Medio siglo de Sánchez Arquitectos y Asociados
"Han pasado 50 años y para Sánchez Arquitectos y Asociados, la celebración tiene que ver sobre todo con las maneras [...]
14 enero, 2025
por Gustavo López Padilla
Hay que aprender de la experiencia, no podemos equivocarnos otra vez.
Entre las responsabilidades del Estado, se cuentan aquellas en las que se deben crear y proteger las condiciones sociales, económicas, políticas y materiales, para que la vida cotidiana de sus gobernados se desarrolle en paz de la mejor, mas armoniosa y creativa manera posible. Como parte sustancial de estas responsabilidades, el Estado debe promover y llevar a cabo proyectos nacionales, que tengan que ver con el desarrollo de las ciudades y también del campo, de tal suerte que haya lugares para las buenas y diversas experiencias sociales, pensando en el bienestar colectivo. Como parte importante del compromiso social-urbano del Estado, se debe promover la construcción de viviendas, obras sustanciales dentro de los ámbitos de las ciudades, teniendo en cuenta al conjunto de la sociedad, pero sobretodo pensando en las necesidades y requerimientos de los grupos de menores ingresos, que forman parte de la clase media y la de los trabajadores. En este sentido, el Gobierno Mexicano ha anunciado recientemente un programa, con el que se plantea construir a lo largo del naciente sexenio, un millón de viviendas, a realizarse en distintas localidades de la República Mexicana.
Aunque la propuesta resulta insuficiente para las necesidades reales, actuales del país, que pueden rondar los ocho millones de viviendas, de las cuales el 20% corresponden a nuevas construcciones y el 80 % se refiere a la necesidad de mejoras y ampliaciones en los hogares existentes, no deja de ser importante e interesante el anuncio y la voluntad política de construir un millón de viviendas. Pero aquí surgen de inmediato algunas interrogantes, en el sentido de cómo se va a llevar a cabo el programa de estas viviendas anunciadas. ¿A partir de que criterios políticos, sociales, culturales, urbanos, arquitectónicos y de reglamentación edificatoria, se va a instrumentar la realización de los proyectos ejecutivos necesarios y sus construcciones materiales? Y aquí aparece de entrada la siguiente consideración fundamental, no podemos nuevamente equivocarnos en la ejecución proyectual y construcción de estas viviendas anunciadas. Para la ejecución del nuevo programa, debemos tomar en cuenta una seria valoración crítica y reflexiva, de las buenas practicas y buenos resultados de los proyectos realizados en la arquitectura mexicana, en materia de vivienda social colectiva, entre los años treinta y mediados de los años ochenta del siglo pasado, hechos proyectuales ampliamente reconocidos nacional e internacionalmente y evitar a toda costa los errores catastróficos de las construcciones, mal ejecutadas a lo largo de los últimos treinta y cinco años.
En primer término me parece relevante, que el Estado Mexicano, de nueva cuenta, asuma la responsabilidad política directa de la gestión, administración y coordinación de la realización de los proyectos respectivos y su ejecución material, teniendo en cuenta la participación de distintas entidades gubernamentales o privadas, que pueden colaborar en el desarrollo de los proyectos o la ejecución material de las obras. Pero el Estado debe ser el principal responsable de todo el proceso, desde sus inicios, hasta la valoración de los resultados finales. Vale la pena apuntar que los encargados del programa, no deben ser solo políticos o administradores que van a controlar datos y resultados, sino que debe haber entre los ejecutantes del programa de construir un millón de viviendas, sociólogos, urbanistas, arquitectos y paisajistas calificados, que tomen en cuenta que las obras a realizarse, deben contribuir de la mejor manera posible a consolidar y mejorar los tejidos y las calidades materiales habitables de las ciudades y que las viviendas resultantes no sean simplemente construcciones. Hay una diferencia sustancial entre construir y hacer arquitectura. Hacer arquitectura no es solo construir cualquier cosa, amorfa y anodina, como ha sucedido en materia de vivienda social, durante los últimos treinta y cinco años en nuestro país, implica valores sociales, culturales y compositivos, de tal suerte de hacer antes que nada ciudad, mejorar y enriquecer la imagen, personalidad y calidad de vida urbana preexistente de las ciudades, generar cultura construida y vivencial. El fin primordial con las viviendas a construirse, es desde luego dotar a las gentes de espacios que resuelvan de manera amable, eficiente y funcional sus necesidades habitables, que puedan en sus interiores resguardarse y desarrollar ahí sus mejores capacidades creativas y productivas, que se consoliden y enriquezcan los lazos familiares y que finalmente sientan esos espacios como suyos, que forman parte de su patrimonio material y cultural, que incentiven su sentido de cuidado y pertenencia a un lugar y se sientan plenamente orgullosos de contar con el patrimonio de esas viviendas.
