27 octubre, 2022
por The Architectural League NY
Esta entrevista fue conducida e inicialmente publicada por The Architectural League of New York. The League es un foro independiente que promueve la excelencia en la arquitectura, el diseño y el urbanismo.
El diseño de TO para un pabellón temporal en el centro de la Ciudad de México muestra el interés de la firma por la reutilización de materiales y la resonancia histórica.
Seleccionados mediante una competencia pública para crear el pabellón de la Feria Internacional de Culturas Amigas (FICA) 2018, en la plaza central de Ciudad de México, los directores de TO, Jose Amozurrutia y Carlos Facio, desarrollaron una serie de carpas piramidales, inspiradas en los templos Aztecas que una vez se erigieron sobre el terreno. Alicia Botero de The League habló con ellos acerca del proyecto y la conexión de este con la relación entre el tiempo, el espacio y los recursos en la arquitectura.
Cuéntennos de su propuesta para el Pabellón Fica 2018. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Cuáles fueron las consideraciones más importantes en el proceso de diseño?
Carlos Facio: El gobierno de la Ciudad de México organizó unas diez ediciones de la feria; cuatro de ellas en la plaza central de la ciudad, el Zócalo. Para la feria de ese año el concurso público era diseñar un espacio que alojara 96 embajadas de 96 países diferentes, para mostrar un poco sus productos y cultura: un intercambio entre todas las naciones.
El tema era fascinante, en parte porque tocaba este periodo histórico tan importante. El Zócalo es el ombligo, el centro de nuestro territorio. No solo es el centro cultural, en donde siguen sucediendo todos los eventos principales de la nación, y en donde están la catedral, y el palacio de gobierno de la ciudad y de la República, sino que es incluso el origen de nuestra bandera. El mítico islote en el que el águila, parada sobre el nopal, devoró la serpiente—es ahí donde sucedió. De ahí el origen de nuestro territorio, de nuestro país, como idea ¿no?
Entonces sentimos que la propuesta del concurso venía con mucha carga histórica y responsabilidad a la memoria colectiva de México. Y, al mismo tiempo, teníamos que hablar no solo de nuestro país sino de todas las culturas.
Los ganadores de las ediciones anteriores habían hecho proyectos muy interesantes, siempre rentando andamios y lonas porque se tiene que hacer el montaje de los 4,500 metros cuadrados que la feria ocupa de manera muy veloz. Pero en nuestro caso este proyecto ocurrió poco después del terremoto de Septiembre 2017, lo que afectó nuestro proceso de diseño. Como esta feria es una inversión pública muy fuerte—para esas dos semanas se destinan una cantidad importante de recursos públicos—nos pareció que necesitábamos buscar un proyecto que pudiera darle una segunda vida a ese dinero, porque en ese momento había gente sin techo, con sus viviendas completamente destruidas y sentíamos que cualquier inversión pública tenía que tener un eco en este otro sentido.
Y entonces a partir de eso pensamos ¿cómo podemos diseñar un sistema que compita en costo y en tiempo de ejecución con algo tan sencillo como unos andamios y unas lonas, pero que al mismo tiempo de pie a esta segunda vida?
José Amozurrutia: Diseñamos el proyecto para que pudiera caber en un camión, ser transportado en poco tiempo y ensamblado con facilidad en otras partes. Son 11 plataformas cubiertas que pueden migrar a 11 lugares distintos. Una ya se instaló en el Faro Tláhuac, al sur de la Ciudad de México; otra fue adaptada para Agua Verde, Nayarit, como parte de un proyecto de nuestros amigos y colegas Estudio MMX. Actualmente estamos trabajando con el Colectivo C733, un grupo de diseño del que somos integrantes, en adaptar las estructuras para otras partes del país.
Facio: Si, nos ha parecido increíble ver como el proyecto está comenzando a tener otras vidas.
Entender esta dinámica—de lo difusa que es siempre la frontera entre lo efímero y lo permanente en la arquitectura—fue el mayor motor conceptual de este proyecto.
Amozurrutia: Y luego, claro, teníamos que diseñar para las condiciones específicas del Zócalo durante la feria. El Zócalo es muy caluroso porque está sobre una plancha de concreto; la idea era crear un espacio de frescura, de sombra, donde el viento circulara. La apuesta del proyecto fue generar una serie de cubiertas que tuvieran visibilidad a la ciudad y facilitaran el flujo de la gente—los organizadores de la feria hablaban de estimar 5 millones de personas cada fin de semana.
Facio: El diseño fue un trabajo exhaustivo con un colega nuestro, Eric Valdez. Él es un arquitecto especialista en cubiertas ligeras y a partir de este proyecto se ha convertido en un gran colaborador nuestro. Haciendo equipo con él logramos una estructura que, usando cables, elementos de tensión y elementos de compresión, competía en costo y en tiempo de ensamblaje con una estructura de andamios y lonas.
