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¡Felices fiestas!
2 septiembre, 2013
por Arquine
Hablar de Chile y Arquitectura en los últimos años, obliga a posar la mirada no sólo en las figuras particulares que forman parte de una generación de jóvenes arquitectos que han destacado a través de su obra, señala también algunos procesos de naturalezas distintas que han permitido hacer la diferencia, y se han convertido en paradigma desde sus trincheras, uno de estos procesos, es el que desarrolla la Escuela de Arquitectura de Talca, un referente educativo ubicado en la Región del Maule, que desde un pequeño punto equidistante a Santiago y Concepción, las principales ciudades de Chile, ha logrado destacar en el panorama arquitectónico Chileno con un peso propio, con un modelo que demuestra por medio de la praxis, los alcances de desarrollo que pueden obtenerse a través de la buena educación.
Destaca el hecho de que en un poco más de diez años la Escuela de Arquitectura de Talca, haya logrado posicionarse como una de las mejores del mundo, colocando en la palestra pública los proyectos desarrollados por los estudiantes de esta pequeña y modesta región Chilena, una serie de obras cargadas de gran significado y entusiasmo, que logran traducir con gran destreza espacios y gestos donde temas como la materia y el paisaje poseen un alto valor.
Este modelo, para muchos paradigma de enseñanza es brevemente narrado por quien fue director de la escuela durante sus primeros diez años, el arquitecto Juan Román; quien desde Talca colaboró con este modelo de entrevista que pretende narrar por medio de una doble tanda de preguntas cuatro aspectos fundamentales de lo que significa el proyecto, su origen y naturaleza, su valor dentro del panorama chileno, su opinión con respecto a la posición que tiene la arquitectura chilena desde el mundo y el valor de su proyecto en particular dentro de ese panorama de reconocimientos y miradas que hoy la colocan como referencia.
Andrea Griborio: Describe el proyecto de la Escuela de Arquitectura de Talca, cómo y cuando se originó y cuales son los lineamientos generales y valores que lo definen.
Juan Román: Hay una decisión primera de la universidad por crear una escuela de arquitectura, etapa de la cual no tengo mayores antecedentes, pues, a principios de 1998 me contactan para concebir y desarrollar el proyecto, esto es elaborar el perfil del egresado, la malla curricular, los planes de estudio y todo eso. Hace ya tiempo que no reviso ese escrito pero sé que están ahí el territorio, el saber-hacer y el poder- hacer, cosas que, con otros nombres, se mantienen vigentes hasta hoy. Posteriormente, a finales de 1998, la rectoría me propone dirigir la escuela, ofrecimiento que hasta hoy no termino de entender pero que en ese momento acepto. El caso es que en marzo de 1999, junto a Germán Valenzuela y Juan Pablo Corvalán –entonces jóvenes promesas- recibimos a nuestro primeros 80 alumnos, todos provenientes de Talca y ciudades cercanas, una zona en la que nunca había existido una escuela de arquitectura. Y bueno, ya a mediados de ese año había caído en cuenta que las maneras, que lo métodos de enseñanza había que cambiarlos pues se trataba de un estudiante distinto de aquellos que había tenido antes en otras ciudades de Chile. Ese parece ser el momento en que surge un proceso que algo tuvo de original.
A.G.: Hablas de que se encontraron ante un “estudiante distinto”, sin embargo la concepción de un proyecto que por encima de decir como saber hacer las cosas, parte de enseñar a saber hacer haciendo, nos coloca ante un concepto educativo de principio diferente a los sistemas tradicionales de enseñanza en latinoamérica. Que hace distinto al estudiante de Talca, y sumo a esto la duda de si acaso esas diferencias sugieren que ante un estudiante de otras ciudades de Chile, no se hubiera hecho énfasis en el método de enseñar a pensar haciendo.
