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El muro y el mural

El muro y el mural

8 diciembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

Los amantes del arte del mundo entero harán peregrinaciones al Instituto de Arte de Detroit para ver los frescos de Diego Rivera después de que los que hoy critican los murales estén muertos y olvidados o sean recordados sólo por su ceguera de cara a esa gran y poderosa obra de arte.

Esa fue una declaración de Albert Kahn, publicada en un periódico de Detroit el 22 de marzo de 1933. Diego Rivera había llegado a Detroit el 21 de abril de 1932, contratado por Edsel Ford, quien le pagaría 21,000 dólares por pintar el mural, aunque la decisión de comisionarle la obra fue de Wilhelm Valantier, inmigrante alemán que era el director del Instituto de Arte de Chicago. El encargo consistía en pintar 27 murales que mostraran la fuerza industrial de Detroit. Rivera visitó decenas de fábricas en la región con el fin de hacer estudios que luego emplearía en sus composiciones. La que más lo impresionó, dicen, fue el Complejo de River Rouge de Ford, que se construyó entre 1917 y 1928, cuando al inaugurarse era el conjunto fabril más grande del mundo. El arquitecto que diseñó River Rouge fue Albert Kahn.

Kahn nació en Prusia el 21 de marzo de 1869. Jerry Herron dice que Kahn “llegó a Detroit a los once años, acompañado de su madre y de cinco hermanos. Su padre, un rabino, había llegado antes a esa ciudad. Desde joven mostró talento artístico y, con la ayuda de su maestro, el escutor Julius Melchers, aseguró un puesto como ayudante en el despacho de arquitectos Mason & Rice.” En 1895 Kahn fundó su propia oficina y, según Herron, entre 1910 y 1930, cuando se dio el mayor crecimiento de Detroit, había realizado la cuarta parte de todos los proyectos de la ciudad. Al momento de morir, el 8 de diciembre de 1942 —mismo día que Diefo Rivera cumplía 56 años—, Kahn había construido más de 1900 edificios.

Henry Jonas Magaziner, que nació en Filadelfia el 13 de septiembre de 1911 y se graduó de la Universidad de Pensilvania en 1936, cuenta que el número de agosto de 1938 de The Architectural Forum fue dedicado por completo a la obra de Kahn. En ese momento, dice, decidió que debía trabajar en el despacho de Kahn. Tras el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, se incrementó la construcción de grandes fábricas para la industria de la guerra. En enero de 1942 fue contratado por la oficina de Kahn. “Ningún otro despacho de los Estados Unidos estaba mejor preparado que el de Kahn para diseñar plantas industriales orientadas a la guerra.” Magaziner dice que si bien las primeras obras de Kahn fueron realizadas siguiendo estilos tradicionales, “su reputación internacional —llegó a construir en la Unión Soviética— estaba basada en sus fábricas, modernas y funcionales.” Davide Leatherbarrow y Moshe Mostafavi escriben que “al describir el carácter espacial de los edificios de Kahn, sus contemporáneos utilizaban metáforas acuáticas o eléctricas: el espacio, como el proceso de ensamblaje y la luz del día, «fluían» sin interrupción: continua, constante y rápidamente. La metáfora puede ser más concreta cuando el «flujo» de la producción se relaciona a la organización del trabajo y al movimiento del capital: todas las restricciones que reducen la ganancia o el incremento son eliminadas.” Magaziner cita también una declaración del mismo Kahn:

El diseño arquitectónico del exterior será racional, interpretando las funciones del edificio y expresando, en materia de proporción, el romance de la industria. La belleza arquitectónica es en gran medida asunto de proporción y no requiere ningún ornamento para engrandecerla. No necesita ser cara o rebuscada con el simple propósito de parecer funcional, sino que debe ser directa, simple y honesta.

Para Leatherbarrow y Mostafavi, en el trabajo de Kahn o, más bien, en la diferencia entre sus proyectos industriales y el resto, se puede leer, sobre todo en los muros de sus fachadas, una diferencia profunda en toda la arquitectura moderna: aquella entre una lógica de producción y otra de representación. Los murales que Rivera pintó en Detroit buscaban representar un modo de producción, uno con el que no estaba de acuerdo: la explotación capitalista de los obreros. Cuando los murales se presentaron al público, fueron rechazados por grupos religiosos y por los más adinerados de la ciudad, quienes pidieron que se destruyeran. Ford y Walentiner los defendieron, así como Kahn, el arquitecto más prolífico de su época y el que más había construido para el sistema que Rivera criticaba —según Wikipedia en 1941, un año antes de morir, Kahn había ganado el octavo salario más alto en los Estados Unidos. Así el arquitecto de los muros desnudos, resultado de un sistema de producción, defendió los murales en los que un pintor criticaba ese mismo sistema.

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