zona: “Para toda la comunidad fue un gran avance. Incluso para cubrir necesidades tanto tecnológicas como de conocimiento. Nuestro principal objetivo es llegar a toda la gente que le interese o desconozca qué es la ciencia, no simplemente qué es un planetario. Ya era muy necesario para la parte oriente del Estado de México.”
La tarea de divulgación en el observatorio se realiza por medio de cursos y talleres. Así es como los visitantes al planetario han realizado cohetes hidropropulsados y nebulosas; juegan con fluidos newtonianos e, incluso, han convivido con Neri Vela, el primer astronauta mexicano en viajar al espacio: “Cuando vino Neri Vela, el reto fue llenar un auditorio con capacidad para 1,800 personas, y tuvimos cupo total. Esa vez, el planetario se trasladó al auditorio Acolmixtli Nezahualcóyotl.”
La arquitectura del planetario
El nombre oficial de este proyecto es Planetario Digital Chimalhuacán y lo realizó Cima Desarrollos. La estructura principal está compuesta por un armazón de acero expuesto, muros divisorios de concreto y, en el acceso al vestíbulo, se optó por una fachada modular de panel de aluminio y vidrio, fusión que combina robustez, movimiento y aprovecha la luz natural.
El diseño interior del planetario destaca por vigas joist de color negro, que contrastan por el blanco de los plafones decorativos, luminarias y elementos astronómicos, como los planetas del Sistema Solar que cuelgan del techo. Además, para añadir un toque que puede acoplarse al contexto urbano de la zona, se incluyó un grafiti elaborado por el colectivo Cría Kuervos, originario de Chimalhuacán, que narra la historia de la carrera espacial y algunos de sus protagonistas: Valentina Tereshkova y Yuri Gagarin, los primeros humanos en ir al espacio; o dos de los primeros animales que viajaron en una astronave, la perra Laika y la gatita francesa Felicette. Este mural es utilizado por los divulgadores como soporte para introducir a los visitantes en la historia de las exploraciones espaciales: “cuando estoy con los chicos de servicio social —comenta Ana Gabriela—, les digo que busquen un tema que les guste, que tenga que ver, a lo mejor, con el mural. A mí me gusta hablar sobre la Guerra Fría. Hay una parte del mural que dicen que se parece al Big Bang, entonces (los prestadores de servicio social) empiezan a hablar del Big Bang.”
El planetario tiene una forma cilíndrica que abraza la sala de proyección, con capacidad para 220 personas. Las butacas tienen una inclinación de 160 grados, lo que permite una visibilidad de 180 grados. Mientras tanto, el domo, de 18 metros de diámetro, cuenta con una pantalla integrada por 4 millones de megapíxeles. La empresa Kosmos Scientific fue la encargada de instalar la pantalla, de manufactura estadounidense, que ofrece proyecciones en calidad 4k.
El área total del acceso, con su vestíbulo y taquillas, es de 216 metros cuadrados. Alrededor de la sala de proyección, se distribuyen las 7 salas de exhibición en 440 metros cuadrados. De esta manera, la circulación de los visitantes es ambulatoria alrededor del domo: “Contamos —enumera Edgar Figueroa— con espacio para albergar exposiciones itinerantes y tenemos salas fijas: Sistema Solar, Meteoritos, Casa de la Tierra, Cosmonáutica, así como espacio para talleres, como de fases lunares o exoplanetas.”
El 5 de diciembre del 2018, la CMIC delegación Estado de México, entregó a Cima Desarrollos una mención especial en la categoría de Acabados “porque utilizaron un tipo de impermeabilizante especial”, comenta por medio de WhatsApp Yunuen Vázquez, asistente de Relaciones Públicas de la CMIC. Se trata del impermeabilizante Imperllanta, de la marca a3p, elaborado con llantas recicladas. De acuerdo con la CMIC, para impermeabilizar el planetario se reciclaron 300 llantas; con esta acción, la institución señala que Cima Desarrollos implementó el cuidado al medio ambiente.
