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1 diciembre, 2022
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Han pasado casi cinco décadas desde que Eduardo Terrazas, arquitecto y artista plástico, inició la monumental serie “Cosmos”, conformada por croquis, pinturas y textiles. “No he terminado. Llevo aproximadamente 600 imágenes. Podrías decir que llegará al infinito”. Todo el conjunto es, en sí mismo, la reflexión detenida que su creador ha hecho en torno a la disciplina en la que se formó, a la geometría y las artesanías. Ahora presentada por la editorial Hirmer, Cosmos da cuenta de lo que Terrazas ha pensado, pacientemente, sobre su propia práctica.
“Lo que intento es relacionar el arte con las matemáticas, la ciencia y la filosofía. Lo que hace falta es que el arte tenga relaciones interdisciplinarias. Eso es lo que produce belleza. Nos hemos olvidado de mirar, ya no sabemos hacerlo. O bien, no se trata de saber mirar. Nos encontramos en una crisis de no-mirar. Me gustaría llamar a esta crisis, poéticamente, una crisis de la belleza. Porque creo que la belleza te muestra la verdad. La geometría pertenece a todos. Es tuya y mía”.
En su estudio de la colonia Roma, Terrazas narró los inicios de lo que él describe “las posibilidades de una estructura”. “Cosmos” empezó a formarse, aunque no todavía con esa intención, desde que estudió arquitectura en 1953. Teniendo como maestros a Villagrán García, Augusto H. Álvarez, Ramón Marcos o Pedro Ramírez Vázquez, la arquitectura es el campo mediante el cual Terrazas comenzó a desarrollar su lenguaje plástico. “Toda la vida he reflexionado sobre la geometría. La geometría es el lenguaje que tenemos los arquitectos y que compartimos con la pintura, con la naturaleza”. De hecho, la obra empezó como un croquis arquitectónico ajeno al color.
“El color vino por mi relación con las artesanías. Trabajé con Fernando Gamboa en una exhibición inaugurada en Leningrado en 1960. Había un salón grandísimo de artesanías: ahí vi todo su colorido. Me fascinó. El lenguaje de color lo saco de los árboles de la vida o las tablas huicholas.”
Después del trazo de un número considerable de croquis, Terrazas llegó a una síntesis geométrica a la que fue dándole significados. De aquel núcleo comenzaron a nacer expansivamente ejes y paralelas que se han ido modificando en un juego de extracciones y adiciones que representan siempre lo mismo: una bóveda celeste surcada por ejes X y Y, por las fuerzas que mantienen el equilibrio del universo. Todo está encerrado por un círculo: el centro de la tierra. “Un diagrama del cosmos”, afirma Terrazas. Desde entonces, las referencias que el pintor ha tenido en mente para la elaboración de “Cosmos” han sido Vitrubio, Galileo y Brunelleschi. Posteriormente, “Cosmos” fue mostrada a Hans Ulrich Obrist, quien sugirió que Terrazas charlara con el matemático Marcus Du Sautoy, quien acudió al estudio del artista para hablar sobre el infinito.
El lenguaje plástico de Terrazas podría representar un contrapunto a su formación arquitectónica. “Hice una exhibición en Bellas Artes con el artista huichol Santos de la Torre, llamada ‘Tablas’, en 1972. Ahí empecé a usar la hebra de lana en las obras”. Esta aproximación a un lenguaje que los arquitectos han relegado al ornamento forma parte de su profesión. En 1962, Terrazas trabajó con la firma Candilis Josic Woods. Con ellos, hizo “un sistema para las secundarias de Francia; el concurso de la Universidad Libre de Berlín, que ganó el premio y que se construyó. Cuando viví en Roma, fui a las casas de Nervi. En Roma uno se debe meter a la arquitectura del mundo”. En un contexto en el que la arquitectura sólo habló de funcionalidad, Terrazas comenzó a incorporar técnicas textiles huicholas. Sin embargo, para él ambas cosas no son exluyentes. “Una sola línea puede tener función y relaciones con otras líneas. La chaquira, la hebra de lana y los tejidos son matemáticas puras”.
Este lenguaje podría equipararse al de Mathias Goeritz, por su aproximación al color y a las expresiones vernáculas de México, y a quien Terrazas conoció cercanamente. Pero para el artista, la emoción no era su estilo. “Yo más bien era griego o renacentista. La emoción es la que le dio Goeritz a su arte cuando llegó a México. Nos conocimos mucho con la Olimpiada Cultural de 1968”. Este importante evento involucró a artistas, diseñadores y editores para organizar un programa cultural que avanzara en paralelo a las actividades olímpicas de las que fueron sede la Ciudad de México. Terrazas propuso una síntesis de todos los lenguajes gráficos y plásticos, exhibidos en el Pabellón de la Trienal de Milán.
“México 68 refleja todas las posibilidades de una estructura, y para el pabellón participó muchísima gente. Entre ellos, el arquitecto Ramírez Vázquez. Hicimos las cosas en su oficina personal, en el Pedregal de San Ángel. Yo, antes de eso, trabajaba en Nueva York. Ramírez Vázquez me llamó para que regresara a México para hacer la imagen de la Olimpiada Cultural”.
Terrazas piensa en el logotipo como cuatro círculos fragmentados, que se transformaron en la planta de la pieza que se envió a la Trienal. Asimismo, se citó en el diseño una tabla huichola, por sus patrones geométricos. “La tabla la compré yo, la llevé a la oficina y empezamos a hacer la geometría. El logotipo y el pabellón es pura geometría”. El registro que se tiene de este pabellón son las fotografías que se tomaron el día de su inauguración. Al día siguiente, los estudiantes tomaron la instalación en protesta. “No se vio por nadie”, recuerda Terrazas. La maqueta está en el MoMA.
Pero, al igual que en “Cosmos”, que cuenta con algunas piezas firmadas por Eduardo Terrazas Arquitectos y otras donde se integran los lenguajes artesanales, el pabellón unifica las artes gráficas y las geometrías huicholas. “Yo no diferenciaba entre arquitectura y urbanismo”, afirma. Lector de filosofía clásica, Terrazas opina que la Olimpiada Cultural fue una suerte de diálogo platónico. “El diálogo fue con Ramírez Vázquez, con un muchacho llamado Lance Wyman, con Beatrice Trueblood, quien hizo todas las publicaciones de la Olimpiada. Ella ya había venido a México a hacer un libro sobre el Museo de Antropología y Lance fue invitado por mí. Ambos trabajamos con George Nelson. Al equipo también se sumaron los escritores Jorge Ibargüengoitia y Juan Vicente Melo para los programas culturales. Todo el cosmos.”
Terrazas inició la charla hablando de una crisis de la mirada, para él provocada porque “estamos mirando el teléfono. En el marco del teléfono estamos decidiendo todas las cosas”. Pero ver, por ejemplo, los árboles, implica saber que “todas las hojas de los eucaliptos son diferentes, pero también iguales: misma estructura, mismo tamaño, mismos colores. Se colorean en el otoño, se ponen amarillas. Eso pasa en todo el mundo, pero los amarillos son diferentes. La raza humana también: todos somos, al mismo tiempo, iguales y diferentes.”
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