José Agustín: caminatas, fiestas y subversión
La Ciudad de México, entendiéndola como una extensión territorial que abarca tanto al centro como la periferia, fue dura, sinónimo [...]
27 agosto, 2021
por Christian Mendoza | Instagram: christianmendozaclumsy
Debajo del guante de un soldado se esconde una pequeña pistola que forma parte de su propio antebrazo. Una especie de escriba mira un cuaderno y su brazo izquierdo es una pluma fuente que secreta la tinta necesaria para su labor. De la cañería de una ciudad se expulsa un río con todo y sus cocodrilos. Otra ciudad queda montada sobre un arcoíris. Una más se instala, frágilmente, entre dos peñascos: pareciera estar sobre los hilos de una telaraña. Sobre el significado de los libros como objetos, Cuauhtémoc Medina apunta que “sostenemos, de manera colectiva, un objeto hecho con hojas de papel adheridas por un costado como depositario del conocimiento universal.” Las enciclopedias complejizan esta descripción, ya que pretenden ordenar el mundo desde los parámetros de lo objetivo. El conocimiento universal adopta un punto de vista específico: el del científico que recopila la flora, la fauna, las formas de vestir, la historia y la política para representar una idea que se plantea al lector como la imagen de todo el mundo. Sin embargo, el Códex Seraphinianus, que contiene algunas de las imágenes antes descritas, cuestiona a la enciclopedia como herramienta que vuelve visible al mundo como totalidad. Incluso, ironiza con las tecnologías que las enciclopedias suelen describir.
Su autor, Luigi Serafini, nació en Roma en 1949 y está formado como arquitecto y diseñador industrial. Algunas de sus piezas, como una mesa de vidrio y una línea de sillas, se pueden encontrar en Google y se presentan como mobiliario austero pero elegante, en la línea del funcionalismo moderno. Pero su producción de objetos utilitarios para el mundo real surgió a la par de sus ideas más especulativas. En un breve texto introductorio para la edición del códice hecha por Rizzoli, Serafini recuerda: “Para sobrevivir colaboraba esporádicamente con varios arquitectos y así la precisión del dibujo técnico y la profundidad del negro de la quina contagiaron las ilustraciones del Códex.” Realizado entre 1976 y 1979, y publicado por primera vez en 1981 (exactamente hace 40 años) por Franco María Ricci , el Códex Seraphinianus es descrito por su propio autor como una enciclopedia. El interior de sus páginas pareciera estar organizado por capítulos, algo que se puede inferir por las ilustraciones. En algunas páginas se concentran láminas que parecieran referirse a botánica y geología. En otras, vemos dibujos que capturan algunos rituales políticos.
¿Estamos ante el trabajo de un naturalista del siglo XVII o XVIII, ante un libro que codifica al mundo? Como enciclopedia, la creación de Luigi Serafini no posibilita el conocimiento. Todas las ilustraciones están acompañadas por una caligrafía indescifrable a la que nadie puede acceder. Por otro lado, los distintos objetos y civilizaciones que se recopilan en sus páginas no son representaciones estables, ni en lo gráfico ni en lo simbólico. Las tecnologías que aparecen en el códice se hibridizan con los cuerpos que las utilizan y con las ecologías donde se instalan. En un texto titulado “La enciclopedia de un visionario”, Italo Calvino señala que “Serafini cree en la contigüidad y la permeabilidad de todo territorio del existir. Lo anatómico y lo mecánico intercambian sus morfologías“. Agrega que en las páginas del Códex, “el cemento se acopla a lo geológico, lo heráldico a lo tecnológico, lo selvático a lo metropolitano, lo escrito a lo viviente”. Un ejemplo de esto, enfatizado por Calvino, es “el hombre de la calle o el hombre-calle, con su traje de asfalto adornado con la franja blanca de la señalética”.
Luigi Serafini ha tomado algunas posiciones respecto a la utilidad de las cosas, ya sea herramientas o movimientos arquitectónicos que, al igual que las enciclopedias, buscaron diseñar al mundo. En la ya citada introducción al Códex se lee un comentario breve pero contundente: “A la llamada ‘modernidad’ le costaba penetrar en los callejones y los patios donde enteras colonias de gatos se alimentaban de las sobras que alguien de vez en cuando arrojaba desde las ventanas.” Por otro lado, en una entrevista con Andrea Girolami para la revista Wired, se le pregunta su opinión sobre Google Earth, una plataforma que puede ser interpretada como una enciclopedia contemporánea, la cual nos permite visitar casi todas las regiones del planeta. “Deberíamos superar Google. El reto es ofrecer algo verdaderamente nuevo y diferente”. Las declaraciones pueden ser un punto de partida para definir a Serafini como un diseñador especulativo.
En su libro Speculative Everyhing. Design, Fiction, and Social Dreaming, Anthony Dunne y Fiona Raby establecen que la diferencia entre el diseño utilitario del que no lo es se encuentra mediada por el mercado. Para los autores, cuando el diseño supuestamente resuelve problemas es porque consumidores potenciales adquirirán esa solución a necesidades que la misma disciplina puede inventar. Los autores apuntan que cuando:
hay una separación de la venta puede surgir paralelamente una producción de diseño libre de las presiones del mercado, una que presente ideas o temas, los cuales pueden ser posibilidades nuevas para el diseño o nuevas posibilidades estéticas para la tecnología, tomando en cuenta sus implicaciones sociales, culturales y éticas. O bien, se puede reflexionar sobre escalas más grandes y políticas como la democracia y la sustentabilidad, con el fin de proponer alternativas al modelo de consumo capitalista.
Nada más abarcador que una enciclopedia para especular sobre algunos de los ejes comentados por Dunne y Raby. Más que esbozar futuros, el diseño especulativo altera el presente de una manera crítica. Pero, ¿cómo la época en la que fue creado el Códex puede ser pensada a través del diseño especulativo? Si bien otras prácticas contemporáneas a Serafini, como Haus-Rucker-Co, ya hablaban sobre el futuro del clima y las ciudades ante una posible catástrofe natural, la modernidad que no entraba a las calles habitadas por gatos seguía pensando los recursos naturales y la construcción de las ciudades de manera un tanto más optimista. Algunas de las imágenes del Códex Seraphinianus son más críticas. La pérdida de rasgos entre lo rural y lo urbano, las ciudades que se insertan en ecosistemas como los mares, las montañas o los arcoíris, a la manera de parásitos micóticos, o las tecnologías que se vuelven extremidades, son aspectos mucho más familiares a nuestro presente.
La Ciudad de México, entendiéndola como una extensión territorial que abarca tanto al centro como la periferia, fue dura, sinónimo [...]
Como parte del contenido del número 105 de la revista Arquine, con el tema Mediaciones, conversamos con los fundadores de [...]