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El Eco a sus 60

El Eco a sus 60

9 octubre, 2013
por Christian del Castillo

Probablemente no ha habido nadie que, sin querer ser arquitecto, haya influido tanto en la arquitectura mexicana”[1]

Fernando González Gortazar.

A 60 años de la gestación del Museo Experimental El Eco, de Mathias Goeritz, con base y justificación formal en el Manifiesto de arquitectura emocional, es claro que su percepción sensorial y discurso espacial y estético, siguen dando pie a revisiones, estudios y critica, además de su gran aportación compositiva para la arquitectura en México en la segunda mitad del siglo XX, sin olvidar el gran número de arquitectos que fueron influenciados por su lenguaje emocional.

Aquel 7 de septiembre de 1953, en una acción protocolaria pre–inaugural, Mathias Goeritz, de 38 años de edad, hizo lectura de su propio manifiesto, como una acto de protesta hacia la rutina funcionalista de la época, y bajo la proclama “a mi no me interesa la arquitectura como funcionalidad, a mi me interesa la emoción que me produce”, reflejó la preocupación de un concepto inicial  llevado a la praxis arquitectónica.

Bajo esta idea, fiel creyente en la obra de arte total —Gesamtkunstwerk—, en la integración plástica como parte de un sentido natural del programa arquitectónico, así como en la estética del expresionismo alemán con base en la teoría de la Gestalt[2], complejidad y asimetría, y  en el Dadaismo, en el cual encontrará Goeritz el poder redentor de la creación artística como consecuencia a su intensidad de fe, vendrá a cuestionar la creación arquitectónica y el discurso moderno de época, así como la concepción teórica y practica en las artes plásticas, pero principalmente en la arquitectura encontrará posturas e ideas que, desde su punto de vista, deshumanizaran al hombre del contacto emocional y espiritual con la misma. Es así como Goeritz vendrá a huir de la temporalidad, generando un nuevo concepto, una nueva arquitectura, una sensibilidad en la forma y una responsabilidad frente a la sociedad a través de la arquitectura con el Manifiesto de la arquitectura emocional y con la edificación del Museo Experimental el Eco.

Teniendo a El Eco como objeto de estudio, su planteamiento inicial de una arquitectura emocional será el resultado de una nueva forma de percibir, recorrer, sentir y palpar elementos plásticos tangibles —sin función— en el espacio, contenidos dentro de una escultura utilitaria de escala monumental y de carácter arquitectónico, también no funcional.

A partir de la composición arquitectónica de El Eco, considero que el dispositivo que producirá la emoción en el espacio arquitectónico, actúa dentro de una lógica de excitaciones fisiológicas —a consecuencia de perspectivas forzadas, cambios de escala humana y constantes y marcados planos oblicuos en el espacio— que recibirá el sistema nervioso, mandando información al cuerpo y dando como resultado alguna situación de carácter emocional —ansiedad, placer, miedo— o una expresión emocional —sobresalto, expresión facial, postura y gesto—, según corresponda o nos situemos dentro del recinto laberíntico.

Tal método emocional de El Eco es vivencial y de reconocimiento del objeto arquitectónico. Éste método vivencial es una experiencia del espacio, sin limites determinados que nos rodean y donde la cognición del mismo se da a partir de la percepción de espacio-forma, y de cómo capta la atención por medio del encuentro de los volúmenes-espacio, en complemento con su relación de la Gestalt, en una suerte de hito arquitectónico.

Este último termino, vivencial, se puede definir como “la experiencia en el recinto arquitectónico,”  el cual Sven Hesselgren cita en su libro Los medios de expresión de la Arquitectura. “El hombre busca tener un recinto que pueda ser una gruta, un ramaje o la habitación de un edificio, no solamente como protección contra peligros reales o esperados y contra molestias como el frió, la lluvia, los enemigos, etc., sino también por otro motivos que generalmente han de ubicarse dentro del dominio de la sicología. La experiencia del recinto constituye un acto espontáneo y autónomo de percepción.[3]” El Eco es más que protección, más que un edificio y pertenece a una lógica sicológica dentro de la arquitectura de su época. La ”perspectiva” –—en un esquema tipológico y morfológico— es su mayor aporte compositivo a la arquitectura de México.

Es claro que la ideas del Eco y el Manifiesto de arquitectura emocional, marcaron una brecha y generaron una arquitectura más humana, pensada a partir del discurso y del acercamiento de la misma; una arquitectura escultórica, experimental, multidisciplinaria y abstracta, que requiere de una lectura más compleja y abundante —en el sentido de la reflexión del sitio y la contraposición de ésta a su época y al quehacer arquitectónico moderno. El legado de Goeritz continúa aún con resonancia y su eco en la historia de la arquitectura en México es una visión atemporal de una persona que, sin ser arquitecto, se preocupó más allá del hecho estético, y que por medio de un dispositivo emocional —en el que la arquitectura era el pretexto físico—, logró cimentar las bases para un discurso que vincula a la arquitectura con el hombre.

 


[1] González, G., Fernando. (1996): Mathias Goeritz. En: La arquitectura mexicana del siglo XX. CONACULTA, México, 365-366 pp., ISBN-968-29-9169-2

[2] El término Gestalt proviene del alemán y fue introducido por primera vez por Christian von Ehrenfels. No tiene una traducción única, aunque se lo entiende generalmente como “forma”. Sin embargo, también podría traducirse como “figura”, “configuración”, “estructura” o “creación”.La mente configura, a través de ciertas leyes, los elementos que llegan a ella mediante los canales sensoriales (percepción) o la memoria (pensamiento, inteligencia y resolución de problemas). En nuestra experiencia del medio ambiente, esta configuración tiene un carácter primario por sobre los elementos que la conforman, y la suma de estos últimos por sí solos no podría llevarnos, por tanto, a la comprensión del funcionamiento mental. Este planteamiento se ilustra con el axioma: el todo es más que la suma de sus partes, con el cual se ha identificado con mayor frecuencia a esta escuela psicológica.

[3] Hesselgren op. cit., pág. 312.

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