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¿Cómo hacer un barrio?

¿Cómo hacer un barrio?

6 septiembre, 2016
por Juan Palomar Verea

Hablamos del barrio como una entidad urbana deseable y ventajosa para sus habitantes, para el resto de la ciudad. Un barrio, que más allá de la palabra misma, es un contexto vital reconocible, habitable, solidario, enriquecedor.

Desde luego, es necesario olvidar toda connotación clasista y prejuiciosa al término “barrio”. Esta palabra designa sobre todo, a una cualidad que pueden tener diversas demarcaciones urbanas (barrios, colonias, conjuntos, unidades…): la de ser lugares propicios a la vida en comunidad, propicios a buscar una vida cada vez más satisfactoria en todos los sentidos. Convivencia, comunicación, seguridad, servicios públicos, equipamientos adecuados, entornos sustentables y armoniosos…

Pero existen amplios sectores de la ciudad que permanecen indiferenciados, anónimos, irreconocibles, precarios o marginados. No existe en ellos la indispensable cohesión social ni el ámbito físico capaces de aglutinar voluntades, de fijar metas compartidas. La vida barrial, en cambio, permite a la población tomar cotidiana conciencia del fin para el que se vive en las ciudades: para lograr acercarse lo más posible a la felicidad. Por más que se pueda oír utópico, precisamente para ello fueron fundadas las ciudades. Por ello son la máxima creación humana.

En esa gran porción de nuestra mancha urbana en donde no existe vida barrial ¿cómo lograrlo? En primer lugar, con la toma de conciencia de la gente. Nuestra (imperfecta) democracia tiene autoridades legítimas. A través de su eficaz gestión es factible encauzar la formación o consolidación, y reconocimiento, de liderazgos naturales y limpios que existen en todos los contextos urbanos. De allí se sigue una continua interlocución de esos liderazgos con la misma comunidad representada, y con la autoridad.

A continuación, y con el apoyo de equipos multidisciplinarios, es preciso hacer un ejercicio concienzudo de reconocimiento: de la precisa demarcación barrial, del medio humano y del medio físico. Existen a mano una serie de herramientas estadísticas, cartográficas, planimétricas, gráficas capaces de proporcionar, junto con la esencial experiencia directa, un retrato lo más integral posible del barrio. Un retrato que deberá irse perfeccionando, adaptando, actualizando. En cada barrio puede haber habitantes capacitados para el uso y procesamiento de toda la información disponible. Esta información, traducida en documentos fácilmente compartibles, podrá desembocar en láminas explicativas y maquetas con las que el barrio pueda entenderse en todas sus dimensiones.

Así, se puede establecer ya un diagnóstico de lo que existe, una enunciación de fortalezas y carencias. De esta conciencia, adecuadamente socializada, la comunidad barrial podrá señalar y asumir sus deseos, las metas necesarias: apoyo social, educación y salud, optimización de servicios, implantación o adecuación de infraestructuras, sistemas para mejorar la seguridad, cuidado y creación de nuevos espacios verdes, forestación, regulación y mejora de la imagen urbana, etcétera.

Lo más importante: a través de este mismo ejercicio de auto reconocimiento, de diálogo continuo y de posterior promoción de medidas comunitarias, la demarcación construye los lazos y las redes humanas que la convertirán, gradualmente, en un verdadero barrio. En una comunidad en la que permanentemente resida un ánimo compartido, en donde haya unas metas identificables y una voluntad expresa y activa por alcanzarlas y mejorar la vida de todos.  

Dentro de este impulso vital enfocado en acciones concretas, ya la diversidad y riqueza de la población irá generando o reforzando todos los consiguientes rasgos característicos del barrio: su genio y su figura, sus personajes y tradiciones, sus costumbres e identidades múltiples. Todo esto en el ámbito reconocible, querible, de un barrio que, además, irá mejorando con los años.






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