Y estos pabellones nos dieron la oportunidad de llevar a cabo mucha experimentación arquitectónica. Hicimos un prototipo y creamos varias versiones de la cubierta usando diferentes textiles. Pudimos probar qué se sentía estar debajo de estos espacios, echarles agua para ver cómo reaccionaba cada uno, etcétera. Con el material que terminamos escogiendo el espacio se sentía más fresco, el sonido no rebotaba tanto, se escuchaba más el viento. La decisión de un solo material te puede cambiar la atmósfera.
Amozurrutia: A diferencia de una feria típica de México, donde los locales están organizados linealmente, aquí se hacían claustros, con cuatro embajadas coincidiendo visualmente entre sí. Esto generaba una sensación de ágora o de espacio de reunión en cada cubierta, que era la vocación del proyecto: crear un espacio socialmente activo, más allá de solo techar la feria, ¿no?
Facio: Fue muy importante para nosotros que las embajadas formaran un sistema de pequeños apoyos tanto en el sentido literal como el metafórico. El proyecto fue diseñado para que cada grupo de cuatro embajadas funcionara como uno de los soportes de la estructura. Esto creaba un tejido entre las embajadas, las hacía parte de un mismo techo y de una misma sombra, incluso si los países representados estaban políticamente en conflicto.
Para nosotros esta fue una forma de expresar arquitectónicamente la idea de que en un sistema democrático todo se crea a partir de la pluralidad: la estabilidad del conjunto surge mediante la diversidad de las partes. Cada elemento necesita un poco del otro para ser estructuralmente estable.
¿Por qué nombraron el proyecto UR? Nos gustaría oír más de cómo cuestiones de universalidad y cultura global afectaron el lenguaje arquitectónico que escogieron y la forma del proyecto.
Amozurrutia: Digo, en general UR es un poco como nuestro nombre, TO, que es abstracto pero apela a otros significados. El nombre apela a Ur y Uruk en Mesopotamia, que fueron de las primeras ciudades del mundo. Incluso la palabra urbe que significa ciudad, viene del Latín urbis, que también quiere decir ciudad y que deriva de la palabra Sumeria uru.
Ur también significa origen en Sumerio. Como el Zócalo es, digamos, el origen de Ciudad de México, nos pareció importante evocar la época de este origen, el pasado prehispánico. Las civilizaciones precolombinas en México están enterradas debajo del Zócalo. O sea, debajo de nuestro proyecto, en los cimientos de la plaza y la catedral, están las pirámides en ruinas. Nos parecía importante hacer un eco de eso, poner a flotar esas pirámides en esta forma contemporánea. Es un diálogo de tiempos históricos, entre el presente y el pasado.
Facio: Sí, y queríamos apelar a la memoria no solo del origen de nuestro territorio sino de las cosas que nos unen como culturas a lo largo de la historia, a lo largo del planeta.
Amozurrutia: La estrategia arquitectónica se basa en componentes que han sido utilizados por muchas culturas: los textiles y la geometría de la pirámide—las cubiertas a dos o a cuatro aguas, que generan una relación con el clima muy especial.
Junto a Eric Valdez, entramos en esta investigación de cómo hacer un sistema estructural contemporáneo a partir de estos elementos y fue así que llegamos a la idea de usar tensegridad. A través del proceso aprendimos que es posible dejar espacios muy amplios libres usando postes colgantes y “viga-cables”: una combinación de vigas y cables, como aquellos encontrados en ingeniería naútica. Este sistema no solo sería altamente eficiente, además podría ser montado y desmontado rápidamente y funcionaría a la perfección incluso bajo huracanes y vientos de alta velocidad.
Tocando en otro de los puntos que mencionaban, nos preguntamos ¿cómo cambio el sismo su forma de pensar en la temporalidad de los materiales en sus proyectos? Esta cualidad está presente en su diseño para el pabellón del Museo Experimental el Eco y en Palimpsesto. ¿En qué medida fue esto algo que tenían presente antes del terremoto? ¿Cómo se transformaron sus ideas tras el sismo?
Facio: Está idea de crear cosas buenas a partir de la crisis no solo está presente en nuestro pensamiento y lenguaje, sino que es un fenómeno que puede verse a través de América Latina. Creemos que a menudo las situaciones críticas y los escenarios complejos nos empujan como sociedad a pensar y repensar cada decisión antes de actuar, a ser muy imaginativos para poder cumplir metas incluso en situaciones adversas. Esto puede despertar o generar creatividad en la arquitectura también: nuestro gran maestro Humberto Ricalde nos decía siempre que sería muy aburrido pensar en un proyecto de arquitectura que no tuviera un lugar, un presupuesto, una materialidad dada el sitio.
Amozurrutia: México es un país en el que hay muchos conflictos económicos, sociales, etcétera. Es un país que, como muchos en Latinoamérica y en el mundo, tiene muchas fricciones. Pero justo de esas fricciones surgen recursos. Hay potencial de trabajar con ellas, de reciclar lo que ya hay ahí y convertirlo en un proyecto arquitectónico. En general pensamos que la sociedad Mexicana de hecho es muy resiliente.
