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Columnas

Caminar la ciudad

Caminar la ciudad

27 enero, 2020
por Juan Palomar Verea

Existen cotidianamente miles y miles de trayectos que se podrían cumplir razonablemente a pie. El uso de cualquier vehículo, en esos casos, resulta redundante. Bien se sabe que la caminata es una de las actividades más saludables para la población.

Obviamente existen razones por las que cumplir un viaje determinado con una distancia excesiva no resulta ni viable ni práctico. Sin embargo, vale la pena evaluar, cada vez, las opciones disponibles, entre ellas la marcha a pie. Comparándola con otro tipo de transporte, resulta en muchos casos la mejor opción. Un tráfico automotor cada vez más lento, una interminable serie de conflictos viales, una merma significativa en términos económicos, tales son algunos de los efectos de aferrarse en muchos casos a lo que se piensa “obligatoriamente” como movilidad.

Por otro lado, las calles que cuentan permanentemente con un buen flujo peatonal resultan más seguras y transitables. Esto es claro si se analizan las causas de la inseguridad citadina. Cada peatón que circula por una vialidad determinada contribuye, con su mera presencia y su movimiento, a volver la ciudad menos insegura. Lo mismo, por otro lado, sucede con las bicicletas, cuya proximidad a los acontecimientos de una calle la vuelve más amigable y más tranquila.

En numerosas ciudades de diversas partes del mundo es posible observar o detectar una acentuada costumbre de grandes franjas de la población de realizar sus movimientos pendulares, si no resultan excesivos, a pie.

Es recordable cómo, durante décadas, las calles de Guadalajara tenían, proporcionalmente, un mayor flujo peatonal. Evidentemente, la ciudad ha cambiado de escala y para muchos trayectos resulta ahora indispensable el uso de vehículos automotores. La diferencia la marca qué tipo de vehículos se puede utilizar. El transporte público, en buenas condiciones y rutas apropiadas es la solución más aconsejable para los trayectos largos, que se reconocen generalmente mayores a un kilómetro y medio. En este tiempo en el que a un paso normal se puede sostener sin mayores problemas, se emplea alrededor de 40 minutos. Si se compara este tiempo con el que toma el mismo trayecto, en vialidades muy conflictivas, con los vehículos de motor, se podrá ver que en muchos casos la práctica peatonal puede ser más ventajosa.

Todo lo anterior definitivamente, se tiene que matizar. Existen muchos casos en los que optar por la marcha a pie no es posible. Otras circunstancias son las condiciones metereológicas. Ante esta circunstancia cabe tomar en cuenta que las condiciones benignas, en general del clima regional. Por supuesto que hay días en los que es imposible pedirle a la gente que camine a la intemperie. Sin embargo, volver a reflexionar sobre la alternativa de la marcha a pie, puede conducir a una mejor ciudad y a una mejora en la salud general.

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