13 junio, 2017
por Arquine
En 1973, después de más de 40 años de experiencia profesional, John Lautner construyó en Acapulco una de sus obras más importantes: la casa Marbrisa, en las Brisas. Esta obra, poco conocida dentro de nuestro país, además de ser la única obra de Lautner fuera de los Estados Unidos, representa uno de los momentos más interesantes de la arquitectura doméstica moderna en México.
Lautner, arquitecto americano, realizó la mayor parte de su obra en California y pertenece a esa gran tradición de arquitectos integrada por Gill, Maybeck, Neutra, Schindler y hasta Gehry, que ha sabido comprender esa manera muy particular de trabajar en y desde Los Angeles. John Lautner nace en Marquette, Michigan, en los Estados Unidos, en 1911. Hijo de inmigrantes europeos —su padre austriaco, su madre irlandesa—, crece en un ambiente de enorme contacto con la naturaleza y de sensibilidad hacia el paisaje. En 1933, entra en contacto con la autobiografía y la obra de Frank Lloyd Wright y en lugar de realizar estudios universitarios decide ingresar a Taliesin como aprendiz de Wright, donde permanecerá hasta 1939. Wright inculcaba a sus alumnos una disciplina de trabajo físico, de valoración de la democracia y de las virtudes del individualismo. Lautner, muchos años después, seguiría afirmando que los años que pasó junto a Wright fueron fundamentales en sus definiciones y actitudes hacia la arquitectura y hacia la vida.
El paso por Taliesin es importante para comprender la obra de Lautner desde dos perspectivas. Por un lado, es durante los años 30, aun con las dificultades de la recesión, cuando Wright realiza algunos de sus proyectos de mayor trascendencia, como el edificio de oficinas para la Johnson Wax Company en Racine, Wisconsin (1936-37), la casa Kauffman o de la Cascada, en Bear Run, Pensilvania (1935-36) y el proyecto para Broadacre City (1934). Por otro lado, es importante la participación de Lautner como superintendente en determinadas obras de Wright. Su colaboración en Wingspread se complementó con la casa Roberts, en Marquette (1936) y, por último, la casa Sturges y la Oboler (1938-39) em Ñps Amgeñes. cpm ñas que definiría su permanencia en California. Esa colaboración con Wright le dio a Lautner una de sus mayores enseñanzas: la de poder desarrollar un contacto cercano con clientes y con constructores. Si bien Richard Neutra y Rudolph Schindler pueden ser considerados como los colaboradores de Wright más relevantes, es John Lautner quizás el que mayor éxito logró en su práctica profesional independiente al dejar Taliesin. Su mérito está en haber comprendido la doctrina organicista wrightiana abandonando la gramática formal de la obra de su maestro.
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La casa y la visión cinematográfica
La casa Marbrisa se habita en movimiento, es decir, mediante la acción de un ojo cinematográfico. La crítica más explícita de la obra de Lautner se ha originado precisamente en la posible connotación hollywoodense de su arquitectura. La arquitectura como stage-set. Esta lectura podría parecer evidente si reconocemos que las casas de Lautner han sido empleadas en repetidas ocasiones en el cine norteamericano. Proponemos por el contrario una lectura similar a la que hace Beatriz Colomina con respecto a la Ville Savoye de Le Corbusier. Colomina compara cómo las obras de Loos y de Le Corbusier difieren en la manera en que la visión las ocupa. En el caso de las casas de Loos, la visión es estática y escenográfica, el espacio arropa al espectador como un actor más en la escena. En el caso de Le Corbusier, la percepción se da en movimiento, siempre hacia la periferia del espacio. Es bien sabido el papel de Le Corbusier en la definición de la ventana horizontal como un nuevo marco para la vista moderna. Sin embargo, esta visión no es fija ni tiene un punto de vista único, sino que se da en movimiento, a partir del montaje. Es la promenade architecturale la que articula la experiencia de la casa. Desde que uno se aproxima en auto a la Ville Savoye y gira en la planta baja para estacionarlo, la manguitería del cristal en el volumen de ese nivel va generando una serie de cortes en la visión del espacio interno. Ya dentro de la casa, la escalera y posteriormente la rampa, se revuelven en sí mismas cambiando la visión de las distintas fachadas de la casa, siempre hacia la periferia, terminando este recorrido en el roof-garden. El aparente mito de la autonomía del objeto en el paisaje se ve derruido por la posibilidad del montaje de paisajes interiores. Son estos paisajes operados por el ojo-cámara de cine que nos establecen la conexión con el sitio.
En la casa Marbrisa esta experiencia visual se da en dos dimensiones. Lautner, al escribir cómo realizaba sus visitas al sitio donde diseñaría una casa, literalmente utiliza el término barrer con la vista el territorio. En el primera caso, podríamos afirmar que en la terraza principal la visión ocupa el papel protagónico. Valdría la pena aclarar que la operación de Lautner no es solamente la de una lógica simplista de aprovechar las vistas, sino la de emplear los elementos en planta y sección —tanto la curva de la cubierta independiente como la silueta del cual de nado— para generar y excluir múltiples vistas. Si examinamos en planta las líneas de la cubierta, del canal de nado, del plano de cristal de las recámaras y del balcón en ese mismo nivel, encontramos una independencia entre cada una de ellas. A primera vista parecieran ser resultado de obsesiones caligráficas o de arbitrariedades compositivas. Sin embargo, esta independencia se genera a partir de condiciones visuales específicas de cada uno de esos espacios.