Las diez casas de Sergio Ortiz
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¡Felices fiestas!
7 enero, 2025
por David Lozano Díaz
De los reconocidos nombres de arquitectos mexicanos del siglo XX suele haber interés por conocer más allá del profesional. Se quiere conocer al personaje que hay detrás y de alguna manera comprender e interpretar la personalidad e ideas de quien formuló tan impresionantes obras.
Es ahí donde han aparecido recientemente un par de pequeños libros, específicamente opúsculos, realizados por el arquitecto Felipe Leal y publicados por El Colegio Nacional, en los que aborda y compendia una selección de charlas personales casuales que mantuvo con dos relevantes arquitectos del siglo pasado y quienes siguen vigentes; Teodoro González de León y Fernando González Gortázar.
Pocas veces este tipo de conversaciones casuales suceden fuera de espacios controlados como foros o conferencias, donde un público acude a escuchar a los arquitectos exponer sus ideas. Y otras pocas veces más, estos contenidos llegan a ser publicados, transcendiendo lo efímero, y permitiéndonos conocer aspectos que usualmente no se llegan a abordar en los foros.
El primero de estos opúsculos, con González de León, se publicó en invierno del 2023, mientras que el de González Gortázar recién se presentó en diciembre del 2024. El factor común entre ambos libros, Felipe Leal, es alguien con gran capacidad de comunicación quien ha propiciado diversos espacios para la difusión de la arquitectura, manteniendo conversaciones con diferentes arquitectos a lo largo de su vida. Conversaciones casuales en las que, no por ello, se deja de sentir pasión por la profesión y lo que hay en torno a ella.
En realidad, lo que vemos en esas publicaciones, más allá de conversaciones son entrevistas. Un interés particular para saber; ideas provocadoras, posturas, envueltas en subjetividad.
Mientras que, para Teodoro, no existen las musas o la inspiración, y por tanto no ve a las ciudades como generadoras de ellas. Para él la creatividad es un proceso que sucede dentro de nuestros cerebros siempre que se sea constante en el trabajo. Por otro lado, Fernando González Gortazar abrazó la idea y comentó que se puede intentar erotizar nuestra relación con la ciudad, en el sentido de obtener placer a partir del bienestar ajeno, esto pensando en que la arquitectura debería ser sobre todo humanista, y menos una ciencia y un negocio.
Los dos textos se desarrollan, cada uno, a partir de cuatro conversaciones distintas con cada entrevistado en diferentes momentos desde 1996 y años posteriores ya entrados en el siglo XXI. En el primer libro, podemos dar cuenta de la personalidad de Teodoro, alguien pragmático, realista, que no apela a la metáfora para comprender el mundo ni para representarlo. Las ciudades entonces, al igual que nuestras vidas, son fruto del azar, que nos nutre de imágenes, de problemas, lugares y sorpresas.
Admite que se formó con una visión de la arquitectura moderna que pretendía salvar al mundo a partir del diseño y de los espacios, algo que aprendió desde México pero también con Le Corbusier, con quien trabajó unos meses y de quien nos comparte algunas experiencias y comentarios que muestran el aprecio que tuvo por esa etapa de su vida. En algún momento se dio cuenta que la arquitectura no es una salvadora, y que el mundo cambia más bien por azar, y no por las voluntades humanas.
Por su parte, Fernando se lee como una persona más soñadora e idealista, aunque no por eso menos realista y consciente de la crudeza de la realidad humana y lo que ello implica en la naturaleza, así como en la vida urbana. La arquitectura debería disfrutarse, y por tanto, las ciudades ser una promesa de felicidad aunque la cultura y la sociedad en la que vivimos no se enseñe ni propicie a vivir en felicidad, sino todo lo contrario.
Desde su perspectiva, la arquitectura con la que se le educó podía llegar a ser cruel, por su rigidez formal o incluso por una pretendida solemnidad. Aunque tiene admiración por su escuela, él necesitaba ir por otro camino, que no olvidaría lo aprendido, pero que encontraría otra manera de expresarse, sin ser una arquitectura perfecta. Fue su acercamiento a la naturaleza y al arte, lo que le permitió tomar riesgos con su obra, al ser menos racional y más expresivo.
Ambos libros no solo están compartiendo a su autor, sino que se comunican a través de los comentarios de sus entrevistados, teniendo a González de León comentando que su obra fue referida por Fernando en una mesa redonda, expresando que está permeada de ciudad, de modo que lo arquitectónico y lo urbano se integran, comentario que le dejó gran agrado. Mientras que González Gortázar al hablar del caos y azar expresado de manera exitosa en las artes, pero no así en la arquitectura mexicana, alude a Teodoro al expresar que el azar es uno de los hechos clave de la ciudad, a lo que coincide totalmente.
Poder dar lectura a cada uno de estos opúsculos publicados por Felipe Leal de manera oportuna, para seguir recordando a dos grandes arquitectos que no hace tanto dejaron de existir, nos permite darnos cuenta de sus mentes tan vigentes y coincidentes en temas de arte, de arquitectura, de ciudad y la vida, que nos deberían hacer reflexionar sobre nuestra labor como individuos y como gremio, que como también ellos refieren, está viéndose cada vez más afectado por intereses alejados de lo que debería ser el centro, la humanidad.
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