Inflexiones: convertirse en lo que aún está por ser
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22 julio, 2013
por Andrea Griborio | Twitter: andrea_griborio | Instagram: andremonida
¿Acaso la idea de un proyecto público concursado y construido es la quimera de la arquitectura latinoamericana? De la sobremesa con varios despachos jóvenes de arquitectura en México sobresalen, entre muchos temas, la falta de concursos, la asignación de proyectos públicos, el dilema ético entre aceptar la encomienda y tener la oportunidad de hacer ante la idea de permanecer a la espera del encargo ideal. Este es el tema que ha ocupado las bandejas de entrada de muchos de los arquitectos mexicanos, de sus páginas web, y de las juntas selectivas de amigos del gremio. La nueva arquitectura mexicana no se concursa – tampoco la de años atrás – y los pocos concursos de proyectos públicos que surgen padecen de entrada de vicios que difícilmente permiten que lleguen a su fin libres de polémicas y exentos de un sinfín de cuestionamiento. México, un país referente en América Latina en temas de arquitectura, paradigma de la arquitectura moderna, puntero en arquitectura contemporánea y modelo en el desarrollo de proyectos de gran escala hechos en colaboración, es peaje obligado de quienes vuelcan su mirada sobre la arquitectura de las Américas, sin embargo, padece de los mismos males que muchos de sus vecinos, los proyectos públicos de gran relevancia comúnmente son designados bajo un sistema autoritario donde el dedo y la conveniencia son el sistema a priori de ejecución pública.
De la sobremesa con varios despachos jóvenes de arquitectura en Venezuela, el tema que destaca es en los concursos en los cuales han participado, están participando y van a participar. No hay la posibilidad de que te asignen un proyecto, por que los proyectos que llegan a hacerse son pocos, o ninguno. Venezuela es el país donde la polarización política y social es la prioridad en la agenda cotidiana y su arquitectura aun vive de las glorias que la abundancia del oro negro permitió hace 60 años a la modernidad. En la Venezuela de hoy, los arquitectos hablan de concursos como los únicos escenarios de participación, sin la opción de que te pueda llegar el encargo. Hay tiempo para concursos, para generar y participar en la discusión que estos construyen, entendiendo el concurso como lo definiría el maestro Humberto Ricalde, como “un instrumento para recoger en un momento específico el pensamiento de un grupo amplio de arquitectos”. Así, hacer concursos en Venezuela es la terapia, aunque quizás nunca se llegue a la cura. Los jóvenes despachos de arquitectura en Venezuela confían en el concurso como plataforma. Buscan, participan, ganan o pierden y no pasa nada. Es muy probable que no sea eso lo que se construya. El año pasado el convertir en parque metropolitano el área que ocupa el aeropuerto urbano de la Carlota -en el centro geográfico de la ciudad de Caracas- fue tema para un doble concurso, el de los buenos y el de los malos (oficialismo y oposición sin orden respectivo) ambos se convocaron y realizaron, sin que ninguno de los dos tenga intención o posibilidad de ejecutarse. En el pasado programa de La Hora Arquine, AGA estudio nos decía que “el concurso es la herramienta más democrática para hacer ciudad”, como ganadores del concurso de la campaña para la promoción del uso de la bicicleta en la ciudad de Caracas, entienden que el primer paso es concienciar en la ciudadanía las posibilidades que se tienen para la construcción de una mejor sociedad.
Pensar en el concurso como la estrategia de selección de los proyectos públicos en nuestras sociedades, puede que sea parte del realismo mágico que las caracteriza. Sin embargo, la actitud frente a nuestra realidad pasa por cuestionar los procedimientos, generar los escenarios y tomar las oportunidades, sin esperar soluciones únicas que apelen al buen gusto – estético o de amistades – de aquel que designa.
Imagen: Concurso Proyecto Parque La Carlota | Venezuela
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