Sabiendo de la escasez actual de territorios baldíos en las ciudades, un elemento clave en todo esto, tiene que ver con la ubicación y escala de los proyectos a realizar. Es importante que los proyectos se ubiquen preferentemente en el ámbito interior de las ciudades y no particularmente en sus periferias, tratando de evitar en la medida de lo posible, nuevos crecimientos horizontales, expansivos urbanos territoriales, lejos de los equipamientos fundamentales de las mismas ciudades, ocupando espacios que se debieran conservar naturales. Se trata de crecer hacia adentro, pudiendo pensar incluso en terrenos deficientemente ocupados, derribando lo existente, mejorando las densidades construidas, para dar oportunidades de nuevas viviendas, en primer lugar a los habitantes originales y sumando nuevos ocupantes, tratando de aprovechar las infraestructuras y contextos preexistentes, en materia de vialidades, transporte, agua potable, drenaje, electricidad, servicios y equipamientos. No se trata solo de destruir para construir, se plantea que los nuevos proyectos respeten las memorias culturales y construidas en los lugares seleccionados, se integren de la mejor manera a los tejidos preexistentes, mejorando y enriqueciendo sus calidades formales, de imagen, sociales, culturales, arquitectónicas y urbanas. Evidentemente se deben evitar localizaciones que impliquen riesgos, como predios cerca de los cursos de los ríos, lagos y lagunas que se pueden inundar. Zonas pantanosas y lugares con fuertes pendientes, que pueden tener deslaves. Y cualquiera podría decir que las consideraciones anteriores son demasiado obvias para ser necesariamente enunciadas, pero las experiencias reales construidas nos dicen que a los políticos y a los ambiciosos promotores, esto en muchas ocasiones les tiene sin cuidado y los resultados y tragedias que se suceden cotidianamente en nuestras ciudades construidas, afectando a miles de habitantes en sus patrimonios, nos lo confirman.
Se deberian procurar proyectos de escalas pequeñas y medias, que se puedan administrar con eficiencia y facilidad por sus habitantes, insertándolos en las ciudades a manera de acupuntura urbana, en diferentes zonas de las ciudades, garantizando así su mejor inserción en los tejidos preexistentes. Se deberian emplear preferentemente densidades medias de edificaciones, que resultan en obras que cuentan con entre tres y cinco niveles. Se deberían proponer mezclas de diferentes niveles sociales, culturales y económicos, para incentivar el intercambio de la riqueza cultural y colectiva de las ciudades. Los proyectos propuestos deberían contemplar, no solo construir viviendas, sino que en la medida de lo posible se pueda contar también con nuevos espacios públicos, ricos, diversos, que fomenten las relaciones de vida colectivas. Espacios que pueden ser calles, plazas e incluyendo desde luego jardines, todo esto en la escala y medida de cada proyecto, pero siempre estos espacios públicos debieran existir. Espacios públicos de calidad, que generen lugares identificables, que puedan llegar a ser en el tiempo entrañables, incluso porque no, hasta patrimoniales. De la suma de pequeños espacios verdes y colectivos se van mejorando las calidades habitables y ambientales de las ciudades. Salir a la calle debiera ser un hecho natural, sosegado, pacífico, cotidiano, amable y enriquecedor, para encontrarse y convivir con los vecinos.
La seguridad del barrio se garantiza de alguna manera con la presencia colectiva. Los conocedores de las ciudades han confirmado que una buena calle, con las banquetas adecuadas y mezclas de usos del suelo, generan una buena, segura y enriquecedora experiencia urbana colectiva. Ojalá y algún día recuperemos aquellas calles de la infancia, en las cuales siendo niños, salíamos a jugar sin preocupaciones, con seguridad y sin miedo. Nuestros hijos y nuestros nietos nos lo agradecerán. Los proyectos además, se deben plantear abiertos y relacionados con los tejidos urbanos preexistentes, haciendo ciudad, evitando los conjuntos cerrados, que no hacen ni contribuyen a la riqueza y convivencia urbana. Se debería de tratar de nuevos tejidos urbanos, que puedan ser libremente recorridos, sobre todo a pié por toda la comunidad urbana. Deberían de existir también, algunos programas gubernamentales paralelos, que a diferentes escalas contemplen la construcción de adicionales equipamientos de diferentes tipos. El crecimiento poblacional y sus viviendas, demandan naturalmente comercios, escuelas, lugares de entretenimiento, de salud y servicios administrativos. Hay que evitar los lugares dormitorio, aislados y procurar ciudades, con mezclas sociales y de usos del suelo, en donde las calles y sobre todo pensando en los peatones, se conviertan en lugares de encuentro e intercambio sociales. Las viviendas deben contar con comercios y servicios primarios de proximidad. La experiencia nos dice también que las viviendas sin gracia formal, visual y habitable, sin equipamientos, sin espacios públicos y lejos de las oportunidades de trabajo, terminan siendo abandonadas por millones, significando con ello un gran fracaso, una pérdida social y económica vergonzosa.
