Azcapotzalco: las petroleras y un encuentro con el destino
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¡Felices fiestas!
29 septiembre, 2022
por Carlos Will | twitter: @_tlatelolco | instagram : @carloswill_
Everybody knows that our cities
Were build to be destroyed…
…María Bethania, please send me a letter
I wish to know things are getting better…
Tal como dice este fragmento de una canción de Caetano Veloso, sabemos que nuestras ciudades fueron construidas para ser destruidas después. Pienso que no se refiere, sin embargo, a la total aniquilación o arrasamiento de una ciudad completa, sino más bien a esa interminable puesta en escena de construcción y destrucción que presenciamos a diario, con particular aceleración en la Ciudad de México.
Esta puesta en escena interminable, tuvo sin embargo un comienzo, hace casi 700 años, cuando alguien decidió consolidar un sitio sagrado y fundar así la ciudad que hoy conocemos, ¿Qué pensaría un mexica recién llegado a nuestro año, en una hipotética máquina del tiempo, al enfrentarse con las ruinas del templo mayor de Tenochtitlan o de Tlatelolco? ¿Reconocería algo, o quizá los procesos masivos de construcción y destrucción que tuvieron lugar desde su época y hasta la nuestra, le nublarían cualquier referente del pasado?
No lo sabremos, pero frente a esta imposibilidad hay que reconocer que llevamos ventaja: conocemos lo que en algún momento fue el futuro de esos pueblos gemelos: Sabemos que Tenochtitlan acaparó el poder ideológico y político, y que, en 1473 apenas a unos cuarenta años del arribo de los españoles, emprendió una guerra contra el pueblo de Tlatelolco, que se consumó con la muerte de su gobernante y su posterior conquista. Este suceso es importante porque parece haber dejado una estela imaginaria que continuó hasta tiempos más recientes, y que quizá puede dar luces de el por qué tantas construcciones en Tlatelolco han sido atacadas por los arrasamientos, por la violencia y la muerte.
Mencionaré algunos arrasamientos, comenzando con uno que ocurre precisamente durante el proceso de conquista indígena, en la que la construcción en cuestión, es el centro ceremonial de Tlatelolco, (del que se habla, tuvo un esplendor similar o incluso mayor, al de Tenochtitlan) el gobernante tenochca ordenó expresamente, transformar el centro ceremonial tlatelolca en un muladar, una especie de destrucción simbólica del espacio, que lo despojó de su función.
Después, a la llegada de los españoles, este mismo sitio sirvió de escenario para la última resistencia mexica frente a la conquista europea; al caer los mexicas, comenzó el primer arrasamiento: se desmontó el templo mayor, (construido en siete etapas, como si fueran las capas de una matrioska) hasta su segunda etapa constructiva; esta etapa y otros templos y plataformas circundantes fueron enterrados, seguramente por la dificultad que representaba destruir semejantes obras monumentales.
Posteriormente, con el material resultante de la destrucción, se construyó la Iglesia de Santiago, curiosamente atribuida a Juan de Torquemada, un fraile franciscano autor de numerosas obras escritas y que posteriormente murió en el convento de Tlatelolco.
La iglesia de Santiago sigue en pie, aunque no sin haber pasado por embates: incontables sublevaciones indígenas, saqueos e incluso su transformación en un almacén de explosivos durante la revolución; para entonces Tlatelolco parecía seguir bajo la maldición que le endilgó Axayácatl, pues no era precisamente un muladar, pero si un gran terreno en el que se establecieron los patios de maniobras de ferrocarriles mexicanos.
Llegado el siglo XX se dio inicio en esta zona, la construcción del proyecto de vivienda urbana, quizá más ambicioso que se haya consumado. Aún consciente de la existencia e importancia de los vestigios arqueológicos (que fueron excavados desde 1944 por Antonieta Espejo y Robert Barlow) los primeros proyectos del arquitecto Mario Pani, contemplaban a penas una mínima parte de rescate arqueológico, dejando sepultado debajo de los planes de modernidad, mucho pasado mexica. Esto no ocurrió a totalidad, al final se modificó el plan para rescatar buena parte de los basamentos, (aunque algunos quedaron inevitablemente sepultados) y se creó el sitio arqueológico urbano más grande de México.
Cerca de ahí, existió un edificio de importancia histórica, que tuvo usos muy variados desde su construcción, el Tecpan de Tlatelolco fue el único palacio colonial edificado en esta zona de la ciudad, y sirvió como casa de gobierno indígena, asilo y sede de diversas escuelas hasta la época de Porfirio Diaz. En el año 60, con la construcción de la unidad habitacional, y la ampliación de la avenida Paseo de la Reforma, el palacio del Tecpan quedó fatalmente cercenado en aras de la traza de la nueva avenida, así como de la edificación de un estacionamiento y una torre de veintiún pisos, esta última, conocida irónicamente como torre Tecpan. La ironía aparece de nuevo en esta historia veintiún años después, con el sismo de 1985: la torre sufrió daños y fue demolida, un arrasamiento tras otro. A pocos metros de ahí, se derrumbaron dos de los tres cuerpos que formaban en el edificio Nuevo León, donde se calcula que murieron más de mil personas.
Tlatelolco, como se puede ver a todas luces, es un sitio donde estas puestas en escena de construcción-destrucción, no solo han ocurrido, sino que han sido espectaculares a lo largo de su historia, sin embargo, aquí, los restos de esos arrasamientos, no han sido borrados por completo, se resisten a desparecer, formando capas que dan fe de lo bello y terrible de su pasado.
Hoy vivo en Tlatelolco, y me gustaría que igual que en la canción de Caetano, alguien me envíe una carta del futuro, para saber que las cosas irán mejor…
Carlos Will, Septiembre 2022.
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Hace poco me encontré con une amigue artista que vive, desde hace un año, en el departamento que fuera de [...]