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¡Felices fiestas!
5 agosto, 2014
por Pedro Hernández Martínez | Twitter: laperiferia | Instagram: laperiferia
Hace unos días el blog de arquitectura Inhabitat apuntaba –más bien cuestionaba– la existencia de un edificio en Nueva York que disponía de dos entradas: un acceso “para pobres” situado en la parte lateral y otro, ubicado en la fachada principal, por donde puedan acceder las personas más pudientes. El texto apunta que, aunque “la segregación racial fue abolida en los EE.UU. en 1964”, la reciente decisión del Departamento de Preservación y Desarrollo de Nueva York de aprobar un edificio con puertas separadas en función del estrato económico al que pertenezcan mantenía, “por razones obvias”, a la ciudad dividida.
Si bien es cierto que nos encontramos ante una clara muestra de arquitectura poco democrática, creo, sin embargo, que las críticas hacia esa arquitectura no pueden dejarse llevar por un simple “razones obvias”. La arquitectura es, en sí, una manifestación de las conductas sociales. Si la construcción presenta dos puertas es porque se ejecuta dentro de sistema social valora/permite ese tipo de actuaciones –no vayamos a decir por ello que sean buenas. La relación entre las formas sociales y las formas arquitectónicas está íntimamente ligada, hasta el punto que no se puede ver con claridad si son los cambios en la arquitectura –materiales, técnicas, etc.– los que generan cambios sociales, o si son estos últimos los que demandan una nueva arquitectura. Lo que sí es cierto que nuevas formas –sociales o arquitectónicas– propician nuevas prácticas espaciales. Apuntar simplemente que nos encontramos ante un nuevo caso de discriminación social –sea racial o económica– sin entenderlo dentro de un contexto más amplio es atender muy poco a ciertas realidades que también están presentes en nuestro día a día, pero en cuyo origen contiene decisiones cercanas a las aquí apuntadas.
Por ejemplo, en su celebre texto Figuras, puertas y corredores, Robin Evans explica, entre otras cosas, el origen y evolución del corredor. A primera vista el pasillo, el corredor o distribuidor –tal y como lo entendemos ahora– lo asumimos como una parte obvia de muchas casas. Pese a ello, Evans apunta que “la primera vez que aparece es en Inglaterra en la Casa Beaufort, Chelsea, diseñada por John Thorpe alrededor de 1597”. Antes que eso las distintas salas de una casa se conectaban una con otra a través de puertas. Con el ascenso de la burguesía se requerían nuevas condiciones espaciales. Ya no era menester que el servicio ocupara y atravesara los espacios privados de los dueños. El pasillo evitaba cualquier tipo de invasión indeseable: “El pasillo era para los sirvientes: para mantenerlos fuera del camino de los otros y, más importante aún, para mantenerlos fuera del camino de las damas y caballeros”.
La introducción del pasillo a la arquitectura doméstica inscribió primero una profunda división entre las clases sociales altas y bajas manteniendo acceso consecutivo directo para el círculo familiar privilegiado mientras los sirvientes eran consignados a un territorio contiguo limitado, pero nunca dentro de la propia casa; siempre a mano pero nunca presente a menos que se los requiera”
Pese a que hace varios siglos de aquello, la segregación social debido al estatus económico de la persona sigue vigente. Pensemos en muchas de las casas que existen en nuestras ciudades. Son varias de ellas las que presentan un espacio de dormitorio destinado al servicio. El trabajo Habitaciones de servicio de la artista Daniela Ortiz es una muestra de ello. Ortiz ha recogido y registrado diversos ejemplos arquitectónicos –de distintas décadas– de la ciudad de Lima, evidenciando que la sociedad no ha cambiado tanto a pesar de los años. Si más allá de la dimensión, observamos además la distribución que presenta la casa, podremos ver que se evita cualquier posibilidad de encuentro y choque entre las áreas de servicio –cocina, zonas de lavado, etc.– y el resto, confeccionando un espacio domestico segregado para habitantes y servicio. Así, nada nuevo nos encontramos en los apuntes de Inhabitat.
Sí, la arquitectura puede ser leída como un medio de control de los cuerpos –véase en el link de más arriba el texto completo de Evans– en la medida que intenta siempre evitar fricciones indeseadas –aquello no previsto en la planeación. Es decir, la arquitectura lleva años ordenanando los cuerpos, ya sea con límites, fronteras, entradas, pasillos o habitaciones de servicio.
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