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27 septiembre, 2013
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Pocos nombres a lo largo de la arquitectura pueden generar más controversia que Giuseppe Terragni. Arquitecto italiano, nacido en 1904, desarrolló la mayor parte de su trabajo en su ciudad natal, Como, al norte de Italia. Desde allí y con apenas un puñado de obras se convertiría en uno de los máximos personajes de la historia de la arquitectura. Pero la polémica que persigue su figura se debe a su posicionamiento político. Abiertamente adscrito al fascismo italiano funda el Grupo 7 en 1926 donde exponen y defienden el Racionalismo italiano. Este hecho lleva siempre asociada la pregunta de si una obra de arquitectura puede ser juzgada fuera de su ideología. Sea como fuere no podemos saber cómo habría sido la figura de Terragni después del fascismo. Terragni moría en 1943 tras volver de la guerra y, según se comenta, como consecuencia de la desilusión por la guerra. Su carrera sólo duraría 13 años dejando tras de sí edificios como la Casa del Fascio, uno de los más destacados edificios de aquel periodo y que analizaría y defendería Peter Eisenman en su libro: Giuseppe Terragni: Transformations, Decompositions, Critiques.
Como parte de la serie de “Ejemplos ejemplares” de arquitecturas relacionadas con el tema de la Revista Arquine No.65 | Espacios de Aprendizaje y que sirven para acompañar a los ejemplos que ahí se recogen nos acercamos con este texto a uno de los proyectos más destacados del arquitecto italiano: el Asilo Sant’Elia, cuyo nombre homenajea al arquitecto futurista y que es, al mismo tiempo, uno de los máximos referentes de Terragni.
El proyecto del Asilo, aún en uso, empieza en 1936 y se inaugura un año después. Este trabajo representa un ejemplo importante para la arquitectura italiana de aquel momento que trataba de hacer valer su carácter funcionalista, criterios que hacen que esta pequeña escuela de color blanco y cubierta plana contraste y destace respecto de su contexto no sólo por su aspecto sino girándose respecto de la trama urbana y que parece una búsqueda para sacar el máximo provecho de la insolación. Sin embargo, este efecto permite al edificio tener una mayor presencia respecto de la calle y del resto de edificios adyacentes pese a su menor altura.
Su planta en forma de U organiza los distintos volúmenes en torno a un patio central siguiendo una organización que divide al cuerpo en tres partes –cosa que ya había repetido en otros proyectos anteriores – dos laterales, que recogen, respectivamente, las aulas y las zonas comunes como comedor y los baños, unidas por una banda central donde se encuentra el acceso. Estos tres elementos se organizan en torno a un enorme patio que hace las veces de zona de juegos de los niños. Allí se encuentra uno de los aspectos más importantes del proyecto: la presencia de la naturaleza, potenciada gracias al destacado uso de la transparencia a través de un importante y destacado uso de lleno y vacío de los muros que crean una significativa relación entre interior y exterior.
Su estructura, fuertemente racionalista y organizada en forma de retícula, no priva a Terragni de una fuerte plasticidad. El arquitecto hará uso de lo que llamaba “muro laminar” un concepto en que éste era tratado como una una piel que se despliega del volumen original y que permite, con estos desplazamientos construir un mayor dinamismo respecto de la estructura y que le permiten crear elementos y espacios, como los toldos para la protección solar del interior, sin por ello negar la lógica que estructura la obra. Con esta pieza Terragni juega siempre entre varios elementos: el lleno y el vacío de los muros, la transparencia y la opacidad, lo interior y lo exterior, lo natural y lo artificial e incluso el orden reglado y la plasticidad a través de un sistema muy claro que no impide la libertad, un conjunto de normas que establecen cual ah de ser la relación de los elementos que constituyen el edificio.
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