Luego entonces los proyectos arquitectónicos de las viviendas deben ser también funcionales y bellos, aunque esto último sea subjetivo y discutible, dejando atrás la idea horrible de cajas anodinas con agujeros, que la gente habita sin remedio y casi como un castigo. Las viviendas debieran ser en la medida de lo posible flexibles, que se puedan reconfigurar en el tiempo, cuando haya cambios familiares o de sus distintos ocupantes. Será bueno que cuenten no solo con espacios interiores, sino también con algunos exteriores como terrazas o balcones, con algunos elementos vegetales, ya sea en estos lugares o en sus azoteas, que como se ha comprobado, ayudan también a la mejora de la vida en tiempos difíciles de salud pública. Los proyectos debieran contar con una calidad proyectual que permitiera contribuir a mejorar las calidades habitables e imágenes urbanas en nuestras ciudades. Tanto las propuesta urbanas como los proyectos arquitectónicos los deben realizar profesionales serios, expertos, bien capacitados, creativos, sensibles, coordinados y regulados por las autoridades correspondientes, que también deben saber del tema, evitando que políticos sin experiencia, promotores y constructores sean los responsables únicos de ello. Está ampliamente probado, que a los constructores y promotores lo que les interesa es cuantos metros cúbicos de concreto van a colar y en cuanto se van a incrementar sus chequeras. Las calidades habitables de las ciudades y sus arquitecturas les tienen sin cuidado, para ellos solo se trata de un negocio que debe ser ampliamente rentable y dejar dinero pronto. La realización de los proyectos debe ser razonablemente rentable, pero pensando también en la calidad de sus resultados.
Se deberían combinar diferentes tipologías de viviendas, pensando desde las necesidades de las tradicionales familias nucleares, pero pensando también en los otros tipos de familias actuales. Pensar además en los jóvenes, los adultos y las personas solas. Esto nos lleva a combinar razonablemente varios tipos de viviendas, con distintos costos y áreas construidas, cantidades y cualidades de espacios interiores. En los proyectos tanto urbanos como arquitectónicos se deben poner en práctica los conocimientos y tecnologías mas avanzados en materia de sostenibilidad. Aprovechar la luz natural, regular las incidencias del sol y sus ganancias de calor, inducir las ventilaciones naturales cruzadas, aprovechar las aguas de lluvia, reciclar las aguas residuales y la basura, utilizar energías renovables como las del sol, las eólicas y el hidrógeno. Procurar la mayor cantidad de distintos espacios verdes y utilizar materiales de construcción producidos en la medida de lo posible como sustentables. Materiales durables, resistentes a los embates de la naturaleza como sismos o huracanes, que puedan ser de fáciles reparaciones y mantenimiento y que envejezcan en el tiempo con dignidad.
Al final del camino, los proyectos resultantes debieran generar en el tiempo orgullo, cultura y sentido de pertenencia para la sociedad, para sus habitantes en lo particular y también para la arquitectura mexicana contemporánea, como sucedió entre los años treinta y mediados de los ochenta del siglo pasado, con un buen conjunto de proyectos realizados en ese tiempo, dejando atrás las experiencias nefastas que nos avergüenzan de los últimos treinta y cinco años y que no han resuelto las necesidades de viviendas para millones de mexicanos y que han significado grandes inversiones mal realizadas y al final casi perdidas. No nos podemos equivocar otra vez, sabemos lo que hay que hacer y sabemos como hacerlo, lo hemos demostrado. Las prisas y compromisos sexenales no deben ser el común denominador del programa. No se trata de inaugurar cualquier cosa a cualquier precio y a medio terminar para salir rápidamente en la fotografía y tratar de capitalizarla en los tiempos electorales. Los políticos se van y las ciudades y los ciudadanos nos quedamos con los resultados, que disfrutamos o padecemos. Hay que emplear los tiempos razonables para hacerlo bien, profesionalmente. En todo esto, todos somos corresponsables, sociedad y gobierno y el juicio de la historia no perdona, cada quién ocupara el lugar que le corresponde. Se trata con los programas de vivienda de crear lugares para la vida.
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