Espacio político: rave y cuerpo
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¡Felices fiestas!
18 mayo, 2018
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_
Escribir sobre la propia experiencia de la arquitectura y de la producción de la misma obliga a hacer una reflexión profunda, exige ponerse del otro lado y ser autor e interlocutor a la vez, tomar distancia. Smiljan Radic lo hace con mucha frescura en los escritos recopilados entre 1997 y 2017 que se reúnen con el título Cada tanto aparece un perro que habla, bajo el sello Puente Editores.
Los escritos son piezas sueltas, pero no son sólo pensamientos aleatorios del autor recogidos a través de los años, son también su visión personal de la arquitectura, la literatura y la propia experiencia vital. No es fácil encontrar un libro como este, que explique la arquitectura de manera personal y que a la vez cuente tantas cosas sobre el centro de la misma y su periferia.
Radic consigue hablar desde un punto de vista sumamente personal, trasciende la esfera íntima a través de la literatura para transmitir una visión general de su manera de ver las cosas, dejando ver un mundo propio a través de sus reflexiones. De alguna manera el libro es un caleidoscopio, retazos de vida que en su conjunto nos hablan de la arquitectura chilena, de la ciudad y de sus referentes arquitectónicos a partir de aquellos edificios que le gustaría visitar y aquellos que no.
Los textos dan esa sensación de precariedad -entendida desde la inestabilidad- que es reconocible en su arquitectura. Las piedras -¿menhires?- que hacen de columnas y que sostienen las vigas del restaurante Mestizo, las mismas piedras que son los cimientos de su pabellón en la Serpentine Gallery, lo informe de la planta de la casa en Vilches o la fachada del teatro regional del Bio-Bio. Al hablar de toda la arquitectura también habla de la chilena, de su compañera de despacho Cecilia Puga, y aprovecha su casa en Bahía Azul para describir la aridez en su sentido más ético.
La relación poética entre su universo y el mundo tiene como meta el horizonte, un punto inalcanzable que nos genera nostalgia, -siempre añoramos la otra orilla, nos recuerda a través de Pessoa-. Sus referentes están más ligados a la esfera del arte y lo cotidiano, que a la endogamia arquitectónica, lo cual es de agradecer en la producción intelectual de la misma. Además nos habla del abandono, sus escritos parecen piezas abandonadas, pensadas, meditadas y dejadas a la intemperie, para que se gasten, para que las veamos.
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