28 septiembre, 2014
por Arquine
por Cristina Guadalupe Galván
En estos últimos meses estamos asistiendo a un debate internacional muy interesante acerca de la naturaleza de la profesión de la arquitectura, capitaneado por un grupo de estudiantes en Harvard y profesionales llamado Women in Design. Este colectivo ha conseguido en poco tiempo generar un debate social, del cual Arquine ha sido un portavoz muy importante, entorno a la naturaleza de la práctica arquitectónica, vista como una colaboración, en muchos casos entre marido y mujer. Este movimiento social está teniendo tanta importancia que el pasado 18 Junio el AIA (American Institute of Architects) modificó las bases de su prestigioso premio, the Golden medal, que solo se otorgaba a un individuo y que ahora se otorgará también a la colaboración o la joint creativity (creatividad conjunta). También con repercusión en Alemania, la Saxon Academy of the Arts que había otorgado este años su premio Gottfried Semper a Matthias Sauerbrunch quien colabora activamente con su mujer Louisa Hutton, ha rectificado sus bases (1 arquitecto alemán) ante la protesta pública y ha otorgado el premio también a su mujer británica.
Juan Herreros en su nuevo libro Dialogue Architecture (LaOficina, 2013) nos muestra otra cara de esta compleja realidad del quehacer arquitectónico, también basada en la colaboración, esta vez desde otro punto de vista, la arquitectura como un diálogo entre múltiples equipos que construyen un proyecto. Como dice en la entrevista realizada por María Inés Rodríguez: “lo que expresan esos diagramas (en el libro) es lo compleja que es la producción de la arquitectura hoy en día”.
Aunque es verdad que estamos presenciando un cambio en la profesión a nivel de escala (o complejidad), siendo la globalización y la corporativización parte de las causas y consecuencias, también diría que estamos asistiendo a un cambio en la percepción de lo que es esta profesión. Si durante el siglo XX la figura del arquitecto fue encarnada por el individualista Howard Roark, el personaje principal de la novela The Fountainhead (1943) de Ayn Rand, en estos principios del siglo XXI parece que nos alejamos de esa figura del arquitecto como llanero solitario, para dirigirnos a un relato más sincero y más complejo.
Esta es una de las virtudes de este libro, es un ejercicio de humildad y transparencia dividido en 4 partes, las tres primeras siendo formas, equipos y sistemas. Podríamos casi tildarlo de manifiesto poético-práctico o manifiesto técnico, ya que a través de la disgregación y reagrupación en bloques o sistemas (formal, humano y constructivo) son revelados los complejos entresijos que existen detrás de unas formas hechas diagrama, que a primera vista parecerían de una simplicidad casi infantil; y lo que es necesario para que esa primera forma relativamente abstracta, se convierta, a través del trabajo en equipo, en una realidad constructiva a escala 1/20. El arquitecto intenta aquí destilar un proceso que abarca la implicación de toda una comunidad de profesionales y poner de relieve el incremento exponencial en la complejidad del hacerse físico, una vez se pasa del papel a la realidad. La cuarta parte de Dialogue Architecture, llamada el Banquete en honor a Platón, es en realidad la otra mitad del libro, y consta de tres diálogos, esta vez con verbo y en forma de archivos de audio escondidos bajo tres códigos QR.
Estos 3 diálogos o 3 Banquetes fueron grabados durante la exposición de JH Arquitectos en la galería ROM for Kunst og Arkitektur de Oslo. Durante la exposición se organizaron 3 mesas redondas alrededor del tema del arte, la arquitectura, los museos y la ciudad. El primero (08/09/11) es una conversación sobre arte y arquitectura. El segundo (22/09/11) es una conversación sobre nuevos museos y el tercero (06/10/11) sobre cultura e infraestructura. Los asistentes al banquete, todos ellos muy eruditos, artistas, arquitectos, directores de museos y curators, conversan, exponen sus ideas y plantean un sinfín de preguntas más que dar algún tipo de respuesta concreta. Lo que aquí se discute no es tanto la búsqueda de una solución pero el planteamiento y el análisis de una realidad compartida.
En el caso de los Museos, desde que apareciera el Pompidou en Paris, pero sobre todo desde el Guggenheim de Bilbao, el papel que desempeña la arquitectura como continente del arte ha pasado a ser contenido también. Difícil paradoja de no fácil solución. El caso por caso es una aproximación más sensible. Aunque algo que me llamó la atención fue como varios tildaron al Guggenheim de Bilbao como una “lost oportunity” (oportunidad perdida), algo que solo es posible decir en el aftermath de la crisis y de la fiebre de los Museos; y que corresponde con esta nueva actitud del papel del arquitecto que este libro pone de manifiesto. Se destila así mismo de estas conversaciones que estamos en un período post-Bilbao en que las instituciones, y daba placer oír hablar a los directores de Museos, buscan recuperar la atención para el arte que se exhibe y supeditar de nuevo la arquitectura y su presupuesto a las necesidades de su función como equipamiento cultural.
Otra pregunta abierta a la reflexión en estas conversaciones es la del Desorden como estrategia urbana, sobre todo si pensamos en las ciudades tan civilizadas del Norte de Europa (como Oslo que acoge estas charlas). Es un tema que aparece como teoría ya en los años 70 desde “Learning from Las Vegas” hasta los situacionistas en Paris. Y es exactamente de lo que habla Saskia Sassen cuando habla del poder de la ciudad incompleta, como un organismo vivo que se retroalimenta de la movilidad y el caos. Ese desorden anárquico que desafía muchas veces a las duras leyes del suelo lo podemos llamar una forma de libertad dentro la ciudad. Uno de los comensales oponía los términos de orden-corporación Vs desorden-creatividad.
¿Cómo introducir caos como elemento de urbanidad y como valor añadido y no como elemento indeseable a erradicar cuando el rol de las infraestructura culturales ha pasado a ser un motor primordial en el desarrollo urbano?
Como diría Juan Herreros, al final la única utopia que hemos realizado la raza humana es justamente la ciudad; este artefacto creado por el hombre que decide vivir pacíficamente con un montón de extraños. Es este sentimiento de comunidad, esta utopía realizada, nuestra frágil democracia, que puede que sirva como una bella metáfora para los momentos presentes, el futuro próximo y para acabar este artículo. Momento post-Bilbao no solo para el mundo de los Museos, sino también para la práctica de la arquitectura y esperemos para el conjunto de la sociedad.
Texto publicado originalmente en la Revista Arquine No.66 | Exceso de capacidad