Por ejemplo, la zona en la que el proyecto Kithara fue construido estaba cubierta en escombros del sismo del 85 y por ese motivo era como tierra de nadie, una zona abandonada, por mucho tiempo. Eventualmente el Frente Popular Francisco Villa, una organización no gubernamental, empezó a decir bueno, esta tierra que está llena de escombros la podemos trabajar y distribuirla entre la gente. Entonces, gracias a años de esfuerzo trabajando este territorio, lograron distribuir la tierra entre unas 100 familias y obtener títulos de propiedad e infraestructura urbana.
Nosotros también usamos esos escombros, para construir los muros de este proyecto. La gente de la comunidad también aportó el material que les sobraba. Con la suma de un poquito de tabique, un poquito de block, un poco de piedra, se hicieron los muros del edificio.
Entonces en cada proyecto hay una historia de de dónde viene el material, cómo llega a la arquitectura y qué puede pasar con él después.
Facio: Otro ejemplo de esto es el pabellón Palimpsesto que hicimos en el Museo Tamayo, que fue diseñado por Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León, dos grandes referentes de arquitectura mexicana del siglo 20. Nos pidieron como programa algo sencillo y de presupuesto bajo—excesivamente bajo. Y entonces la única manera de resolver ese problema fue trabajar con lo que ya había en el lugar y utilizar el presupuesto casi solo en mano de obra.
La competencia era para diseñar un pabellón de eventos al aire libre, y al visitar el sitio nos dimos cuenta de que todos los corredores perimetrales que habían diseñado Teodoro y Abraham se habían dañado con el tiempo y los estaban demoliendo para hacer nuevos caminos. Entonces nos pareció una oportunidad para usar esos pedazos de escombro en lugar de que se fueran a la basura. Los recuperamos y los levantamos, o sea, hicimos como rebanadas de esos escombros y los pusimos a flotar.
Y la idea un poco era de cómo este piso, que de cierta forma carga la memoria de esta arquitectura tan increíble de Teodoro y de Abraham, se alzaba para dar sombra, sirviendo como base para que la vegetación trepara y se hiciera esta especie de ágora pública, exterior, vegetal.
Amozurrutia: Sí, para ahondar en los ejemplos podemos hablar del Campanario, en el Museo el Eco. Aquí decidimos trabajar con cobre por una serie de motivos.
Para dar algo de contexto del material, la mayoría del cobre en México es reciclado. Ya no hay minas de cobre en Michoacán, que es uno de los estados que más hace artesanía de cobre. Todo el cobre usado lo reciclan de cables eléctricos, de desperdicios, de obras viejas o del propio cobre que hay por la zona. Hay todavía muchos artesanos que trabajan este material.
Trabajar con cobre reciclado nos pareció muy interesante. Es un material ligero, maleable, que nos permitió, con un presupuesto muy bajo, jugar con temas de acústica, forma, proporción, y dimensión.
Facio: Y nos pareció interesante dialogar con la manufactura de estos platos.
Amozurrutia: Así es, como mostramos en nuestra instalación para la exhibición del League Prize, los platos fueron hechos con fuego, martillo, y la admirable labor de los artesanos.
Queríamos honrar ese trabajo y hacer un eco de él con nuestro pabellón. Diseñamos un instrumento que también pudiera ser tocado y habitado bajo las reflexiones de luz del cobre. Decidimos invitar a Diego Espinosa, un músico percusionista, para inaugurar el pabellón y, más tarde, para hacer una pieza de sonido con un poco de las grabaciones que documentamos en ese momento.
Facio: La idea, además, era que a partir de este elemento de gran valor artesanal el costo del proyecto al final retornara a cero, que al concluir el proyecto el museo vendiera los platos. Cada plato fue comprado por alguien distinto. 144 platos se convirtieron en 144 historias. Algunos son ahora lámparas, otros platos de mesa o simplemente decoraciones de hogar. Y, a su vez, que cada plato se convirtiera en un libro, pues con la venta de los platos se financió una biblioteca en el museo del cobre en Michoacán.
Creemos que va un poco en la misma línea de cómo a partir de estas cosas muy tangibles, llegas luego a lo intangible, como un recurso usado en un lugar es posible luego volver a darle vida en otro. La arquitectura se vuelve solo un vehículo para darle más vidas a los recursos con los que se hace.
Amozurrutia: Y este proceso está siempre incrustado en las circunstancias particulares del proyecto. Al final la arquitectura es uno de tantos medios para expresar una cultura, un sitio específico, un grupo de gente específica. Y quizás por eso disfrutamos mucho el oficio, porque cada proyecto es una nueva aventura que nos conecta con cosas y lugares distintos.
Esta entrevista fue parte del 2022 Architectural League Prize, un concurso para jóvenes arquitectos diez o menos años después de graduados, organizado anualmente alrededor de un tema.
Esta entrevista ha sido editada y condensada. Texto original aquí.