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Columnas

Crecer para arriba: ¿pero cómo?

Crecer para arriba: ¿pero cómo?

19 julio, 2015
por Juan Palomar Verea

Publicado originalmente en El Informador

A estas alturas ya ha quedado más que claro. Guadalajara, por la más elemental salud urbana, debe densificarse racionalmente. Que no es lo mismo que salpicar el tejido urbano con edificios-chipote a tontas y a locas. Quiere decir llevar adelante un programa bien estructurado para lograr que, en los predios que sean pertinentes, se pueda aumentar el índice de unidades de vivienda. Pero siempre de manera sostenible.

¿Qué quiere decir de manera “sostenible”? Que el aumento de áreas construidas y de población por hectárea esté respaldado por servicios, infraestructuras y equipamientos que garanticen una vida urbana satisfactoria. Suficientes redes de agua, drenaje, alcantarillado. Suficientes espacios de recreación y reunión, de espacios verdes y abiertos. Respeto a todos los patrimonios existentes: urbanos y arquitectónicos, ambientales. Y respeto a todas las escalas: a la casa de un señor determinado, a un asoleamiento, a una iluminación, a una perspectiva.

Tampoco es tan complicado. Pero significa la inmersión en un ejercicio urbano y arquitectónico con el que muy pocos arquitectos, y menos promotores, están familiarizados. O quieren estarlo. Vaya, en la inmensa mayoría de las intervenciones de “densificación” ni siquiera se plantea esto. Lo único que se persigue –generalmente- es la ganancia, a troche y moche.

Por decenios, la vivienda nueva ha sido el resultado de una simple aritmética que debe arrojar, al final, márgenes de ganancia por lo general abultados a la medida de la codicia. De una ecuación en la que la calidad de vida –de la vivienda misma y del contexto inmediato- no cuentan. El famoso neoliberalismo y todo eso. Ha faltado, de parte del medio oficial, una rectoría inteligente y proactiva. Y cuando se intenta tener normas que apuntan en esa dirección, no falta el Tribunal de lo Administrativo que las eche por tierra (planes parciales de Guadalajara) en único beneficio del consabido desorden urbano y de las ganancias de los aprovechados. De los listillos.

Ciertamente en nuestro medio hay desarrolladores capaces y experimentados. Lo que les ha hecho falta es una visión más amplia e inteligente de la ciudad. Se han limitado –con raras excepciones- a hacer lamentables conjuntos de vivienda en la periferia, con los resultados ya conocidos. Otros, a hacer edificios-chipote sin mayor cuidado de su entorno y muchas ocasiones con pésima “arquitectura”. Sus prácticas deben reconvertirse. Con audacia, prudencia, visiones originales.

Tomemos el caso de tantos entornos ya consolidados con viviendas abandonadas o subutilizadas, con lotes baldíos o ruinas. Estas desarrolladoras, si se aplican, pueden llevar adelante –en estrecha coordinación con las autoridades- proyectos amplios en los que se adquieran propiedades y suelo dentro de un contexto determinado para elevar ahí, antes que todo, la habitabilidad: mejorar lo ya mencionado, servicios, infraestructuras, equipamientos. En los que se trabaje en sociedad con los mismos propietarios también.

Y luego introducir de manera específica una “densificación hormiga”, propiedad por propiedad. Junto con ello, se podrá insertar una red de edificaciones de altura razonable –cuatro a seis pisos de habitación con plantas bajas comerciales. Al final de cuentas, todo reunido, resulta un muy provechoso negocio. Pero, ojo: negocio para la ciudad, los habitantes  y los desarrolladores. Nadie, entre los desarrolladores tradicionales, parece haber hecho –en términos reales- este planteamiento. Pues ya es tiempo. (Y, como vemos, es tiempo también para su propia viabilidad). Existen valiosos ejercicios académicos en este sentido, existen ejemplos internacionales muy exitosos, existe sangre nueva.

Si aspiramos a tener una mejor ciudad tenemos que aumentar su densidad. Pero de manera ordenada, inteligente, creativa. Y sobre todo responsable. ¿Habrá los tamaños?

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