24 mayo, 2018
por Estudio MMX
Nada nuevo bajo el sol aquí en la cuenca, “crecimiento” y “conflicto” continúan siendo dos palabras indisociables en la práctica urbano arquitectónica alrededor del mundo.
Ejemplos sobran para confirmar que las transformaciones territoriales generan fricciones entre ciudadanos, autoridades y capitales privados. Desde los cuestionamientos a Boris Johnson, el ex-alcalde de Londres, por la proliferación de desarrollos inmobiliarios de alta densidad durante su gestión, la escasez de agua en Ciudad del Cabo en Sudáfrica, hasta las manifestaciones en contra de edificaciones que hemos atestiguado en la Ciudad de México, la práctica contemporánea se enfrenta a problemas de gestión y planeación a los que no debería mostrarse indiferente. Vamos siempre tarde en la mayoría de las discusiones que suceden cuando los proyectos están en marcha y parecen irreversibles. Tenemos que cambiar la política del parche por procesos de anticipación, estudio, planificación y prevención.
La pieza “CU Borders”, que presentamos como parte del pabellón de México en la Bienal de Venecia, ejemplifica estos posicionamientos a través de los pecados originales y actuales entre Ciudad Universitaria y sus alrededores.
¿Por qué hablar de este escenario en esta edición?
Por ser un caso universal, un “teatro del mundo”, como menciona Christian Mendoza en Un objeto desgastado. Ciudad Universitaria es un territorio en el cual se desarrollan pequeñas batallas y calladas guerras sucias que se replican en distintas escalas en el resto del país. Es una discusión que comenzó con el traslado de las facultades del centro de la Ciudad de México a Ciudad Universitaria y que hoy continúa siendo el foco de atención mediática, por los penosos casos de narcomenudeo y asesinatos o por los polémicos proyectos como el Edificio H y el complejo inmobiliario Be Grand.
La Bienal, en palabras de su presidente Paolo Baratta, lleva años enfocándose en las relaciones entre la arquitectura y la sociedad, así como en la construcción de “riqueza pública” en la concepción de los espacios que habitamos. Desde esa línea de investigación, no basta con llamar a algo “público” para que sea accesible ni invertir recursos desmesurados en algún nuevo edificio para que éste funcione. Se necesitan ideas distintas que ayuden a reconciliar a la sociedad con el territorio en el cual habita y activar sus componentes.
“Freespace”, el nombre bajo el cual Grafton Architects tituló la curaduría principal de esta edición,invitaba, en un inicio, a pensar en la arquitectura desde los términos de accesibilidad, costo, distribución de las riquezas y los retos que implica determinar límites físicos y legales en el funcionamiento de las ciudades. “Echoes of a Land”, la convocatoria mexicana curada por Gabriela Etchegaray, hacía énfasis en exhibir la influencia de la generosidad del paisaje en la arquitectura mexicana. De esa mezcla de discursos, salía la inquietud de preguntarse cuáles son las relaciones entre los habitantes de un territorio y los espacios donde éstos se desarrollan, pero también la voluntad de exponer no solamente la manera en que se diseñan o construyen edificios, sino los procesos que llevan a detener las obras o limitar sus accesos y modificar el territorio. Si nuestros conflictos son tan representativos como nuestros aciertos, ¿por qué no ponerlos sobre la mesa ?
Ciudad Universitaria nació de manera idílica sobre un pedregal inmaculado en el cual desplantó sus edificios. Los alrededores crecieron sin un plan específico sobre un tímido borde incapaz de negociar los procesos de invasión, las visiones inmobiliarias suburbanas inmediatistas y eventos específicos como las olimpiadas de 1968, que generaron una serie de escenarios sin mucha relación entre ellos ni con la Universidad. Ni el plan original de 1952 anticipaba la evolución de sus alrededores ni la declaratoria de la UNESCO en 2007 logró fomentar esa toma de decisiones y ahora vemos las consecuencias de esta falta de visión.
En el artículo La Batalla de la UNAM contra las torres Be Grand, publicado en el semanario Proceso, los arquitectos Luis Arnal Simón y Xavier Cortés Rocha hablan de una zona de amortiguamiento establecida por la UNESCO para controlar crecimientos o elementos que pudieran afectar la zona patrimonial. Es urgente alinear a las instancias y los actores a través de acciones conjuntas de planeación e inversión para mejorar las más de 500 hectáreas que contiene esa zona y no fomentar la dañina dinámica de escándalos, reparaciones retroactivas, clausuras, recursos desperdiciados y el desgaste de todos los involucrados. Como el propio artículo remarca, las intervenciones en el área de amortiguamiento no van a dejar de suceder porque las demandas del mercado existen, pero pueden ser atendidas de muchas maneras. Se necesita solamente diseñar aquellas estrategias que resulten benéficas para todos. La Universidad, casa de conocimientos e ideas, es el mejor lugar para discutirlas y proponerlas.
