Gobierno situado: habitar
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¡Felices fiestas!
10 agosto, 2015
por Alejandro Hernández Gálvez | Twitter: otrootroblog | Instagram: otrootroblog
Cedric Price nació el 11 de septiembre de 1934 en un pequeño pueblo de Staffordshire que se llama Stone. Su padre también fue arquitecto. Price estudió en la Universidad de Cambridge y en la Architectural Association. Trabajó asociado con Maxwell Fry —el esposo de Jane Drew— y Denys Lasdun y luego abrió su propia oficina. Construyó poco y pensó mucho —lo que siempre es mejor opción, sin duda, que la inversa. En 1961 diseñó y construyó el aviario del zoológico de Londres. Ese mismo año diseñó el Fun Palace.
Fun Palace : argumento (fragmentos)
La división entre trabajo y esparcimiento nunca ha sido más que una generalización usada para resumir la actividad humana consciente —voluntaria e impuesta—. Tanto la naturaleza como la escala de las condiciones que causan o requieren las actividades impuestas han cambiado en tal grado en los últimos 25 años que la conveniencia de esa división ya no es aceptable.
La ciudad hoy funciona constipada, a pesar de sus limitaciones físicas y arquitectónicas. El legado de los edificios redundantes y los patrones de uso que resultan funciona como una camisa de fuerza para el aprovechamiento total y el goce. Un problema al replanear la ciudad es desechar o adaptar las formas existentes para permitir un uso más casual y sofisticado del potencial que ofrece la ciudad, asegurando que ningún trabajo nuevo creará a su vez condiciones físicas inapropiadas en el futuro.
Price afirmaba que no todos los edificios y calles pueden construirse de modo que se desintegren tras haber cumplido con su objetivo —y no se conviertan en estorbos. La flexibilidad y la adaptabilidad serán sólo dos de las condiciones requeridas —agregó. Stanley Mathews escribió que ese proyecto de Price no se basaba en la arquitectura tradicional o en la fantasía, “sino en los discursos y las teorías de su época, como las emergentes ciencias de la cibernética, la tecnología de la información y la teoría de los juegos, así como en el situacionismo y en el teatro, para desarrollar un concepto radicalmente nuevo de una arquitectura que acoge la improvisación.” Una arquitectura socialmente interactiva, agrega Mathews. Aunque no se construyó, Fun Palace fue una influencia fundamental en muchos arquitectos, como Renzo Piano y Richard Rogers, que usaron con amplitud esas ideas en su propuesta para el Centro Pompidou.
El 21 de marzo de 1969, Price junto con Paul Barker, Reyner Banham y el geógrafo Peter Hall, publicaron en la revista New Society su texto-manifiesto “Non-Plan: an Experiment in Freedom”.
No-Planeación: un experimento de libertad (fragmentos)
El control y la legislación de la planeación actualmente compensan por la inequidad en el acceso, el bienestar, el potencial de oportunidades y ambientes en diversas áreas y, al hacerlo así, intenta hacer todas las condiciones iguales —si no en apariencia, al menos sí en su capacidad de cambiar. La introducción de la No-Planeación impulsaría, de hecho, la diferencia y el desarrollo y explotación de las peculiaridades—. En términos ambientales, “diferente” sustituiría “bueno” o “malo.”
La No-Planeación, al reducir la permanencia del valor asumido de usos pasados del espacio mediante la eliminación de su mismo refuerzo, puede también proveer a la sociedad no sólo con una oportunidad para revaluar ese valor sino para establecer un nuevo orden de prioridades del uso del suelo, el mar y el aire, que estaría más relacionado a la duración social y económica válida de dichos usos.
Tras plantear eliminar restricciones en la ciudad pero mantener algunos controles necesarios para permitir que las relaciones con el resto del país y del mundo se mantengan, afirman que “la tesis principal de la No-Planeación es que, permitiendo el desarrollo desigual, la particularización de la ocupación, los hábitos y los deseos, será más probable que ocurran en lugares y momentos que sean más apropiados para eso.”
¿No-Planeación: sin reglas, fomentar la desigualdad en el desarrollo de la ciudad, permitir que cada zona se transforme según lo que ahí pueda pasar? ¿No es eso, finalmente, a lo que nos llevó la ciudad postindustrial del capitalismo avanzado y el neoliberalismo? ¿Price meets New Polanco? ¿Desarrollo y cambio, at any price?
En 1999, 30 años después de publicar el manifiesto de la No-Planeación, Paul Barker describía cuál era el estado de las cosas que los había empujado a él, Hall, Banham y Price a escribirlo. “Comúnmente, y esto sigue siendo cierto, un plan urbano se dice que se cumplió cuando sólo se ha completado. Nadie revisa si hizo su trabajo o no. Lo mismo pasa con la arquitectura: casi todo el interés termina, entre los profesionales, cuando el edificio se construye”. Y agrega: “sólo los usuarios continúan preocupándose por lo que pasa”. La pregunta que se hicieron, dice, fue si eso sería diferente si no hubiera ninguna planificación. Entendamos el contexto: eran finales de los años 60: sexo, drogas y rock and roll, la época del pop y había que ser contestatario: prohibido prohibir. El autoritarismo del Estado, fuera en el bloque comunista o el autoproclamado mundo libre, era evidente —eso pensaban—. El mismo Reyner Banham, que nunca había manejado, aprendía a conducir en un auto rentado para recorrer Los Angeles y proclamarla como la mejor ciudad posible. Venturi y Scott Brown aprendían de Las Vegas. ¡Viva Las Vegas! Pero Las Vegas ya no es lo que fue, ni el mundo entero. La sociedad del espectáculo que denunció Guy Debord se lo terminó devorando todo.
