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Entrevistas

Arquitectura: orden y lugar. Conversación con Ted’A arquitectes

Arquitectura: orden y lugar. Conversación con Ted’A arquitectes

24 abril, 2018
por Carlos Lanuza | Twitter: carlos_lanuza_

 

 

“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento”
–Konstantino Kavafis

 

Jaume Mayol (Mallorca, 1976) e Irene Pérez (Barcelona, 1976) son los fundadores de Ted’A arquitectes. Ambos se conocieron estudiando arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallès (ETSAV) y luego se trasladaron a Mallorca, desde donde ejercen la profesión.

 

Carlos Lanuza: ¿Cómo funciona Ted’A arquitectes?

Jaume Mayol: Siempre buscamos un cierto equilibrio entre el conocimiento, la inocencia y la frescura de una mirada ajena a prejuicios. Somos dos socios –Irene y yo–, dos arquitectos que llevan años con nosotros, y ahora, dos estudiantes más.

Seis personas en el despacho para mi ya son demasiadas, estamos en el límite de poder controlar todo lo que pasa. Ahora no tenemos muchos proyectos, pero cada uno nos exige mucho. Cada vez estamos más obsesionados con ser coherentes con lo que hacemos, el trabajo cada vez te exige más y no tenemos más remedio que seguirlo. Esta cuestión de acercarte con la lupa tiene cierto peligro, a veces parece genial llegar tanto al detalle, pero luego te preguntas qué haces ahí, definiendo el árido del mortero de la junta del pavimento, pero es que todo debe tener un motivo. Cuando cambias de escala el trabajo se multiplica, creo que ha sido esto lo que nos ha obsesionado, enamorarnos de esta manera de proceder, que nos ha obligado a llegar a tanto detalle.

Lo de entrar al detalle del árido empezó con el espacio expositivo de baldosas hidráulicas. Cuando colaboramos con ellos hicimos un gran descubrimiento, trabajamos con baldosas y descubrimos que no es sólo un pavimento de baldosas, sino que es un pavimento de baldosas con una junta. Al hablar con el propietario de la empresa surgió la posibilidad de hacer un ladrillo como nosotros queríamos, con un encofrado y materiales especiales. Propusimos hacer una alfombra romana de ladrillos. Con las pruebas que habíamos hecho nos dimos cuenta que cuando aparejas ladrillos la junta es de 1 cm -es una junta muy gruesa-, con lo cual teníamos que poner un árido más grande a fin de que no hubiese fisuras entre ellos.

Como teníamos el ladrillo gris, decidimos que la junta debía tener su importancia, por lo que hicimos el mortero blanco para que contrastara con la otra pieza. En cambio el árido que estaba dentro de ese cemento también iba a ser gris, que es la grava más barata que puedes encontrar en Mallorca, esta junta aparece como una stracciatella. Todo esto nace de un problema constructivo, de una necesidad que te va exigiendo el ladrillo.

Espacio expositivo Can Huguet. Campos, Mallorca. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

CL: ¿Cómo es trabajar desde Mallorca? Si ya resulta complicado conseguir encargos en Barcelona, desde Mallorca puede suponer algo aún más difícil.

JM: Al ser de un pueblo todo el mundo sabe quien soy, el boca-oreja funciona muy bien, sobre todo si lo haces mal. Empezamos trabajando en la casa de un compañero y funcionó muy bien, y eso llevó a otra, a partir de ahí hicimos tres o cuatro casas más. El primer encargo que no viene de amigos lo tuvimos de unos clientes -casa Jaime e Isabelle- que llamaron un día porque habían visto nuestros proyectos. Ahora tenemos otro tipo de cliente, es gente de fuera de Mallorca que tiene casa de verano ahí y llega periódicamente a la isla.

En cuanto a los concursos, me los tomaba como si fuera un escritor que hace crucigramas, siempre aprendes algo: una palabra, un esquema, algo que luego puedes usar, ejercitas hasta que un día encuentras una referencia, un espacio, lo que sea, que te hace ganar. Hicimos algunos concursos sabiendo que no los ganaríamos, porque no cumplíamos con la normativa, o con el programa, pero creíamos que era coherente entregarlo así, lo hacíamos conscientemente para aprender algo nuevo.

Centro de carreteras y locales anexos. Genthod, Suiza. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

CL: ¿Cómo surge la conexión con Suiza?

JM: En el invierno de 2012 dedicamos mucho tiempo a entender cómo funcionaban los concursos en otros países. En algunos parecía haber un sistema que era más o menos comprensible. Al final nos quedamos con Inglaterra, Bélgica y Suiza, y el de esta última nos pareció que era más regular.

