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El magisterio de la buena ciudad

El magisterio de la buena ciudad

22 marzo, 2018
por Juan Palomar Verea

La ciudad se forma calle por calle, cuadra a cuadra. La suma de vialidades con sus banquetas y arroyos, de espacios públicos con sus plazas y parques, de vecindarios y barrios, de demarcaciones urbanas, conforma el ámbito vital de millones de habitantes. En ese medio la población se orienta y reconoce, desarrolla sus actividades cotidianas, en los mejores casos establece lazos de afecto e identidad.

Este último elemento, el de la posibilidad de identificarse positivamente con los diferentes contextos citadinos, constituye el aglutinador social que hace factible la vida en comunidad. A ello contribuye una imagen urbana razonablemente armónica, el cuidado de servicios e infraestructuras, la limpieza de banquetas y arroyos, y todo el cúmulo de acciones que transmiten inequívocamente la preocupación por la dignidad de la ciudad. Esta dignidad a su vez, funciona mediante una especie de ósmosis colectiva y contagia en quien la percibe el deseo de vivir en contextos adecuados.

La ciudad, por sí misma, constituye una pedagogía. Cuando las condiciones son adecuadas, la gente capta esa enseñanza de bondad y de orden, de respeto por los ámbitos comunes. La ciudad digna transmite un sentimiento edificante y solidario que surge de cada ciudadano, de cada habitante, y está destinado a todo el conglomerado citadino.

Pero también, en tantos casos adversos, se da una especie de antipedagogía, propiciada por el descuido y la incuria, por la ineficiencia de los servicios públicos, por la falta de compromiso de cada individuo para mantener el buen estado de los espacios comunes. De esos factores, el primero y ciertamente uno de los más perjudiciales, es la propensión a desechar la basura en la vía pública.

Cada habitante de la ciudad es un cotidiano productor de basura. Ante esta problemática, desde cada casa, cada negocio y establecimiento, desde cada ciudadano, es indispensable reforzar el magisterio de la ciudad: conservar su dignidad y prestancia, impulsar, día a día, las condiciones óptimas para el desenvolvimiento de la vida comunitaria. Esta es la mejor enseñanza, la mejor vía para la educación de todos.

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