Hugo González Jiménez (1957–2021)
Hugo González Jiménez nació en Guadalajara en 1957. Se inscribió en la Escuela de Arquitectura del Iteso hacia 1975 y [...]
4 diciembre, 2015
por Juan Palomar Verea
Publicado originalmente en El Informador
El año que entra la Feria Internacional del Libro cumple treinta años. Qué bueno. Pero, a pesar de su éxito, hay tantas cosas que mejorar. La feria es un chubasco de cosas, actos, presentaciones, conciertos y todo lo demás que es literalmente imposible de capear y aprovechar en los escasos días que dura. Se dirá que así son las ferias. Depende.
Con la misma fuerza e inercia que tiene la FIL se podría, sin duda, establecer un programa anual (o multianual, como dicen los políticos) de incidencia real en toda la ciudad. Quizá se han hecho esfuerzos, pero no se notan. Según todos los reportes la lectoría de los tapatíos no ha aumentado: ¿por qué no hacer un programa sencillo y eficaz para –mediante el prestigio y el vigor de la feria- aumentar efectivamente la lectoría entre la población, particularmente la escolar? Una modesta flotilla de vehículos-biblioteca que repartan/presten libros a la gente de manera permanente, u otros recursos.
En lugar de hacer las costosas estramancias (pabellones) de los países invitados (que duran diez días) hacer pequeñas bibliotecas permanentes en honor de esas naciones en lugares desfavorecidos de la urbe. Rinconadas con pabellones permanentes, bien pensados y baratos que se comenzarían a distribuir cada año por toda la ciudad. Descentralizar inteligentemente la feria (así lo hicieron con la U de G): pabellones en el estacionamiento arbolado del Estadio Jalisco, en el Parque San Jacinto, el de la Solidaridad, el de Santa Cecilia…Y etcétera.
Para esto, habría que repartir los esfuerzos, convocar a la gente adecuada, tener un perfil más humilde y preocupado socialmente, y no tanto apantallado por el pasajero relumbrón del chubasco anual. La Fil es muy divertida: ¿por qué no administrar esa diversión a lo largo de todo el ciclo, de diciembre a diciembre? Pensando (en serio) cómo, se podría lograr algo muy interesante. Sin dejar de tener lo que a todos nos gusta de la feria en la Expo (a la que más bien le sobran cosas).
Por otro lado, a la zona principal de la Feria le está pasando lo que sucede en las (malas) ciudades gringas. Las corporaciones librescas, las grandes instituciones, cada vez ponen pabellones más grandes, bromosos y con frecuencia feos. Como las tiendotas que en Estados Unidos van ocupando áreas cada vez más amplias de las manzanas. Con eso se genera un efecto negativo sobre la ciudad: está demostrado que una calle con más variedad de cosas chicas y medianas (con más puertas y aparadores) es mucho más exitosa que una con una o dos establecimientos y solamente dos o tres puertas. Por lo anterior, ahora resulta mucho más amena e interesante la Sección Internacional que la convencional. Habría que hacer un manual apropiado para el diseño y funcionamiento de los puestos (y para el diseño de la feria en general); aunque los puestos sean grandes, se pueden modular más amablemente.
Y nomás por no dejar de decirlo: muchos extranjeros y nacionales se quedan cada vez azorados e indignados de ver como se hace un grotesco despliegue de edecanes de faldita. Es un gesto ampliamente sexista y de una ramplonería innombrable. Y también el uso de guaruras en la feria es de un ridículo que da pena. Vayan por favor a la feria de Francfort a ver si allí el presidente de Alemania hace lo mismo, y a ver si hay edecanes de faldita.
La Feria Internacional del Libro es muy importante para Guadalajara, para Jalisco. Se ha hecho y mantenido con el dinero de todos. Ni es solamente de la U de G ni menos de un grupito que la maneja. Es una feria de interés público, de propiedad comunitaria. Hay que mejorarla, que cuidarla.
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