J.R.: Fue a mediados de 1999 cuando se repara en que nuestros estudiantes, parafraseando a Vargas Llosa en eso de “La Tía Julia y el Escribidor”, eran “construidores” pues se podían expresar con gran facilidad a través de objetos construidos con cualquier cosa y en que, como les acomodaba, insistían en ello. A esto se agrega que eso del espacio como elemento fundamental de la formación del arquitecto les resultaba particularmente difícil. Esto último no necesariamente es un rango distintivo de nuestros alumnos pues, en lo personal, vine a entender el espacio a los 45 años, es decir, harto después de haberme titulado y de haber ejercido. Entonces lo que interesaba era diseñar un proceso que les permitiera ser arquitectos basándose en lo objetual más que en lo espacial. En ese sentido, el énfasis inicial no tiene tanto que ver con el tradicional aprender-haciendo – que en realidad, en la tradición de las escuelas de arquitectura, es un aprender-representado- sino en la formación de un arquitecto por otra vía, una vía, digamos, apropiada. Felizmente a esa hora se puede echar mano a referentes como Zumthor, Murcutt y Herzog, para, más tarde, congraciarnos en la conferencia “Donde enseño arquitectura de Quetglas”.
A.G.: Consideras que la propuesta de la Escuela de Arquitectura de Talca de haberse planteado en otro contexto (país), hubiera logrado el éxito y la proyección que ahora la caracterizan.
J.R.: Eso de “el éxito y la proyección” creo que hay que revisarlo pues no lo entiendo bien. En general se trata de términos que obedecen a un patrón de medida que en este caso no está explicitado. Pero la pregunta es interesante pues obliga a identificar aquellos componentes fundamentales del proceso vivido en Talca y, sin pensarlo mucho, surgen la coherencia, el optimismo y la honestidad como cosas que, si bien no abundan, pueden encontrarse en cualquier parte, aunque esa parte debiera ser periférica o, más bien, excéntrica que es la palabra que actualmente estoy ocupando para referirme a la relación que esta pequeña escuela situada en una pequeña ciudad de un pequeño país, guarda con los centros.
A.G.: Si bien no se especifíca un patrón de medida, se reconoce la originalidad del proceso vivido en Talca, mencionas aparte de cosas como coherencia, optimismo y honestidad, la relación excéntrica que ocupa Talca dentro del territorio chileno como un componente fundamental de ese proceso. Crees que lo que fundamenta el ejercicio de la escuela se encuentran en los vínculos entre disciplina y territorio.
J.R.: Eso de la excentricidad no lo aplico exclusivamente al contexto nacional. Es que cuando C3, la revista coreana, dedica la portada de su número 295 a la obra de titulación de Rodrigo Sheward, se confirma que la ya antigua apuesta de saltarnos Santiago había sido feliz. Por otra parte eso de disciplina y territorio puede ser cierto cuando se aplica sobre ese espacio de dimensiones kilométricas una óptica compleja que incluye componentes de, al menos, la historia, la economía y el clima, para aplicarla de manera conjugada sobre el paisaje y, cómo no, en el habitar.
A.G.: Podrías definir la Arquitectura Chilena y describir su evolución y alcance en los últimos años. Que opinión te merece que algunos la definan como un “suceso internacional” y a Chile como el “productor de la mejor arquitectura del continente
J.R.: El comentario que podría hacer respecto de la arquitectura chilena no iría mas allá de mencionar un cierto tono poético que es posible verificar en gran parte de sus componentes. Ahora, respecto de su evolución, creo que esta va fuertemente vinculada al aumento del producto interno bruto que ha experimentado el país en los últimos veinte años, resultando posible verificar, a partir de ahí, la manera como se encuentra distribuida esa riqueza, pues gran parte de las obras que cimientan ese prestigio de la arquitectura chilena corresponden a encargos privados y, a su vez, gran parte de esos encargos privados corresponden a viviendas y segundas viviendas.
A.G.: Ante esa respuesta tendría dos preguntas, una de ellas si consideras que se encuentra también ese “cierto tono poético” en los resultados presentados por alumnos de la escuela de Talca, y la otra pregunta es sobre si el hecho de que el prestigio de la arquitectura chilena se base en encargos privados de selectas viviendas, le resta valor en si misma como arquitectura.