En la cima
El planetario se localiza en la cumbre del cerro Chimalhuache. Durante siglos, esta elevación fue la principal fuente de recursos naturales de la región: minas de arena y de piedra de recinto, mantos acuíferos que abastecían a los pobladores, quienes, además, desde el periodo precolombino, hasta bien avanzado el siglo XX, solían cazar conejos, ardillas, aves y sembraban la milpa en las laderas y faldas del cerro.
El planetario se construyó sobre una superficie de 3,966 metros cuadrados, que en otro tiempo fueron terrenos ejidales: “Aquí era puro campo; tierras para la siembra”, explica una mujer desde su puesto de botanas, aguas y refrescos, localizado afuera del planetario, que está a lado de dos inmuebles igual de importantes: la Alberca Olímpica Noé Hernández y el Parque Ecoturístico Chimalhuache.
Figueroa Arenas desconoce confiesa que el acceso es difícil. Para llegar desde la Ciudad de México, en Pantitlán se debe abordar el Mexibús y descender en la estación Los Patos. Posteriormente, hay que tomar una Urvan con dirección al municipio de Los Reyes y bajar en la avenida Las Palmas, antes de llegar al viejo Chimalhuacán. Por último, subir a un camión con destino al planetario.
El ascenso es duro. El camión serpentea por avenidas estrechas. A la orilla del camino hay casas derruidas y a medio construir y algunos baldíos con maleza muerta. Mientras se avanza, en el horizonte se aprecia, lejano, el Valle de México a través de un velo semitransparente color sepia. Por fin, hay una cúpula enorme y marrón, que rompe el paisaje urbano: es el domo del planetario.
Ana Gabriela cuenta que a los vecinos de Nezahualcóyotl y Chalco se les dificulta llegar al planetario —aunque está a 30 minutos de distancia—, “porque está arriba del cerro, las calles no están planeadas y están muy mal cuidadas”. Derivado de estas condiciones urbanas, la divulgadora sufrió un atropellamiento al concluir su jornada en el planetario, en enero de 2024: “yo iba pegadita a la supuesta banqueta. Pasó un coche y me atropelló. Estoy bien, pero me pudo haber matado. No era como que estuviera cruzando la calle. Yo iba caminando por donde debería haber una banqueta. En general, todo Chimalhuacán está sin planificar.”
Más institucional, Edgar Figueroa reconoce otro inconveniente de la ubicación del planetario, localizado a 200 metros sobre el nivel del valle: “Por la altura, muchos visitantes se llegan a sentir mal, pero gracias a los cursos que hemos recibido de primeros auxilios, se ha podido solucionar. Aquí junto contamos con la alberca olímpica, y cuentan con un médico. Cualquier emergencia, estamos en colaboración.”
A pesar de las dificultades para acceder al planetario, hay días en los que reciben entre 2 mil y 3 mil visitantes. En 2024 llegaron 10 rusos: “Cuando llegó el primer ruso —añade Edgar Figueroa— fue un gran asombro. La primera consulta que le hice fue: ¿cómo supiste que era hasta acá? Como extranjeros, tal vez nuestra zona, que es un poco marginal, no sea tan recomendable.”
Es domingo, pasado el mediodía. Un grupo de aproximadamente 100 personas rodea a Ana Gabriela en la sala Casa de la Tierra: “Si un extraterrestre les pide la dirección del planeta Tierra para visitarnos, ¿qué le dirían?” —pregunta Ana Gabriela al grupo—. Nadie responde, sólo se oyen murmullos y risas discretas. “La dirección —continua ella— es la siguiente: junto a la galaxia de Andrómeda, está la vecindad Vía Láctea; en la calle Brazo de Orión se localiza la unidad habitacional Sistema Solar. En la casa número tres es donde vivimos: la Tierra” —se escucha una exclamación de sorpresa—. Con esa explicación, parece obvio y natural ubicarse en el universo.
El domingo próximo es muy posible que Edgar Figueroa, Ana Gabriela y “sus niños” de servicio social estén en el planetario, mostrándole un trozo de meteorito y explicándole el movimiento de rotación y traslación de la Tierra a uno de los 156,821 vecinos de Chimalhuacán con rezago educativo. Porque, como dice Ana Gabriela: “De nada sirve que hagas ciencias, que seas un buen científico e investigador, si no sabes cómo compartir lo que sabes.”