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Columnas

Asomo a la intimidad del baño

Asomo a la intimidad del baño

4 septiembre, 2025
por Carlos Rodríguez

Lo que el agua me dio (1938) - Frida Kahlo

La pelea matutina por el baño no la inventó Alejandro Galindo pero quizá Una familia de tantas (1949) es una de las primeras películas mexicanas en la que se muestra el uso y la importancia del cuarto de baño, habitación de la casa familiar que implica la existencia de la privacidad. Por órdenes del autoritario padre (Fernando Soler), las tres hijas deben usar el baño después del hermano varón y, por razones de moral y decoro, evitar coincidir con él ahí “como si estuvieran haciendo algo malo”. 

La cinta de Galindo es célebre, entre otras cosas, por retratar los hábitos y las aspiraciones de la clase media mexicana de mediados del siglo XX. Cada mañana los Cataño se apuran para bañarse antes de desayunar e irse al trabajo o la escuela. La higiene, propone la película, ya es una práctica asimilada de esta clase social. A diferencia de otras películas de la época, Una familia de tantas se detiene en otras situaciones modernas o innovadoras como la introducción de electrodomésticos en la vida cotidiana y la esperada fiesta de quince años de la hija adolescente.   

Una familia de tantas (1949)

Por el lado técnico, lo que permite la construcción del cuarto de baño en la casa es el establecimiento de instalaciones hídricas. Explica Jordi de Gispert Hernández en La ducha como dispositivo. Mecanismos de control de la higiene, que del siglo XVII al XIX se produce un desarrollo particular de la capacidad sensitiva. Esto se va a reflejar, entre otros aspectos, en las ideas de higiene, importada de la medicina, la intolerancia a los malos olores y al ruido, inventos de la burguesía. 

“Del siglo XVIII al XX —dice el arquitecto barcelonés—, la introducción de valores relativos al consumo del tiempo y de la imagen del confort, conducen al espacio de la ducha hasta el interior de la vivienda. Después se propaga a la vivienda popular con la llegada del consumo masivo de la sociedad capitalista”. El cuarto de baño permite la intimidad de la descarga de los desechos del cuerpo humano, el alivio de los apuros fisiológicos y lavar o limpiar la suciedad del cuerpo. Hay algo más. Esta habitación consiente aislarse brevemente cuando se cohabita en espacios reducidos, por ejemplo departamentos. 

En el primer episodio del filme cómico El cuerpazo del delito (1970), Enrique Rambal interpreta a un hombre que se encierra en el baño para espiar a su vecina (Silvia Pinal más rubia que nunca), que según sus conjeturas y fantasías es una insaciable devoradora de hombres. Esposo y padre de familia numerosa, el baño —espacio exclusivo para el soberano que lo ocupa, “el trono”— es la única habitación en la que puede estar a solas sin ser molestado.  

Hay escenas memorables del cine mexicano filmadas en cuartos de baño. Por ejemplo las secuencias de La reina de la noche (1994) de Arturo Ripstein en las que Patricia Reyes Spíndola, que interpreta a la cantante Lucha Reyes, atiza sus demonios y se emborracha en el cuarto de baño. Las imágenes tienen el dejo de los pensamientos flotantes de Frida Kahlo del cuadro Lo que el agua me dio (1938) en que la artista, que pinta la punta de los dedos de sus pies que salen del agua de la bañera, hace una síntesis de la multiplicidad de ideas y sentimientos inquietos e inquietantes que habitan en ella traducidos en imágenes, por ejemplo, los retratos en miniatura de sus padres o la erupción de un volcán del que emerge el Empire State, elementos que son como islas en su propio mar.    

Perfume de violetas (2001)

A inicios de los años dos mil, Maryse Sistach filmó otra escena de baño que se fijó en la mente de los espectadores. Son las estudiantes de secundaria de Perfume de violetas (2001) que, aprovechando la ausencia de la madre de una de ellas, comparten la tina y un baño de burbujas que se convierte en un juego sensual inocente que bordea el erotismo propio de su despertar sexual. La inclusión de este mobiliario al interior de la habitación acota la diferencia de clase entre las compañeras, hecho que se resume en la sorpresa del personaje de Ximena Ayala al descubrir la tina, mueble que no existe en su casa, y pedir permiso a su amiga para bañarse en ella.

La pasión según Berenice (1976)

El creador que más entró al cuarto de baño a filmar fue Jaime Humberto Hermosillo y con razón. Hermosillo es el cineasta de la intimidad a la que se asomó desde diferentes posturas y ángulos. Para desconcierto del espectador, en El cumpleaños del perro (1974) el director filma a Jorge Martínez de Hoyos preparando la tina para que se bañe Gustavo (Héctor Bonilla); con apenas un par de gestos y elipsis, quienes fueran antes jefe y empleado han comenzado una extraña relación paternal no exenta de deseo y en la que no tienen cabida sus respectivas mujeres. No es propiamente un baño al interior de una vivienda donde Berenice (Martha Navarro) muestra por primera vez, y de nuevo para perplejidad del espectador, rasgos de su vida privada. La enigmática viuda y maestra de La pasión según Berenice (1976) dibuja un falo en la puerta del baño de una lonchería; como sucede con esas inscripciones, es una forma de marcar el lugar, de afirmar que se estuvo ahí, de forma anónima. La escena también es la analogía de una posible masturbación que el director filma a puerta cerrada y cuyo eco es el dibujo.  

El momento cumbre del cuarto de baño en el cine mexicano llega con una de las apuestas más arriesgadas de Hermosillo. Intimidades en un cuarto de baño (1989) es un ejercicio formal temerario, experimento original, en el que la cámara, por otro lado inmóvil, está situada en el lugar del espejo, encima del lavabo. El cuarto de baño es el sitio de la soledad, del desahogo, donde todos los personajes pasan sin ser vistos, excepto por la cámara-espejo que los encuadra, confronta y confiesa, como solo puede ocurrir en un lugar vedado al exterior. 

Intimidades en un cuarto de baño (1989)

No es raro entonces que el baño sea el escenario para sincerarse, el lugar de las emociones desmedidas y desmentidas, de los hábitos inconfesados. También de pleitos entre los protagonistas que, en su estatus de pareja, comparten por momentos la intimidad de la habitación. “¿Por qué te encierras?”, pregunta Roberto (Álvaro Guerrero) a Gabriela (Gabriela Roel). “Todo el mundo cierra la puerta cuando entra al baño, ¿no?”, responde ella.  Ahí, encerrado y sin testigos es donde Roberto se suicida. La disección que hace Hermosillo del cuarto de baño es sincera y también terrorífica al desnudar los sentimientos, frustraciones, alivios y consolaciones que los personajes no pueden mostrar ni siquiera a la pareja. Es una forma de enunciar la profunda e inconfesable soledad del ser humano que, de forma paradójica, tampoco puede vivir en aislamiento, incompleto sin su lado social. 

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