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El efecto Guggenheim

El efecto Guggenheim

3 noviembre, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog

En algún momento durante 1958, Wright preparó una serie de grandes perspectivas para demostrarle al patronato del Museo Solomon R. Guggenheim cómo las rampas y los muros del museo podrían acomodar pinturas de varios tamaños. En una de ellas, La obra maestra, una pequeña niña se recarga en el barandal y mira hacia el espacio de la rotonda. Antes de entrar a la reunión, Wright tomó un lápiz y agregó el yoyo con el que juega la niña, diciendo a sus aprendices, “chicos, nunca hay que perder el sentido del humor.”

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Con esa anécdota inicia Jack Quinan su breve recuento de la historia del Museo Guggenheim de Nueva York. Solomon Robert Guggenheim, el patrón y mecenas de la colección y el museo, no vio esa perspectiva, ni el edificio terminado, pues había muerto nueve años antes. Hijo de inmigrantes suizos, Guggenheim nació el 2 de febrero de 1861 en Filadelfia. Al igual que a sus hermanos, sus padres, que tenían una fortuna considerable, lo enviaron a estudiar a suiza, Solomon regresó a los Estados Unidos y fundó una compañía minera en Alaska y luego se hizo cargo de la Gran Fundición Nacional Mexicana, que su hermano David había establecido en Monterrey. Empezó a coleccionar arte desde finales del siglo XIX, pero sus gustos dieron un giro tras conocer, en 1926, a la baronesa Hildegard Anna Augusta Elizabeth Freiin Rebay von Ehrenwiesen o, para abreviar, Hilla Rebay, que estudió arte en París y Munich a principios de la segunda década del siglo XX y conoció y expuso junto algunos de los más notables artistas de las vanguardias de aquellos años. Rebay se volvió la consejera y curadora de la colección de Guggenheim. Ella organizó su primer museo, el Museum of Non-Objective Painting, en el 24 este de la calle 54. Ella fue la que le encargó en 1943 a Wright trabajar en el museo cuando aun no habían comprado el terreno de la Quinta Avenida, frente al Central Park en Nueva York.

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Quinan cuenta que la solución espiral que hoy conocemos la pensó Wright a finales de 1943, tras haber planeado primero un museo bajo y extendido. La mitad norte del terreno la compró Guggenheim en marzo de 1944 y el 27 de julio de 1944 aprobó los primeros bocetos de Wright y le autorizó seguir adelante con planos más detallados. Wright les presentó una maqueta del museo y en 1945 se compró la parte sur del terreno. Rebey y Guggenheim querían construir una estructura temporal en lo que se construía el museo, lo que llevó a Wright a cambiar su propuesta de modo que se pudiera construir primero una parte. Quinan también cuenta que hubo varios problemas pues el diseño de Wright violaba muchas normas de construcción de la ciudad. Además, “el entusiasmo inicial de Hilla Rebay por Wright y el edificio disminuyó considerablemente, aunque Wright insistió en construir el anexo como estrategia para meter el pie en la puerta.” El 3 de noviembre de 1949, sigue Quinan, Solomon Guggenheim murió a los 92 años “sin dejar instrucciones específicas sobre el encargo.”

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Los primeros años de la década de los cincuenta, Wright se dedicó a convencer a los herederos de Guggenheim y al consejo administrativo de su fundación, de las bondades de su propuesta y, sobre todo, de su viabilidad financiera: él mismo había planteado un tope en el costo de la construcción, de manera más o menos arbitraria, dice Quinan, de 2 millones de dólares, mientras que la propuesta más baja de los constructores a los que solicitó presupuestos, era de 3 millones, hecha por George Cohen de la Euclid Construction Company. En 1953 Hilla Rebay fue sustituida como directora de la Fundación Guggenheim por Johnson Sweeney, quien no resultó más fácil de convencer. A final de cuentas, la construcción empezó el 16 de agosto de 1956. Quinan cuenta que al año siguiente Wright debió defender su proyecto ante una petición, firmada por veintiún prominentes artistas, que argumentaban que el muro curvo e inclinado no era el idóneo para exhibir cuadros de manera apropiada —en lo que muy probablemente tenían razón. También siguió batallando con Sweeney sobre el color de los muros —éste los quería blancos, Wright color marfil— y el tipo de iluminación. El 9 de abril de 1959, Wright murió a los 91 años de edad —diez después de que hubiera muerto Solomon Guggenheim y dieciséis después de haber recibido el encargo del museo, pero seis meses antes de que se terminara e inaugurara el Guggenheim de Nueva York.

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