En Ciudad Universitaria, como en la Zona Metropolitana del Valle de México, el desarrollo se mide por puntos cardinales: al Poniente, el Pedregal de Luis Barragán; al Oriente, el Pedregal de Santo Domingo; al Sur, grandes equipamientos, y al Norte, unidades habitacionales y ejes viales. Décadas de necesidades y pugnas de la propia institución y sus alrededores hoy se resumen en kilómetros de bardas que separan a unos de otros. ¿Qué sigue?, ¿la perpetuación de los conflictos?, ¿la total segregación de la institución y la ciudad que la rodea? O podemos pensar en una manera en que estos límites puedan ser “liberados”, retomando la interpretación que Rozana Montiel hace en una reciente entrevista al título de la bienal, para generar oportunidades urbanas, económicas, educativas y culturales que marquen la pauta hacia la manera en que las grandes instituciones, ahogadas en la mancha urbana, dialogarán con su entorno en el futuro.
Be Grand, el proyecto para unas torres de vivienda de 90 y 65 metros de altura en Copilco, frente al acceso principal de Ciudad Universitaria, es el conflicto urbano más reciente relacionado con este territorio y el anuncio de conflictos similares por venir. Las posibles torres, ubicadas en Copilco 70, se están desplantando sobre lo que fue supermercado pero aún quedan otros predios a los alrededores que podemos catalogar como “Grey Fields” y donde seguramente veremos ocurrir desarrollos parecidos. La complejidad de las dinámicas del territorio recae en la preexistencia de actores con intereses distintos y los factores inmobiliarios, legales, ecológicos, urbanos, sociales y políticos que motivan a cada uno y pueden potencialmente dañar al otro. No contamos en la actualidad con el privilegio de la tabula rasa que gozó Mario Pani, pues es lo existente lo que marca la pauta para el cambio. Seguir alzando muros en los alrededores y al interior de Ciudad Universitaria –una acción tan criticada en otros ámbitos– tampoco es la solución.
Mientras la población estudiantil, docente y administrativa atraída por la UNAM demanda vivienda equipamientos, transporte y servicios, no hay propuestas desde la propia institución que gestione esa demanda como sucede con Studentenwerk en Alemania o los sistemas de dormitorios de las universidades en Estados Unidos. Pero tampoco hay una respuesta clara desde el Gobierno para generar viviendas accesibles en zonas céntricas de la ciudad para los sectores que trabajan o estudian en ellas. Departamentos de 45 m2, que rondan los 3 millones de pesos, con obras de mitigación que se reducen a banquetas y paneles solares, como explica Luis Zambrano en el artículo ¿Cuánto estamos dispuestos a perder? El caso de Be Grand y la UNAM en la revista Nexos, tampoco parece ser una solución a esa necesidad pero sí una advertencia de que algo debe cambiar.
La Ciudad conectada, activada, incluyente, democrática y operativa que buscamos construir surge del entendimiento de las dinámicas que suceden en un lugar y de cómo articular sus componentes para mejorar el funcionamiento del sistema entero. ¿Cuantas bardas más construidas en CU puede tolerar la declaratoria de la UNESCO y quienes habitan ese territorio?, ¿cuántas oportunidades de reflexiones, pruebas, discusiones, análisis y propuestas que conduzcan a proyectos urbanos estamos negando a raíz de no entender el campus como una riqueza colectiva que debería comunicarse con la Ciudad en lugar de cerrarse a ella?
Existe un perímetro de aproximadamente 12 kilómetros de bardas y rejas que contradice la vocación pública de la institución y separa a la casa de estudios más representativa de nuestro país de la ciudad que la rodea. Son cientos de hectáreas de posibles conflictos u oportunidades que esperan ser modificadas, ya sea a través del camino de la planeación o por el de la urgencia y parche. Ante la escasez de espacios abiertos, equipamientos y áreas verdes al alcance de la creciente población urbana, sitios como Ciudad Universitaria cobran un interés para la salud y el acceso al bienestar público de la capital.
“¿Cuánto estamos dispuestos a perder?” preguntaba Luis Zambrano. ¿Qué podemos hacer para que todos ganen? preguntamos desde Venecia al día de hoy. El cuestionamiento no es nuevo, existen tesis de alumnos y proyectos académicos, planes parciales del gobierno de la ciudad y visiones de vecinos y desarrolladores sobre cómo debe evolucionar la relación de Ciudad Universitaria con sus alrededores a la cual se suman estos cuestionamientos. Podría ser un buen momento para escucharlas y construir una visión colectiva donde quepan todas. Si no es ahora y si no es ahí, ¿entonces cuándo y dónde?
La respuesta a este territorio podría ser el eco a todos los demás que contienen problemáticas similares en escenarios distintos. La discusión está abierta. El aeropuerto actual de la Ciudad de México, las colonias y los terrenos que colindan el nuevo, los centros comerciales subutilizados y las zonas industriales por no decir la mancha urbana en su totalidad necesitan urgentemente ideas para mejorar su relación con la sociedad. La contraparte es el conflicto perpetuo, nada bueno parece salir de él sabiendo que estamos todos en el mismo barco.
Diseño Urbano: Estudio MMX
Equipo de diseño: Jorge Arvizu Soto, Ignacio del Río Francos, Emmanuel Ramírez Ruiz, Diego Ricalde Recchia, Daniel González Alonso, Pablo Goldin Marcovich
Fotos: Dane Alonso