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Barcelona : Bienal del pensamiento : ciudad abierta

Barcelona : Bienal del pensamiento : ciudad abierta

18 diciembre, 2020
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_

 

Pensar implica “examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio”. Tener un juicio sobre la relación entre sociedad y ciudad es lo que probablemente hoy nos cuesta más entender debido a la sobreabundancia de información, ¿qué está pasando y cómo nos afecta? ¿Cómo vivimos y qué implicación tiene sobre el planeta? ¿Dónde estamos y hacia dónde debemos ir? Parar un momento y escuchar a personas que dedican su vida a responder estas preguntas en el contexto actual es una oportunidad preciosa, sobre todo si esa oportunidad está abierta a todos, ya que además, esas preguntas deberían hacerse y responderse de manera global. 

El pasado mes de octubre se llevó a cabo en Barcelona la segunda edición de la Bienal del Pensamiento, organizada por el Ayuntamiento de la ciudad. El evento pretendía ser un “ágora”, un espacio abierto donde se reunían un grupo de especialistas en un tema para pensar abiertamente sobre y ante la ciudad, cualquier persona podía asistir al evento y participar de diferentes maneras. La Bienal se estructuró en cuatro itinerarios conformados por: Ciudad, Democracia, Futuros y Tecnología. Cada uno de ellos se desarrollaba a través de actividades que iban desde mesas redondas, recorridos por la ciudad, debates, y conferencias en el espacio público, en lugares como la antigua cárcel modelo, parques o centros culturales.

 

Mesa redonda Ciudad del Futuro”. Imagen: Carlos Lanuza.

 

El itinerario “Ciudad” comprendía siete capítulos que, según los comisarios Josep Ferrando y Núria Moliner, ponían en cuestión los atributos de la ciudad: Ciudad del Futuro, Ciudad Habitable, Ciudad Saludable, Ciudad Rural, Ciudad Inclusiva, Ciudad Resiliente y Ciudad Glocal-Ciudad Digital. Las mesas redondas reunieron a periodistas, filósofos, antropólogos, arquitectos, editores y geógrafos. A pesar de la diversidad de atributos y participantes de diferentes disciplinas presentes en el desarrollo del itinerario, muchas observaciones surgían repetidamente en las discusiones, tales como la necesidad de cambio en los hábitos de movilidad, la toma de conciencia de nuestra interdependencia en el mundo, los feminismos o el reclamo de espacios públicos, por mencionar algunos.

Esto parece arrojar una mirada común sobre las circunstancias en las que vivimos y nos llama a reflexionar sobre la influencia que ejercen una serie de aspectos que creemos ajenos. Horizontes de deseo, cooperación, activismo ciudadano y ciudad legible fueron algunos conceptos que se desprendían de las conversaciones y que apuntaban en conjunto a dar respuesta a los retos del futuro. Estamos interconectados y somos interdependientes, y hasta que no tomemos conciencia de ello de nada servirán las acciones que emprendamos para mitigar los problemas que nos afectan de manera global o local.

 

Mesa redonda Ciudad Glocal – Ciudad Digital”. Imagen: Carlos Lanuza.

 

Esta edición ha estado marcada fuertemente por la pandemia del COVID-19, que ha definido la agenda política y social a nivel mundial, acelerando procesos que ya se estaban gestando en las políticas urbanas. En Barcelona, particularmente, ha habido un gran debate sobre la forma de hacer ciudad y las medidas que están tomando las instituciones gubernamentales para atajar la incidencia del contagio. Es una ciudad que se ha convertido en pionera por las ideas implementadas a favor del espacio público -junto con Milán y su Piazze Aparte o París con la ciudad de los 15 minutos-, algo completamente necesario sobre todo al pensar en una catástrofe que estamos viviendo y que es más grande que esta pandemia: el cambio climático.

 

Entrevista a Josep Ferrando, comisario del itinerario Ciudad.

 

Carlos Lanuza: ¿Cuál era el objetivo del itinerario Ciudad dentro de la Bienal?

Josep Ferrando: Para nosotros el objetivo era básicamente hablar sobre la ciudad, pero no entendiéndola a través de modelos de ciudad, sino de atributos. Actualmente un 52% de la población vive en la ciudad, y hacia el 2050 se calcula que será el 70%. Para nosotros era muy importante hablar sobre los atributos que debería tener la ciudad como lugar de reunión, de convivencia, y sacar provecho de ello.

