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Dos obras a proteger con urgencia

Dos obras a proteger con urgencia

20 enero, 2016
por Juan Palomar Verea

Publicado originalmente en El Informador

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Dos “nuevas” obras de Luis Barragán confirmadas. Se trata de dos casas que fueron propiedad hermano del del arquitecto, el ingeniero Juan José Barragán Morfín. Posiblemente, como en otros casos, se trató de colaboraciones entre los dos hermanos -en las que siempre Luis Barragán llevaba la batuta arquitectónica. Juan José fue un extraordinario constructor, y un ingeniero que también sabía proyectar estupendamente. Sin embargo, fue Luis quien –hasta antes de independizarse- era el proyectista del despacho de Juan José. Cuando Luis emprendió su propio camino, hacia 1927, su lugar fue ocupado por otra gran personalidad de la Escuela Tapatía: el arquitecto Pedro Castellanos Lambley. Sin embargo, la colaboración entre los hermanos Juan José y Luis Barragán se repitió después, como en el caso del Parque de la Revolución de 1935.

Los datos de las dos casas de que se hablará a continuación fueron aportados y confirmados por el ingeniero Hugo Barragán Hermosillo, hijo del ingeniero Juan José, y alguna vez habitante de ambas.

Juan José Barragán y su familia vivieron primero en la casa situada en la esquina suroeste de avenida La Paz y Progreso. Su factura debe datar de 1925, y su lenguaje es similar al de las obras de esa etapa precisa (casas en Liceo, en Pedro Loza y en La Prosperidad). Actualmente está a la venta, y ha sido maltratada. Sin embargo los daños son reversibles y, bien restaurada, puede pasar a ser otra obra de presumir del acervo barraganiano. Y puede servir de muchas cosas: casa, departamentos, comercio bien pensado, oficinas inteligentes…

La otra casa en donde vivió la familia Barragán Hermosillo está ubicada en la misma manzana, sobre Lerdo de Tejada número 1954. Actualmente es una notaría, y aparenta guardar un estado aceptable, aunque con ciertas alteraciones. Debe datar de 1940 y su lenguaje corresponde fielmente al de esta parte de la carrera de Luis Barragán, cuando ya se despedía de su período intermedio, más apegado al funcionalismo, pero con un sello personal inconfundible que en esta casa puede leerse. Habría que reponer la barda exterior y cambiar la pintura (actualmente “a la Barragán”) por el blanco original. Y en el interior, hacer lo necesario (existe la documentación). Cabe decir que, como es sabido, las notarías son prósperos negocios, y pueden permitirse restaurar correctamente sus locales, y aún presumir de ellos, lo que les agregaría una ventaja comparativa y devolvería a los tapatíos un orgullo más. Si el señor notario, como parece, es una persona culta y sensible, lo anterior es más que posible.

Y, ya que estamos por el rumbo, habría que hablar del hotel que ocupa dos casas de Barragán en la esquina surponiente de La Paz y Colonias. Están maltratadas y en parte transformadas, pero todo es reversible. Falta que el señor hotelero, que se advierte también  próspero, se sensibilice ante la importancia de la obra de arte que ocupa y ante la enorme ventaja de tener un hotel de la mano del mayor arquitecto mexicano de todos los tiempos. Y falta que las autoridades concernidas (INBA y Secretaría de Cultura de Jalisco) hagan su parte del trabajo y, como en los dos casos anteriores, ofrezcan todo su apoyo y asesoría a los propietarios. El municipio, sin duda, se sumaría con los estímulos respectivos.

De esta manera, en unos cuantos metros, Guadalajara, México y la comunidad arquitectónica internacional recuperarían tres obras, tres testimonios preciosos del maestro absoluto de la arquitectura contemporánea en el país, y uno de los más apreciados en el extranjero. Sobra decir desde hace cuántos años una acción así hubiera sido aplicada en ciudades conscientes de su patrimonio de todo el mundo. No debemos ser menos.

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