Durante ese mismo invierno llegaron bastantes currículos al despacho, un par estudiantes de Mallorca que vivían en Barcelona, Tomeu y Miquel, insistieron en trabajar con nosotros. Ese verano decidimos incorporarlos y participar en dos concursos. Formamos dos equipos y nos presentamos a los concursos que se entregaban en septiembre, nos corregíamos mutuamente. Uno era para una escuela y otro era una residencia para gente necesitada. Los entregamos al mismo tiempo, y con uno de ellos ganamos un quinto premio.

Con el resultado vimos que aquello era bastante transparente. Para ese concurso presentamos una propuesta que ahora entendemos que no era para Suiza. Hicimos una escuela mediterránea, salía de un concepto de casas antiguas que estaban cerca, las organizamos alrededor de un patio, por tanto mucha fachada y consecuentemente poco “suizo”; pero sacamos un quinto premio, de ocho premiados. Todo empezó así, y con el cuarto concurso en el que participamos tocamos diana, es la escuela de Orsonnens.

Escuela en Orsonnens. Orsonnens, Suiza. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

En esta escuela se intuye un sistema detrás de la arquitectura, pero este sistema está como dislocado. Trabajamos muy bien la estructura y el orden, pero a la vez la arquitectura no se corresponde del todo con ella.

Dejé de impartir clases en el Instituto de Empresa (IE) en Madrid cuando ganamos el primer concurso en Suiza en 2013. Estando en Madrid participamos en dos concursos, el primero era para el museo de esculturas de Leganés con una propuesta con la que estaba muy satisfecho, pero que ganó Luis Martínez Santamaría haciendo exactamente lo contrario que hicimos nosotros. El concurso consistía en hacer un museo de esculturas al aire libre, había un edificio existente con un terreno gigante delante. Propusimos pabellones que podían crecer o decrecer, cubríamos las esculturas manteniendo un paseo al aire libre, pasando de un pabellón a otro, como habitaciones al aire libre. Luis Martínez Santamaría, en lugar de ponerse delante, se puso detrás del edificio existente, agazapado, escondido. Al final no se construyó.

Concurso para la ampliación del Museo de Esculturas de Leganés. Leganés, España. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

Primera regla: establecer un orden (que nos saltamos si hace falta).

Uno de los temas que nos interesa es tener un orden. Yo no sé proyectar sin regla, necesito cogerme a algo que yo no me haya inventado, que salga del lugar. Las reglas sirven para construir más fácilmente, “a quien modula Dios lo ayuda”. En la escuela de Orsonnens hay un módulo que se repite incansablemente, luego hay otro módulo mayor, una estructura secundaria y una principal. Cuando necesitas saltarte la regla, te la saltas, cuando necesitas caricaturizarlo, lo haces con ese pilar central. Tú tienes tus reglas y sabes cuándo puedes o debes hacer las excepciones.

Crematorio en Thun, Suiza. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

Segundo regla: el proyecto debe surgir del lugar.

Entendemos que el arquitecto no puede dar la misma respuesta o tener la misma fórmula para dos sitios diferentes. El lugar es lo que define el proyecto, el proyecto nace del lugar donde se asienta. Nosotros tenemos la necesidad de hacer las cosas cómo se han venido haciendo en cada sitio, leerlas y llevarlas un poco más allá. Nos sentimos, y creemos que somos, sin otra posibilidad, parte de la tradición. Somos un pequeño granito dentro de esta historia, y a partir de este pequeño granito podemos seguir adelante. Esto forma parte de la etimología de tradición, tradere, que significa llevar las cosas más allá. Por ejemplo, el patio no es sólo una geometría, no es sólo un vacío, el patio es una maquina térmica, un sitio que controla las ventilaciones cruzadas, que hace de chimenea, pone en relación, por tanto ¿cómo podemos decir que no a eso? Está claro que no siempre puedes usar el patio pero ves como se han hecho las cosas antes y aprendes.

Can Jordi i n’Africa. Montuïri, Mallorca. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

El hecho de seguir haciendo lo mismo en los sitios en los que trabajas es lo que da identidad a los lugares, pero hay que trabajarlo siempre dando un paso más. Esto se puede traducir de muchas maneras, puedes usar un mismo material o tipología, deformarlo, desplazarlo. Hay mil cosas con las que puedes jugar, hacértelo tuyo.

