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Construir el relato de la ciudad

Construir el relato de la ciudad

22 agosto, 2014
por Arquine

MX

Conversación con Jordi Hereu

por Miquel Adrià | @miqadria

Miquel Adrià: ¿Cuál fue tu experiencia como alcalde de Barcelona?

JH: Ser alcalde de cualquier ciudad del mundo es de las más grandes experiencias que se puede tener. Las ciudades tienen gran complejidad, están formadas de mil dimensiones y visiones. Desde una alcaldía se ven, se notan, se discuten, se disfrutan de todas estas visiones. Una alcaldía que significa, por un lado, liderar un proceso pero, por otro conocer las mil dimensiones de una ciudad. Creo que es una experiencia absolutamente enriquecedora. Ves desde la ciudad, que es un símbolo en un mundo global, hasta la ciudad en sus pequeños rincones. A mí siempre me ha interesado más la de los pequeños rincones porque son los que la hacen fuerte, desde su base. En todas sus dimensiones siempre hay un gran centro, que ahora es lo que más se muestra en el mundo. Centros que a veces son demasiado parecidos entre sí. Pero a mí me gustan todos y cada uno de los rincones de la ciudad, donde están esos pequeños protagonistas anónimos que sacan adelante su proyecto personal de familia, de barrio y que al hacer esto hacen grande una ciudad como Barcelona. De manera que las mil Barcelonas son las que me han permitido, desde la alcaldía, conocer, pulsar sus tensiones, sus aspiraciones y sus contradicciones.

MA: La ciudad, en el día a día, tiene que resolver sus problemas y necesidades, los baches, la inseguridad, el agua, pero la diferencia entre las ciudades que prosperan y han mantenido su posición es que tienen un proyecto, una imagen en la que se proyectan.

JH: Es evidente que las ciudades tienen un día a día que nos puede comer, acabar con la energía de quien debería tener una visión estratégica. Por eso pongo tanto énfasis en que lo que me gusta de las ciudades es la dimensión ciudad proyecto o proyecto de ciudad: la ciudad como proyecto colectivo —que se puede y debe construir—. Es la dimensión más fascinante de una ciudad, por encima de todas las otras. Por encima de la realidad que se puede ver en una postal de aquello que es fijo, de los espacios. Todo esto también es dinámico y se puede transformar. Me gustan las ciudades de la aventura humana, las de un colectivo que decide establecer objetivos y cumplirlos. Si hay proyecto hay horizonte estratégico y si hay una visión hay un deseo, un sueño compartido. En el camino habrán treinta mil dificultades y resistencias. Vengo de un sitio donde esa voluntad ha sido capaz, en muchos momentos, de canalizar este río para llegar a buen puerto. Efectivamente en el transcurso del tiempo el proyecto se va modificando a través de una realidad que vas transformando. La realidad transforma al proyecto y el proyecto transforma la realidad.

En un mundo globalizado, los ciudadanos tenemos la percepción de que poco podemos hacer para cambiar —lo digo con grandes palabras— al mundo. Una buena manera de hacerlo, de seguro mucho más factible aunque no exenta de dificultades, es cambiar y transformar nuestras ciudades. Porque están más a la mano. Hay pocas realidades que te ofrezcan esta capacidad de haber luchado, soñado, proyectado, ejecutado y, al final, de disfrutarlo. Casi olvidamos de donde veníamos. ¿Cuántas cosas forman ya parte de un paisaje que se ha transformado y que, por ejemplo, las nuevas generaciones utilizan y se lo apropian? Es verdad que detrás hay una historia preciosa, pero ya es historia, porque las ciudades no se terminan. Lo bonito de una ciudad es que nunca se acaba.

MA. Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín, coincide contigo. Decía que cualquier acción tenía que ver con la seguridad; que todo tenía sentido detrás de ese lema, eso que proyectaba la ciudad: cualquier gesto, movimiento o controversia quedaba canalizado por esa idea.

JH: Eso es muy importante. El horizonte compartido tiene que alimentarse porque si no puede desvanecerse. El gran milagro es que una reforma de una pequeña plaza tenga algo que ver con dinamizar un barrio a través de un proyecto social y educativo, y que tenga que ver con el diseño de grandes infraestructuras; que todo eso tenga un hilo conductor, es decir, un relato comprensible para todos. Por desgracia, creo que muchas ciudades del mundo aún tienen que construir ese relato.

MA: ¿Cómo crees que se pueda conseguir este relato? Porque no se improvisa, no se encarga a una agencia de marketing.

JH: No. Se puede asesorar, se puede ayudar, pero hay un tema que es básico: querer y poder diseñar esto. Debe haber voluntad de los ciudadanos que después se canaliza social, política y culturalmente. La base es generar el sentimiento de que la ciudad nos pertenece y de que no somos elementos pasivos de un escenario que se llama ciudad. Somos protagonistas activos de la comedia en la que el escenario es muy importante. Continente es contenido —no es neutral y en eso la arquitectura tiene mucho que decir y que exigir—. La arquitectura tiene que participar en un proyecto de ciudad que valga la pena. Así es como la ciudad exige arquitectura y le exige a la arquitectura.