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Columnas

El Balcón: de trastero a escenario.

El Balcón: de trastero a escenario.

31 enero, 2019
por Maximillian Nowotka | Twitter: mnowotka | Instagram: mnowotka

Los balcones, comúnmente, son entendidos como extensiones del interior hacia el exterior que permiten una interacción con la vida cotidiana que sucede en la calle. Son definidos, normalmente, como espacios de intercambio entre lo doméstico y lo público, espacios amigables, de convivencia e interacción.

El ´balconeo´, término utilizado en décadas pasadas en algunos países sudamericanos, no era más que la estrategia de las jóvenes de ser coqueteadas desde la calle hacia el balcón por sus pretendientes, en la que prácticamente se rememora la escena de Shakespeare en Romeo y Julieta en 1597.

También, el balcón es hoy en día un espacio dispuesto para atender actividades domésticas, tender la ropa, colocar los aparatos de aire acondicionado, colgar una vieja bicicleta, lugar de congregación para fumadores, muchas veces utilizado de trastero o cuarto de servicio, el balcón se convierte en una especie de ventana sin paredes de la propia edificación, y aunque presente, para muchos es, en la mayoría de los casos un espacio inadvertido.

No obstante, en otro orden de ideas, el balcón también constituye un elemento arquitectónico decisivo para el poder, un espacio para la figuración y la exposición. Son muy pocos los políticos o caudillos que no se hayan hecho aclamar desde este pequeño lugar. Desde Perón en la Casa Rosada, Chávez en el Palacio de Miraflores, el Papa Juan Pablo Segundo junto a Pinochet en aquella polémica imágen desde el Palacio de la Moneda, aquel balcón temporal en el ayuntamiento de Viena donde Hitler se dirige a las masas y que luego sería reconstruido en piedra para inmortalizar dicho acto, hasta las ceremonias presidenciales del Grito de Dolores en el Zócalo de la Ciudad de México, por mencionar algunos ejemplos en los que este diminuto elemento se convierte, al menos momentáneamente, en un espacio notable para la ciudadanía.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, los balcones pasan desapercibidos, pese a que son partícipes y testigos de la vida cotidiana de nuestro entorno, desde pequeños e insignificantes momentos personales y familiares, hasta de grandes escenas y momentos que marcan la vida de una ciudad.

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