Gobierno situado: habitar
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2 marzo, 2016
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Detrás de todo gran arquitecto hay otro u otra o más. Detrás es un decir, más bien: al lado. La naturaleza colectiva de la arquitectura, desde su concepción hasta su uso, pasando por su construcción, es algo que unos cuantos siglos de insistir en la ficción del arquitecto como autor heroico pueden esconder pero no borrar: una arquitectura producida toda, desde la idea hasta la ventana, por un sujeto autónomo y aislado es algo tan poco creíble como un lenguaje privado.
En un ensayo titulado Collaborations, the private life of Modern Architecture, Beatriz Colomina escribió que “los críticos y los historiadores están dirigiendo su atención del arquitecto como figura singular y el edificio como un objeto a la arquitectura como colaboración.” La colaboración se da entre arquitectos, ingenieros, paisajistas, constructores, críticos y fotógrafos, editores e historiadores. Incluso el cliente se entiende como un colaborador, dice Colomina. También habla de colaboraciones mucho más cercanas. Algunas reconocidas, como Ray y Charles Eames, Alison y Peter Smithson o Robert Venturi y Denise Scott Brown. Otras conocidas aunque su peso no siempre bien determinado, como Lilly Reich y Mies van der Rohe o Charlotte Perriand y Le Corbusier o el mismo Charles Edouard Jeanneret Gris y su primo, Pierre.
Pierre Jeanneret nació en Ginebra, Suiza, el 22 de marzo de 1896 —aunque algunas fuentes anotan, equivocadamente, el 2 de marzo. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Ginebra y en 1920 se fue a París, donde trabajó en el estudio de los hermanos Perret, por recomendación de su primo, Charles Edouard, que había trabajado con ellos diez años antes. En 1922, los primos Jeanneret empezaron a trabajar juntos. Un año después, tras el encargo de las casas para obreros de Pessac, abrieron su propio taller en el 35 de la calle de Sevres y siguieron trabajando juntos hasta que los nazis invadieron Francia. Le Corbusier intentó conseguir encargos del gobierno de Vichy mientras Jeanneret regresó a Suiza. Terminada la Segunda Guerra regresó a París. En 1950, los primos volvieron a trabajar juntos en Chandigarh. Victor Hugo Velázquez escribió:
La construcción de una nueva capital para el estado del Punjab significó para Le Corbusier la oportunidad largamente anhelada de ver realizadas muchas de sus teorías urbanísticas; mientras que Pierre Jeanneret acepta hacerse cargo de la supervisión de las obras. Pero Chandigarh abrió también para Pierre un vasto horizonte de nuevos proyectos personales.Efectivamente, mientras da forma real al trazado urbano de la nueva ciudad y dirige las obras para el Capitolio, el Palacio de Justicia o el de la Asamblea, Jeanneret comenzó a realizar un considerable número de proyectos por cuenta propia y edificios de la más variada índole.
Velázquez cita a Alfred Roth, otro arquitecto suizo que trabajó en el estudio de Le Corbusier y Jeanneret y quien decía que el papel de éste último había sido triple: un socio dinámico con el cual Le Corbusier discutía todos los problemas y detalles y que, a un tiempo, criticaba e impulsaba sus ideas; el jefe del estudio, quien estaba al tanto del desarrollo de cada proyecto; y su amigo más cercano. En Precisiones, Le Corbusier dijo de “la idea arquitectural” que “es un fenómeno perentoriamente individual, inajenable,” y agregó que “cada uno de nosotros asigna a la idea una expresión personal: lirismo individual. Cada uno tiene derecho de observarse, de juzgarse, de conocerse y de obrar con clarividencia.” Inmediatamente, Le Corbusier pasa de ese elogio de la individualidad expresiva —o de la expresividad individual— en primera persona del singular, a la primera del plural: “hemos construido, Pierre Jeanneret y yo, gran número de casas. Leyendo en nuestra propia producción, llego a discernir la intención general que ha determinado la actitud de la obra.”
Cabe, tal vez, preguntarse si, como decían Deleuze y Guattari, al producir una obra a cuatro manos lo primero que se produce es un tercero: otro que no es ninguno de los autores por sí mismos. Se puede decir que en La ópera de tres centavos la letra es de Bertold Brecht y la música de Kurt Weil —quien sí nació el 2 de marzo, en 1900—, pero no se puede imaginar esa obra sin uno y el otro, sin esa colaboración, como tampoco, en el caso de las obras que los primos Jeanneret hicieron en conjunto. Velazquez cita también a Le Corbusier diciendo: “mi obra arquitectónica existe sólo por un trabajo en equipo entre Pierre Jeanneret y yo. Es una obra común hasta el momento cuando las circunstancias de la vida (y de amigos buenos) nos separaron.”
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