Creemos que estos siete atributos tienen la capacidad de no ser divergentes entre ellos, sino convergentes. Entre todos podrían complementar una ciudad que diera respuesta a retos de cambio climático, digitalización, cuidado de las personas, acceso a la vivienda, etc.

CL: Estos atributos conforman un marco conceptual a través del cual se desarrollan los temas. En cuanto a invitados, ¿cuál fue el criterio para invitar a los ponentes?

JF: Para empezar, siempre pensamos en una píldora en formato de video que partía de una entrevista previa a un experto para empezar las mesas redondas. En cuanto a los conferenciantes, había un moderador con 4 o 5 panelistas. Intentamos siempre que fueran debates multidisciplinares, no solo compuestos de gente que viene de la arquitectura o el urbanismo, sino también por personas del ámbito de la salud, la sociología, la política o la geografía. No queríamos que fuera una mirada desde el diseño, queríamos una mirada más compleja, más multifacética.

 

Mesa redonda Ciudad Inclusiva”. Imagen: Carlos Lanuza.

 

CL: Algo que pasaba en las mesas redondas es que todos los panelistas parecían estar de acuerdo cuando discutían. Si todos estos investigadores y expertos en el tema con una visión multifacética de los problemas que afectan a la ciudad están de acuerdo en la necesidad de cambio, ¿por qué no lo vemos en la ciudad?

JF: Yo creo que al reunir a gente de campos tan diversos lo que intentaban era complementar los discursos de cada uno, en lugar de contrarrestar, era más bien la idea de sumar.

CL: Sí, pero quizás lo que se echó en falta fue un verdadero debate. Por ejemplo, hablando sobre cambiar los hábitos de movilidad, probablemente todos los panelistas de la mesa redonda que correspondía hubiesen estado de acuerdo en que hay que disminuir el uso del transporte privado, pero nunca escuchamos a otra parte de la sociedad que tuviese ideas opuestas, que también podrían tomarse como válidas.

JF: Si, es verdad que sorprende mucho como puede parecer que hay una visión común de cómo se tienen que hacer las cosas, pero luego en cambio cuesta mucho ejecutarlas. Sí, efectivamente es algo que ocurría en las mesas redondas, cada uno con sus matices al final coincidía en la discusión en general. De esto también se desprenden una serie de cosas, como el hecho de que todos entendían que la ciudad era una solución al problema, porque a veces se pone en duda si la ciudad es obsoleta o no.

CL: Al final hablas con el que quiere aparcar el coche delante de casa, fácil y rápido, y como ellos muchos empresarios que piensan igual y que también mueven la sociedad e influyen en ella. Siempre se hablaba de la ciudad como un lugar de fricción, pero precisamente eso era lo que faltaba en los debates.

JF: Totalmente de acuerdo, es fácil pensar en que si todos estamos de acuerdo en que hay que cambiar las cosas, ¿por qué no cambian? Probablemente porque no están los agentes que hacen que eso cambie. También creo que faltó un último día para poder coser la idea coral de los siete atributos, para generar una fricción sana entre puntos de vista diferentes. Ha de quedar claro también por qué no ocurren esos cambios que los expertos exigen.

CL: Hablando sobre ciudad, ¿crees que hay un problema de comunicación entre la gente que la estudia y toma decisiones y la gente que solamente la vive?

JF: Yo creo que por una parte hay poca comunicación, y por otra se trabaja muy poco de forma solidaria. Quizás es muy estanca: esto es de los arquitectos, lo otro de los abogados. También creo que el mundo de las instituciones cada vez más está dominado por los abogados en el sentido de lo que es legal, dónde nos pueden denunciar, dónde hay problemas. Muchas veces en los concursos municipales quien acaba mandando es el abogado. Y no se trata de hacer cosas ilegales, pero todo está tan reglado, que los mecanismos para hacer cosas sugieren muy poco y atan demasiado. Falta más capacidad de trabajo conjunto, no sólo entre ciudadanos, sino también entre las mismas personas encargadas de marcar las reglas del juego.

 

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