J.R.: Ese tono poético parece estar muy relacionado con el paisaje que, en Chile, quizás si por diverso, resulta tan determinante para la formulación de culturas locales. Un arquitecto argentino decía que, comparados con ellos, los chilenos teníamos el país todo junto. Ahí están desiertos, valles, mares y cordilleras determinando maneras de habitar capaces de otorgarle a la obra de arquitectura ese tono poético que mencionaba, siempre que su autor, claro, se lo permita pues barrabasadas también hay, y muchas. En ese sentido el quehacer de la escuela al estar tan referido al territorio alcanza ese tono, diría, de manera natural. Por otra parte, lo de los encargos privados no le resta valor alguno a esa arquitectura chilena que mencionas. Quizás estaba pensando en la gran cantidad de proyectos públicos de gran calidad que pude ver en Medellín el año pasado, todos los cuales estaban insertos en un proyecto social o, mejor, en un proyecto de ciudad que en nuestro caso está ausente.
A.G.: Cual consideras que es la influencia del proyecto de la Escuela de Arquitectura de Talca, dentro del actual panorama de éxito de la arquitectura en Chile.
J.R.: A principios de 2011 encontré en la red los comentarios de dos reputados e informados arquitectos que, en forma separada, se referían a la Escuela de Talca como la más vanguardista de Latinoamérica, cosa que me llamó la atención pues nunca estuvo en el proyecto la idea de constituirse en vanguardia de nada. Se me ocurre entonces que por ahí habría que buscar la influencia que mencionas. Por otra parte, respecto de ese “panorama de éxito” que mencionas, podría reiterar las aprehensiones que ya te manifestara, pero, de lo que en realidad se trata, es creer que ese asunto del éxito dista mucho de lo que ha de tener en la cabeza un tipo que cada mañana se levanta para intentar formar a un joven de una manera tal que le permita a ese joven cuando ya sea arquitecto obtener, junto con el orgullo de sus padres, el trabajo que le permita mantener a su familia de manera digna.
A.G.: Alejados de definiciones como éxito o vanguardia, consideras el método de enseñanza y el proyecto de la escuela de Talca un paradigma a seguir en otros lugares de Latinoamérica.
J.R.: Latinoamérica. La palabra suena a una sola cosa y resulta que son tantas. Me recuerda a la Joan MacDonald cuando dice que los ricos son todos iguales y los pobres son todos distintos. Eso en términos generales o hemisféricos porque sabidamente al interior de Latinoamérica hay ricos y pobres. De hecho, una característica común a nuestros países es esa desigualdad socioeconómica que campea por todos lados. Es justamente en ese marco que lo de Talca podría aplicarse en otras partes pero algo raro pasa. El año pasado pude mostrar el “Talca: Cuestión de Educación” en varios países e indefectiblemente al terminar la conferencia se acercaban profesores de esas u otras escuelas de arquitectura impresionados y entusiasmados en aplicar con sus alumnos lo de Talca, pero, claro, a las finales nunca pasa nada. Creo que la explicación está en que la manera de Talca implica, primero, asumir muchos riesgos y, segundo, a que en esa manera subyace un asunto político que, claro, puede no ser del gusto de todas las personas que conforman una determinada escuela que, mal que mal, es también un espacio político.
Más que presentar un relato cerrado, el interés de éste texto es construir un juego de preguntas y respuestas en distintos tiempos, que permitan exponer una serie de micro relatos, posiciones y tendencias, relacionadas con este paradigma educativo; este laboratorio que ha conseguido formar a sus egresados en temas vinculados a la tradición del oficio, el desenvolvimiento en el mercado de la disciplina y la innovación que sugieren los actuales tiempos, tal como lo señala Jose Luis Uribe en su texto para el número 52 de la revista Arquine.
Las obras construidas en estos últimos años en la ciudad y sus alrededores por alumnos de la escuela, son la más genuina muestra de las capacidades adquiridas y desarrolladas por éstos jóvenes, cuya mayor ilusión es poder generar un aporte significativo para el lugar que habitan, investigando, proyectando y construyendo, interpretando e interviniendo el paisaje a partir de la materia y de la narrativa propia del territorio que configura el Valle central de Chile.