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De mitificaciones y geografías de innovación

De mitificaciones y geografías de innovación

7 abril, 2016
por Mónica Arzoz | Twitter: marzozcanalizo

Históricamente las ciudades han sido el escenario perfecto para la innovación, han fungido como catalizadores, impulsoras de diversos procesos de creación y de modernización en distintos frentes de la vida humana. Por naturaleza, las urbes son territorios de diversidad con la capacidad, e incluso necesidad, de responder ante nuevos impactos y retos mediante soluciones innovadoras. Son talleres naturales donde se gestan las grandes transformaciones y los cambios sociales, políticos, económicos y tecnológicos. Las ciudades, a lo largo de su historia, han respondido a las circunstancias de su entorno transformándose, adaptando su forma y creando un nuevo orden urbano a través de procesos de innovación.

En 1953, Torsten Hägerstrand introdujo el estudio de la innovación como un proceso de difusión espacial. La difusión espacial comprende el conjunto de los procesos que contribuyen al desplazamiento, a la migración en el espacio geográfico, y a los efectos de retorno que estos desplazamientos generan. Hägerstran logró identificar ciertas regularidades temporales y espaciales, que pusieron en evidencia el impacto de los procesos de innovación sobre el espacio.

A finales de los años ochenta, Peter Hall y Paschal Preston idearon una metodología alternativa para el estudio de los efectos de la innovación tecnológica sobre la geografía basándose en las Olas de desarrollo económico, del economista soviético Nikolai Kondratieff. Dicha teoría se basa en la interpretación de que a cada ciclo de crisis económica corresponde un proceso de innovación desarrollado por un nuevo grupo de actores e instituciones. Ellos sugieren que dichas innovaciones y el surgimiento de nuevas tecnologías productivas, provocan el desarrollo de nuevos patrones y dinámicas espaciales urbanas.

Así como en la era de la mecánica o la electricidad se vivió una gran transformación a nivel urbano (por ejemplo con el alumbrado público), el advenimiento de la era informacional está significando un cambio radical en la composición de las ciudades y en las “geografías de innovación”. Este concepto se refiere a las consecuencias que la innovación tecnológica y los ciclos de desarrollo económico a los que se refieren Hall y Paschal tienen sobre la geografía de las ciudades y que se pudieran concebir como olas que se entrelazan. Cada ola imprime un patrón cambiante en el territorio y agrega una capa de complejidad al funcionamiento de las ciudades.

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Manuel Castells hablaba de la era informacional como una nueva forma humana. Hasta ahora, todas las transformaciones sobre las dinámicas y patrones urbanos habían sido protagonizados por innovadores instrumentos materiales. Hoy, la invisibilidad es la característica más contrastante de las tecnologías con las que estamos tratando. La vida en las ciudades cada vez esta más determinada por las tecnologías digitales. La manera en que nos movemos, recordamos, socializamos y experimentamos una ciudad, está materializada por la capa o la esfera digital en sus diferentes formas.

Es así como surgen las Smart Cities o Ciudades inteligentes como respuesta ante la presencia digital en la ciudad. Es un modelo urbano que busca explicar los fenómenos que la presencia tecnológica genera en las distintas capas y escalas del entorno urbano. De manera casi natural, como individuos, organizaciones y sociedad, hemos incorporado a nuestra vida diaria, a nuestra experiencia urbana, a nuestro entorno construido y espacios vividos diferentes dispositivos que denominamos inteligentes. Éstos han modificado no solo los hábitos y patrones de vida personal, sino la manera en que se organiza económica y socialmente una ciudad.

Las nuevas necesidades de las ciudades demandan nuevas soluciones basadas en la innovación tecnológica. La Ciudad Inteligente ha pasado a convertirse en la representación simbólica de sociedades avanzadas y ciudades tomadas por la tecnología. Ha pasado a ser el escenario sobre el cual idealizar propuestas y utopías, que buscan ofrecer una imagen completa y coherente del cambio tecnológico, la piel digital de la ciudad (Rabaru y Storper 2015).

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Existen proyectos de investigación que buscan proponer nuevas e innovadoras soluciones urbanas a través de la tecnología y los datos. La exploración de la realidad y funcionamiento urbano a través del uso de big data para comprender los complejos sistemas que componen una ciudad a través de modelizaciones y visualizaciones forma parte del imaginario que generan las Ciudades inteligentes. Se busca entender la ciudad a través de sus distintas capas, donde no sólo existe la capacidad de comprender el espacio urbano construido y sus vacíos, sino que también el comportamiento de estos, los movimientos, patrones y dinámicas sociales y económicas.

Las promesas de la intersección de la tecnología y ciudad han comenzado a hacerse realidad en algunos centros urbanos, aunque no siempre responde a las expectativas creadas. Su discurso se ha construido a través de actores, recursos, mecanismos de producción e intereses económicos y políticos que promueven un imaginario específico de la presencia de la tecnología en la ciudad.

A pesar del cliché romántico de la Ciudad inteligente, en realidad, la diversidad y complejidad de la información, representa un enorme reto. Más allá del imaginario utópico y simplista, la realidad nos ha mostrado que los modelos y plataformas tecnológicas se terminan acoplando a modelos sociales existentes. El escenario aspiracional que la sociedad tiene sobre las ciudades inteligentes se basa en una personalización y adaptabilidad masiva de los servicios públicos y privados a través de los cuales podríamos mejorar la calidad de la experiencia urbana actual, pero valdría la pena cuestionarse si eso es realmente posible.

Aún estamos lejos de tener ciudades completamente inteligentes, inmersas en una red digital, donde la información fluya perfectamente y donde la sociedad utilice esa información para una mejor experiencia urbana. La complejidad de las redes y sistemas en los centros urbanos existentes hace que ese proceso sea más complicado y previsiblemente sea paulatino.

Las ciudades inmersas en el proceso de globalización inteligente, más allá de exclusivamente buscar modificar y optimizar las dinámicas y patrones de la urbe, deben comprender su realidad y utilizar las nuevas herramientas que la tecnología ofrece para ver por su futuro. Sin correr el riesgo de perder la memoria y olvidar desarrollos y propuestas que tienen un sustento más mecánico o espacial, se deben buscar y diseñar ciudades pensadas inteligentemente y no simplemente ciudades con artefactos inteligentes. La constante incertidumbre que envuelve al futuro de las urbes, de la mano con las múltiples indefiniciones y dudas que presenta la presencia de la tecnología en las ciudades, nos hace cuestionarnos si el concepto de Ciudades Inteligentes realmente responde a las necesidades y retos que las ciudades contemporáneas enfrentan diariamente.

Los dispositivos inteligentes difícilmente van a solucionar por sí mismas las problemáticas de la ciudades, sino que aportaran las herramientas necesarias para innovar con soluciones capaces de hacer el cambio. Las problemáticas del agua, la movilidad o la inequidad que se vive en la Ciudad de México, no van a desaparecer por simplemente introducir tecnologías al espacio urbano, sino que estas aportarán datos que únicamente tendrán verdadero impacto si con ellos se impulsa una mejor toma de decisiones por parte del gobierno y los ciudadanos.

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