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¡Felices fiestas!
27 julio, 2017
por Arquine
Ramón Xirau nació en Barcelona en 1924. En 1939, tras vivir un año alejado de sus padres en Marsella a causa de la Guerra Civil, ser reunió con ellos para venir a México. Entre sus muchos libros, en 1970 Xirau publicó uno titulado Ciudades, “breves reflexiones, imágenes surgidas de ciudades de Italia.” De ese libro, reeditado por el Fondo de Cultura Económica en el 2011, retomamos un fragmento en recuerdo del filósofo y poeta, quien falleció anoche a los 93 años.
«El ideal simétrico es reciente. Lo inauguró en buena medida el Descartes del Discurso del método, el Descartes que prefería las ciudades bien trazadas y los caminos rectos del bosque a las antiguas y desordenadas ciudades medievales o a las sendas serpeantes. Lo prolongó Le Nôtre en sus jardines medidos y razonados para que Napoleón lo convirtiera en el París de las perspectivas. Era necesario dompter la nature. Al domesticarla se al domesticarla se alcanzó la doble perfección de Versalles y las Tullerías, pero se cometió, textualmente, un error de perspectiva. Mirémonos en el espejo; todos sabemos que nuestra cara es asimétrica; todos sabemos que la composición artificial de una cara simétrica da resultados monstruosos. Pocos objetos naturales son, en cambio, simétricos: no lo son árboles, montes, ríos, ni los signos del Zodiaco que para nosotros bautizaron los griegos. El neoclasicismo es geometría plana. No lo es el arte verdadero que tiene en común, con las formas naturales, lo que solemos llamar vida. Una plaza asimétrica, aunque no sea natural, aunque sea labor de arte, es viva en cuanto su orden responde al orden rítmico y vivido de las asimetrías armónicas. En Italia, son múltiples las calles que desembocan en una plaza. Solamente una alcanza a armonizar exacta y asimétrica, ligereza, gracia y dignidad: la de la Signoria de Florencia. La presiden los escudos de los señores, la piedra dura, la solidez del palacio; la resguardan de intromisiones las calles angostas que a ella conducen. Pero una plaza debe abrirse y la plaza de la Señoría se abre: hacia el Bargello y, sobre todo, hacia lo alto, en el ascendente equilibrio de la torre que atraen los cielos libres. ¿Será por esta libertad que rezuma Florencia que ella fue cuna, tan centro y cuna, como lo fue Atenas?»