5 marzo, 2012
por Arquine
“Los pensamientos del sistema resultan ineficaces para entrar en contacto con lo real, no permiten la comprensión ni dan la medida de lo que sucede en los contextos y en los conflictos culturales”
Edouard Glissant
por Pilar Pinchart /@skfandra
1. Sobre el trazado originario ceremonial Mexica, se funda en estilo Barroco la colonización española, en un acto físico de mestizaje.
El concepto de migración se vincula al de hospitalidad. La hospitalidad de los pueblos es precepto en todas las religiones. El fallecido arquitecto y poeta chileno Ignacio Balcells –de apellido catalán y nombre castellano por cierto– establecía una hermosa relación entre el héroe homérico Odiseo (Ulises en su traducción romana) y la figura de Cristo en los evangelios, en sincronía con Glissant, quien escribe que la literatura épica es la narración del fracaso. Ambos héroes occidentales encarnan a hombres que fracasan y emigran para finalmente regresar a su tierra y enfrentarse a su destino. Odiseo, luego de ganar Troya mediante un subterfugio, lo cual en estricto rigor no es realmente una victoria militar, por lo tanto es un fracaso, sólo es reconocido por su perro. Luego de su peregrinaje, Jesús es crucificado, y los primeros cristianos que llevaron La Palabra desde Israel a Europa, martirizados.
Ambos héroes sobre los cuales se funda nuestra cultura, tienen como misión –desde Zeus en un caso, y Dios, en el otro– de investigar y conocer la hospitalidad de los pueblos. Odiseo descubre que al permanecer en una tierra que no es la propia eternamente se pasa de ser huésped a prisionero, y Jesús ordena a sus discípulos denunciar y sacudirse el polvo de los zapatos de los lugares donde no se recibe hospitalidad –el polvo de los zapatos simboliza a los muertos y antepasados del lugar que debes expulsar lejos de tu recuerdo–. La condición hospitalaria tiene límite, así como la condición de huésped, el recuerdo de la patria lejana produce el intercambio cultural: se repiten en la nueva tierra los cantos, ceremonias, vestuarios y costumbres, sin el regreso a la patria original. Todos los inmigrantes se vuelven prisioneros, su raíz queda absorbida y la vida se construye lejos. Un inmigrante es ,con el paso del tiempo, un hombre peligroso, apátrida.
2. Tassel House, Bruselas (1893-1895). Victor Horta. Esta denostada obra introduce la asimetría en la arquitectura occidental, es la primera planta de ordenamiento asimétrico de la historia. Desde las ilustraciones y acuarelas japonesas llegadas a los puertos franceses a modo de envoltorio de especias y mercancías, la asimetría de la ilustración japonesa, así como su composición de planos pictóricos, cambiarían el arte occidental (esto es, europeo) para siempre.
No existe ninguna operación política tan dinámica –ni económica, ni militar– que pueda alumbrar soluciones al erróneamente llamado “problema de la inmigración” por una razón sumamente simple; los seres humanos, –al contrario del atavismo religioso heredado que vincula al ser con territorio– no poseemos una raíz única que permita definir realmente una identidad cultural particular. Somos la suma de raíces mixturadas en una movilidad continua. El hombre es dinámico y móvil, esto ha producido la historia tal como la conocemos, la movilidad voluntaria del migrante importa desde su origen y cultura propia, versus la movilidad forzosa del migrante desnudo, que es despojado de todo lo que le pertenece e identifica. Este es el caso de Jesús y de Odiseo, por ejemplo, pero también de los esclavos africanos despojados de toda su identidad en el barco esclavista, que han fundado las bases de la actual Norteamérica.
La hospitalidad real, tanto en la Biblia como en la Odisea –ambos textos atávicos, vinculados a un lugar específico, y base de una cultura mediterránea que las tres Américas hemos adoptado como propia– sólo se dirige hacia los pobres, y no hay nadie más pobre que aquél que no tiene patria. Del mismo modo, es precepto musulmán dar hospedaje a quien lo pida por un máximo de tres días, en tres días el necesitado que llega tiene tiempo para reconocer el lugar, y encontrar algo en qué emplearse, pero jamás se puede negar el cobijo.
Vivimos en un marco de pensamiento equivocadamente fundado en la identidad, derivado del atavismo propio de la aterradora fijeza del territorio, y de la atávica promesa religiosa de una tierra que nos pertenece y a la cual pertenecer. Sin embargo, los pueblos y los hombres somos nómadas desde el origen, la historia no es sólo el relato del pasado sino que es proyectiva porque imagina un mundo que existirá y que da la razón optimista por la cual el hombre emigra: para la construcción de la historia, una historia de continua influencia y disolución cultural.
3. Pabellón Phillips. Expo Bruselas 1958. Le Corbusier, Ian Xenakis. Siempre se habla de la influencia del movimiento moderno en America latina, mientras Europa piensa la arquitectura, envuelta entre guerras y crisis económicas, America Látina, Brasil y Venezuela específicamente, la construyen, luego de la visita a Rio, la arquitectura de Le Corbusier, se vuelve curvilínea, se acerca a lo sensual. Le Corbusier mismo era Suizo y su vida profesional se desarrolla en Paris, Xenakis es rumano, de ascendencia griega, y reside la mayor parte de su vida, también en la capital francesa.
Es cierto que los fenómenos se agudizan produciendo un marco en el cual la acción de la tolerancia –o la piedad que es más o menos lo mismo– se dificultan, sobre todo cuando la interpenetración cultural y lingüística, como podría ser el caso del spanglish, que es una lengua mestiza, una nueva lengua en formación que sintetiza dos lenguas indoeuropeas (con raíces etimológicas comunes), activan los fantasmas de la idea de pureza, encendiendo una llama difícil de contener, olvidando el propio origen migrante, y por lo tanto impuro, resultante de una mezcla incalculable de etnias, lenguas y culturas originarias, alejadas en un rastro sanguíneo de linajes imposibles.
El mundo es diverso, mientras antes lo entendamos antes lograremos vivir juntos, la cuestión central, tal y como la plantea Glissant es algo que todos sabemos: “cómo ser uno mismo sin sofocar al otro, y cómo abrirse al otro, sin ahogarse uno mismo”. La arquitectura, ya lo dijo Mies van der Rohe –de quien por cierto podría decirse es quien más ha hecho por la vivienda social–, no puede resolver los problemas que la sociología –y agregaría la política– no resuelven. La arquitectura mantiene una fijeza, una relación con la fijeza, con la aterradora y temible territorialidad, y la buena arquitectura es extremadamente particular, pues establece parámetros modélicos desde la singularidad pura, elaborada sobre preguntas concretas y soluciones específicas, todo lo demás, es especular.
4. Mies van der Rohe, Lake Shore Drive, Chigago (1951).
5. Lafayette Park House. Mies van der Rohe. Detroit 1956,, Emigrado a América desde Alemania a los 50 años, gracias a Philip Johnson, cuando se encontraba desempleado y agobiado por la mas absoluta pobreza, Mies van der Rohe dio a Estados Unidos su unidad formal y tipológica, un “estilo” nacional, identificable, la identidad y unidad arquitectónica de la que aún rentabiliza, asumiendo a Mies como un “American Architect”.