En los apartamentos de Can Picafort hemos colocado un ladrillo de termoarcilla, pero no era por capricho, sino porque la termoarcilla te permite trabajar de dos maneras: como muro de carga y como aislante térmico. Ahí lo hemos girado de tal manera que no coincide con la lógica de su colocación, los hemos girado colocando los agujeros mirando al interior de la habitación, para demostrar que aquello no es un muro estructural, ni tampoco un muro térmico. Como no tiene esa necesidad, la niego completamente, ¿que de eso me resulta una cosa bonita, o fea? Genial, pero sale de la negación de esa condición constructiva.

Cómo transformar una necesidad en arquitectura sin nunca decir que no al decorum. El decorum entendido en el concepto semperiano.

Apartamentos Can Picafort. Can Picafort, Mallorca. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

CL: Tengo un poco de conflicto por la manera cómo los arquitectos piensan en los interiores. Me llama la atención esta falta, quizá de sensibilidad, de aristas para trabajar con el interior.

JM: Hubo un tiempo en el que en nuestro portafolio poníamos dos frases, una era relacionada con el tema de la tradición, y la otra venía a decir que la arquitectura se vive siempre desde dentro. Aunque tú estés fuera en la calle, estás dentro de la ciudad, las fachadas son los interiores de la calle, o de la plaza. Siempre estamos en un interior, tenga techo o no. De las chaquetas me interesa más si tiene fieltro por dentro, que si tiene tachuelas por fuera, cómo se siente uno dentro. Siempre intentamos explicar esta doble condición del exterior e interior, me parece que son complementarias, dialogantes, es el mismo ente pero del revés, el interior se tiene que proyectar igual que el exterior.

No comprendo la palabra interiorismo, porque este “interiorismo” lo puedo sacar, o meter, puedo proyectar una fachada como un interior. No sé dónde está el límite, al final estamos trabajando para personas, y esas personas tienen más o menos la misma estatura, hacen más o menos las mismas actividades. El fin máximo de la arquitectura es servir como bandeja para la vida. Y cuando esta arquitectura puede pasar a un segundo plano, y va difuminándose, es lo mejor que le puede pasar. Se ha dicho que la arquitectura que desaparece es esa que tenemos que celebrar.

Escuela en Llubí. Llubí, Mallorca. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

Defiendo aquella arquitectura que puedes dibujar con una servilleta y rotulador grande, con un esquema, una cosa básica, que nace de una idea. Luego vas tirando de esa idea, y con esa idea puedes definir hasta la junta entre dos ladrillos, aquí viene la coherencia. Nosotros dependemos del proyecto mismo, intentamos seguir lo que nos dice el proyecto, preguntamos constantemente al proyecto cómo seguir, cómo poner un ladrillo junto a otro, todo esto te lo responde el proyecto mismo, no es fácil, pero hay que hacerlo. Luego entran otras complejidades de precios, normativa, cliente, etc. pero hay que partir de la coherencia, de este sistema.

Una cosa con la que estoy obsesionado últimamente, y ahora la digo porque no la he conseguido hacer en ningún sitio, es introducir una excepción voluntariamente. Por ejemplo: tengo una regla, que todo los pilares sean rojos, pero si pongo uno amarillo, es para que te fijes que todos los pilares son rojos, te das más cuenta que los demás son rojos. Si tienes una fachada ciega, porque te quieres cerrar, metes un pequeño ventanuco, este ventanuco la hace más opaca que si no estuviese. Esta excepción refuerza la regla. Me gustaría que la gente se preguntara por qué pasa eso, esto que ves que chirría pasa por algo, has descubierto la regla.

Otra de las preocupaciones que solemos tener es la del tiempo.

Una máxima aspiración de la arquitectura es llegar a convertirse en una ruina preciosa, tomada por la vegetación, que no sea volátil, que sea perenne. Para eso debe incorporar la patina del tiempo, y esta condición la tiene, desde el Partenón, hasta cualquier construcción hecha en marés para guardar una barquita al lado del mar. No tienen esta condición occidental de lo liso, estirado, perfectamente nuevo. Me encanta la idea de un premio que aborde aquella arquitectura que después de 10 años se ha mantenido o ha mejorado, que no hable sobre lo último, que hable de una década.

La patina del tiempo es relieve, espacio donde se posa el tiempo, que acentúa más el carácter escultórico de la pieza, su porosidad, algo que ves en las obras de Scarpa o Utzon. Hay que incorporar estos elementos para que el tiempo los tome. Envejecer con dignidad, saber conducir el agua para dignificar la arquitectura. Porque la arquitectura no empieza cuando inicia la obra, empieza cuando el último obrero se va y comienza la vida.

Apartamentos Can Picafort. Can Picafort, Mallorca. Imagen: Ted’A arquitectes.

 

“Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas”
–Konstantino Kavafis

 

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