Casa manifiesto
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4 mayo, 2013
por Juan José Kochen | Twitter: kochenjj
As in all utopias, the right to have any significance belonged only to the planners in charge
Jane Jacobs
A partir del concepto de espacio público como lugar donde se expresa la diversidad cultural de la sociedad mediante un vínculo social con la historia y la cultura de comunidades, Jane Jacobs cambió el paradigma sobre la planificación de las ciudades norteamericanas. Desde principios de los años sesenta, aún sin plantear una reflexión formal sobre los espacios públicos, Jane Jacobs (4 de mayo 1916 – 25 de abril 2006) estableció un parangón, así como un ataque formal contra los proyectos de renovación funcionalista que entonces se presentaban en las ciudades estadounidenses como la principal amenaza sobre los usos y la vitalidad de los espacios públicos tradicionales. Jacobs defendió estrategias de gestión urbana basadas en la comunidad caracterizadas por posiciones “anti-planificadoras”, una forma distinta de entender la gestión urbana. Sus teorías defendieron un modelo urbanístico basado en la diversidad de usos y las concentraciones de elevada densidad.
El libro The Death and Life of Great American Cities publicado en 1961, es el compendio de los elementos básicos de su pensamiento. Sus contribuciones y conocimientos cambiaron la forma en la que se desarrollaron las grandes ciudades norteamericanas como Nueva York y otros grandes núcleos urbanos en Norteamérica. Sus ideas en contra de Le Corbusier y a ciertos lineamientos de la Ciudad Jardín; específicamente contra las altas densidades de población y el uso mixto del suelo de la ciudad tradicional no planificada. Jacobs se opuso a la expansión descontrolada de las urbes, a la construcción de grandes autovías que tejieran los núcleos urbanos, a los coches como símbolo del progreso, a la separación de los barrios o a la idea de que las calles vacías eran una garantía de seguridad.
Con sus iniciativas, intentó cambiar las reglas del urbanismo y trató de imponer nuevos principios para hacer de las calles y de los barrios lugares para vivir y trabajar con cualidades vitales y abiertas. La activista norteamericana propuso que los barrios en que coexisten usos diversos en un mismo espacio fueran más seguros y vitales que aquellos con poca diversidad. Estas observaciones contradecían totalmente la tendencia dominante, en especial en Estados Unidos, donde la zonificación de usos era totalmente delimitadora. Jacobs imaginó las ciudades como sistemas complejos emergentes, resultado de las acciones no planificadas de individuos y pequeños grupos. Tal como lo mostró Jane Jacobs hace cinco décadas, el uso de los espacios públicos depende en gran medida de la presencia y mezcla de locales que los circundan y las correspondientes actividades asociadas a tales locales: “In small settlements everyone knows your affairs. In the city everyone does not –only those you choose to tell will know much about you. This is one of the attributes of cities that is precious to most city people, whether their incomes are high or their incomes are low, whether they are white or colored whether they are old inhabitants or new, and it is a gift of great-city life deeply cherished and jealously guarded”.[1]
En 1970, Richard Sennet participó junto a Jacobs en el debate con su libro Uses of Disorder, donde contrastaba el modo de vida en que las instituciones encerraban a la gente, consideraba que se tenía un concepto erróneo de la utopía ideal de ciudad, donde las personas terminarían ahogadas dentro de una urbe caótica. Sennet sostenía que al prescindir del control preplanificado de la ciudad, la gente tenía mayor dominio de la situación y poseía un conocimiento más amplio de sus vecinos, por lo que existía un sentido inherente de alteridad y convivencia urbana. Jacobs y Sennett fueron los portavoces del descontento general ante el urbanismo descontrolado de las ciudades norteamericanas; demanda que a partir de 1964 se comenzó a construir con el replanteamiento de la política de renovación urbana estadounidense entre los años 60 y 70.
El programa de “Ciudades modelo” durante el mandato del presidente Lyndon B. Johnson resolvería el problema de los barrios pobres; incrementaría el número de viviendas baratas y ayudaría a los pobres para mejorar los barrios. La inclusión de la participación ciudadana por medio de un Consejo de desarrollo comunitario sería el estandarte de la propuesta, sin embargo, los ayuntamientos no aceptaron que tuvieran que compartir su poder con los activistas de las comunidades. Peter Hall considera que se trató de un fallo de planificación tradicional, más que el éxito de un nuevo método de trabajo, una centralización extremada perdida por la participación de la comunidad local. En el capítulo de su libro Ciudades del mañana. Historia del urbanismo del siglo 20, llamado La ciudad de la difícil equidad, Hall resume y resalta los planteamientos del movimiento urbanístico comunitario, así como la injerencia del diseño participativo en la evolución de conceptos urbanísticos.
Esta arquitectura comunitaria, sería el primer antecedente de una forma de diseñar espacios desde una premisa social inherente a la profesión, pero que años antes, se había soslayado por las vanguardias arquitectónicas que complicaron una planificación urbanística adecuada de la ciudad. Jacobs pensó una ciudad saludable y habitable, que a pesar de tener un punto de desorden, resulta espontánea, activa, inventiva, vital y receptiva. Con sus teorías buscó dar prioridad a los contactos desde las banquetas de las calles, los cuales serían la primera parte de una incipiente transformación en el crecimiento de la ciudad y la vía pública, una primera teoría utópica de urbanización: “A good city street neighborhood achieves a marvel of balance between its people´s determination to have essential privacy and their simultaneous wishes for differing degrees of contact, enjoyment or help from the people around”.[2]
[1] JACOBS, Jane (1992). The Death and Life of Great American Cities, Nueva York, Vintage. P. 58-59. “En los asentamientos pequeños todo el mundo sabe de sus asuntos. En la ciudad no es así, se puede elegir quién sabe realmente acerca de cada persona. Este es uno de los atributos de las ciudades que es de suma importancia para la mayoría de los habitantes de la ciudad, independientemente si sus ingresos son altos o bajos, su raza, o colores, su reciente o antigua estancia en la ciudad; es un regalo de la gran- vida en la ciudad, querida y protegida celosamente”.
[2] “Una buena ciudad comunitaria, guarda un prodigioso equilibrio entre la determinación de su gente para tener privacidad esencial y deseos simultáneos para diferir en diversos grados de contacto, disfrute o ayuda de la gente alrededor”.
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