Anthony Fontenot hace poco escribió que los autores de No-Planeación “descartaban las intervenciones prescriptivas de los expertos y abogaban por remover las regulaciones en favor del crecimiento ‘espontáneo‘ que seguiría”. Barker insistía en que, como concepto, la No-Planeación era “esencialmente una idea muy humilde: en términos sociales y de diseño, consistía en pensar que resulta muy difícil saber lo que es bueno para los otros”. Sin usar el término, se trataba de empoderar a los usuarios —al pueblo, the people— sobre el planificador —finalmente el Estado—. Power to the people. ¿Pero y si ya no hay people —ni Estado—? ¿Si ahora son las grandes corporaciones y el capitalismo global los que actúan a sus anchas en esas zonas libres? —término, el de zonas, que usaban ya Price y compañía y que recupera Keller Easterling en otro sentido al hablar de las zonas de desarrollo económico que surgen en muchos países y donde evidentemente no es the people quien ejerce the power—.
“Hoy —escribe Fontenot—, parece claro que oponer la vitalidad sin planeación a la planeación de arriba-abajo —top-down— es reforzar una mentalidad que con facilidad nos lleva a una visión caricaturesca de la realidad compleja y, finalmente, oscurece los efectos muy reales y acumulativos —políticos, económicos, sociales, ecológicos— de la desregulación.” En las épocas de la desigualdad acelerada el único desarrollo desigual que se antoja sostenible —en todo sentido— es el que propone la mejor arquitectura para quien más la necesita.
Cedric Price murió el 10 de agosto del 2003, así que resulta imposible preguntarle cuál sería su propuesta para nuestras ciudades. Pero podríamos imaginar una mezcla entre la No-Planeación —moderada: los tiempos han cambiado— y el Fun Palace. Construir estructuras ligeras, quizá. Pueden ser de madera o con elementos prefabricados como los que se usan para los andamios. Esas estructuras pueden tener distintos usos. Entre más, mejor. Con las debidas preparaciones puede haber más cafés, más terrazas, más puestos para vender frutas o libros. También podría haber espacios para trabajar: share office pero sin un arrendador que se llevé la mejor parte. Internet de alta velocidad gratuito, por supuesto. La estructura podría ocuparse de muchas maneras. Como cada uno quiera, al fin esto es No-Plan, pero moderado: algunas reglas básicas de seguridad y de ocupación. La ocupación se podría regular como los estacionamientos en algunas calles: con parquímetros. Rentas un espacio por hora, día, mes. Según el tiempo son las reglas de diseño —sin implicaciones estéticas, sólo normas de seguridad y sustentabilidad—. Un porcentaje del espacio se destina al uso público y gratuito. Otro se renta por día: los martes es el mercado de productos orgánicos cultivados a la redonda, los miércoles la feria de artesanías. Los domingos: danzón, familia. Si la cosa va muy bien y la cafetería de franquicia internacional quiere poner una sucursal cada 200 metros, se puede. No-Plan: nada está prohibido. Eso sí: la renta del espacio es más cara: no son 10 pesos por hora como a la señora que vende mermeladas preparadas en su cocina, sino una cifra proporcional a sus ganancias globales, que no serán pocas. Si hace falta más espacio: más andamios. Si la cosa no funciona: los desarmamos. ¿Que se imaginan que todo eso quedará muy feo? ¡Qué poca imaginación! No es que yo tenga mucha, pero me acojo a la de don Cedric Price y los de Archigram, a la de Bucky Fuller y Yona Friedman, a la de Jean Prouvé y Frei Otto, a la de Piano y Rogers cuando eran jóvenes y muchos otros jóvenes que aun lo son
¿Quién va a pagar por todo eso? Bueno, como la calle es de todos, lo pagamos todos, pero a la larga lo recuperamos tasando la plusvalía de quienes tienen lotes o construcciones que se vean beneficiados con la intervención y del arrendamiento temporal de espacios.
PS. En el sitio del Centro Canadiense de Arquitectura tienen un memorándum “confidencial” de la oficina de Cedric Price fechado el 27 de julio de 1973:
Razón, Operación, Objetivo (fragmentos)
-Esta oficina tiene por objetivos la utilidad social y la excelencia profesional.
-Estos objetivos deben cumplirse principalmente para nuestra satisfacción.
-Sólo merece cobrar si logra ambos objetivos.
-Ningún trabajo debe considerarse por aislado y los resultados deben ser compartidos.
-Siempre recuerda: nunca podrás saber quién (y bajo qué condiciones) podrá sacar lo mejor de lo que acabas de hacer.
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