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Columnas

¿Cómo moverse en la ciudad?

¿Cómo moverse en la ciudad?

29 agosto, 2016
por Juan Palomar Verea

La ciudad no es lineal: es múltiple y compleja, su desarrollo cotidiano tiene numerosas capas de actividades y procesos que a su vez se interconectan sin cesar. Esta intrincada vida urbana depende en buena medida de la movilidad de cada habitante en el tejido citadino. Una tormenta fuerte, por ejemplo, irrumpe en todas esas capas y trastoca las iniciativas y expectativas de grandes franjas de la población. Lo mismo sucede con las manifestaciones, ciertos accidentes, algunas obras públicas y otras contingencias. Moverse en el contexto de la urbe, en fin, debe ser una función flexible y lo más apropiada posible a la circunstancia general y a las situaciones particulares de cada individuo.

Hay un gran mito, extremadamente dañino y poderoso que es preciso desmontar: el que dice que la condición ideal del transporte en la ciudad es que cada quien tenga su coche particular. Tan absurdo e imposible como esto puede ser, ese modelo es el que desde hace décadas machacan los inmensos intereses que están detrás de la industria automotriz y todas sus ramificaciones. Es la aspiración –comprensible ante un transporte público más que deficiente- de una gran parte de los que todavía no logran tener su propio auto, de los que se ha hecho creer que están “incompletos” sin él, y por supuesto de los que lo venden.

Es más que hora de establecer un principio urbano claro y razonado: la noción de un individuo igual a un coche resulta totalmente inviable para la ciudad, y absolutamente insustentable para la economía, la ecología y la habitabilidad generales.

Pero hay que partir del desmontaje del mito de que es solamente a través de la posesión y el uso de un coche que se puede realizar satisfactoriamente la vida cotidiana. Esto ya lo han venido entendiendo las franjas más lúcidas de las nuevas generaciones, para las que someterse a la servidumbre de tener un auto personal resulta simplemente inaceptable: para ellos mismos y para la ciudad que quieren.

¿Qué hacen para moverse estos y otros grupos sociales que prescinden del coche? Distanciarse de esa noción de estatus y tener flexibilidad, en primer lugar. Aprovechar las posibilidades actuales, sin poner la excusa de que sin el coche están perdidos y “el transporte público es imposible de usar”. Convertirse en usuarios multimodales de las alternativas de movilidad: camión, bicicleta, tren ligero, marcha a pie, taxi o uber, coches compartidos… Muchos de quienes han logrado esa reconversión como usuarios de la ciudad podrían dar testimonio de la efectividad de su opción y de las ventajas de un estilo de vida que prescinde de las múltiples y costosas servidumbres del auto particular.

¿Cómo se puede potenciar ya, con grandes beneficios públicos en todos los órdenes, esta actitud frente a la movilidad? Con una aplicación cibernética sencilla y eficaz, accesible desde el internet, por medio de la que, para cada trayecto y circunstancia, se expresen las posibilidades, medios, costos y tiempos de traslado. De este modo, para ir por ejemplo de la zona de Medrano a la de Mezquitán, la aplicación podrá expresar: 10 minutos a pie, tren ligero, transbordo, 5 minutos a pie. Etcétera. Siempre se podrá saber las rutas y los tiempos caminando o en bicicleta, usando taxi, uber, o cualquier combinación. El usuario elige.

Guadalajara ha ganado renombre como un lugar particularmente creativo en los terrenos de la cibernética, con un importante componente de talento joven: es la hora de generar algo como lo que aquí se describe, que las autoridades apoyen esas iniciativas, que la ciudadanía valore los enormes beneficios de este cambio en los hábitos comunes.

Obviamente el coche seguirá, por un tiempo, siendo indispensable para una minoría de desplazamientos. Pero el caso es que, en ciertas ciudades europeas, su uso será abolido en algunos años. También es claro que el transporte colectivo debe mejorar radicalmente. Viene la línea 3 del Tren Ligero, se promete una profunda reordenación de rutas de camiones. Lo que no podemos hacer es esperar a ver cuándo nos ahogamos, fatalmente, en contaminación y congestionamientos. El cambio ya empezó, y es indispensable acelerarlo.






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