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¡Felices fiestas!
3 septiembre, 2013
por Arquine
En un reciente texto publicado en Arquine, Hugo Flores se cuestionaba cuál debía ser el papel de la arquitectura y de nosotros respecto de la violencia. Sin hallar una respuesta concreta, su artículo abría la necesidad de plantearse preguntas. ¿Cómo operar en unas condiciones que, no ya como arquitectos sino como personas, nos desbordan?
En este sentido y, aprovechando su presencia en el marco del XI Sitac: Estar los unos con los otros, entrevistamos al arquitecto libanés Tony Chakar, cuyo trabajo debe evitar ser visto en el sentido más tradicional de la disciplina arquitectónica, sin caer en una visión de la simple edificación que tanto se aprende en las escuelas, para ser entendido como un elemento que implica relaciones humanas, con el espacio y la memoria, produciéndolas o las negándolas. Su “arquitectura” no dista mucho de la noción del lenguaje. Ambas, lenguaje y arquitectura nos permiten relacionarnos con el mundo y con los otros.
El trabajo de Chakar tras la guerra será no tanto reconstruir el entorno material, como haría cualquier arquitecto, sino recuperar la posibilidad de verbalizar la catástrofe y el horror sufrido durante la misma. Una reconstrucción más de la palabra que del entorno material, pero sin la que nunca sería posible empezar a pensar lo segundo. Así el trabajo de Chakar, más allá de presentar una aparente vertiente teórica, no renuncia a la práctica: no construyendo ni reconstruyendo espacios desde sino a partir de la misma resignificación de los lugares, donde las palabras ayudan a darle una nueva percepción al espacio que nos rodea.
Mariana Barrón + Pedro Hernández: En tu trabajo expresas que la catástrofe es muy dolorosa porque no permite que esa realidad sea verbalizada ni representada. ¿Cómo poder enfrentarse a ella entonces?
Tony Chakar: En el Líbano, en Beirut en particular, dejé toda mi vida y he vivido allí durante la Guerra Civil, de 1975 a 1990. Y esta guerra fue muy intensa, también en lo personal. Una vez acabada no nos enfrentamos a ella realmente, y me refiero a la sociedad en su conjunto. Nadie hablaba de ello. Después de 2006 me di cuenta que una gran cantidad de personas conservaba las imágenes, incluso las reacciones, que habíamos estado viviendo en tiempos de guerra. Como ahorrar agua y electricidad, aunque no era necesario en el año 2006. La gente todavía evitaba ciertos tipos de coche, porque, por alguna razón, durante la guerra los coches-bomba eran normalmente Mercedes. Mucha gente evitaba caminar junto a esos vehículos o a través de los estacionamientos porque eran lugar muy peligrosos durante la guerra.
Tras 15 años, la gente siguen teniendo esas reacciones inmediatas, imágenes mentales de la guerra que regresaban. Así que quise hacer un trabajo que hablara sobre la guerra, pero al mismo tiempo era una catástrofe y no creo que se pueda transmitir esa idea mediante números. Si nos fijamos en el Líbano, 300.000 personas murieron durante la guerra: casi el 10% de la población de todo el país. Por no contar los lesionados o lisiados. Un millón se vieron obligados a abandonar sus hogares, otro más abandonó el país por completo. La proporción era enorme, todo el mundo se ve afectado de una manera u otra por la guerra.
MB+PH: Justamente en tu trabajo te refieres a esa imposibilidad de contar la tragedia a través de números ¿Cuál sería entonces el lenguaje que debiéramos usar?
TC: Un problema es que si comienzas a contar historias violentas como “oh, sí, durante la guerra vi a un chico explotar”; u otras pequeñas historias dramáticas como esa, puede que acabe siendo trivial, ya sabes, se banaliza. Ese tipo de historias no dicen nada realmente acerca de la guerra. Así que ¿cómo se puede hablar de algo que está tan profundamente dentro de cada uno y que transforma todos? Así, por ejemplo, en el proyecto del “El Octavo Día” hago uso de la metáfora. Los astrofísicos establecen que en cada galaxia hay un agujero negro. Cuando leí eso, pensé: “bueno, ¿cómo saben si hay un agujero negro ya que por definición no puede verlo?”. Al parecer no pueden ver el agujero negro en sí, pero se puede ver cómo el agujero negro afecta el movimiento de todos los objetos a su alrededor: las estrellas, los planetas, incluso las galaxias. Todo se ve afectado por él a pesar de que no se puede ver.
Pensé que esto es una metáfora maravillosa: la guerra es el agujero negro. Y lo que he hecho ha sido crear constelaciones alrededor de ella, mediante el uso de objetos. Y estos objetos están por una u otra manera relacionados con ella, pero no de una manera directa. Así, recogí canciones, anuncios, fotografías, fragmentos de películas o música pop. He recogido todas estas cosas y hablo de ellas y puedo sentir cómo se han visto afectadas. Sin hablar del agujero negro. Hay que pensar que una cosa que es destruida por la guerra es el lenguaje. Entonces, si el lenguaje fue destruido, ¿cómo se puede usar el lenguaje para hablar de algo? Así que eso es como lo hice todos estos objetos.
MB+PH: ¿Pero cómo se llegaría a esos objetos? ¿Cuál sería el criterio de selección?
TC: La mayoría son sólo las cosas que encuentro. Por ejemplo, había un grafiti en Beirut que decía: “detrás de esta pared, en 1988, no pasó nada”. Es un muy simple, y pensé: “bueno, si nada ha pasado aquí, ¿por qué un grafiti?” pero yo sé lo que pasó entonces. En 1988 pasó una parte terrible y violenta de la guerra civil. Incluso dentro de una familia, los hermanos se mataban entre ellos. Especialmente en la región donde estaba el grafiti hubo batallas salvajes, porque se encontraba en la cima de la colina, que era un lugar estratégico. El autor lo que hizo fue hablar de lo que pasó sin decirlo. También me gusta que es una reflexión anti-Wigtenstein y su famosa frase: “de lo que no se puede hablar, es mejor callarse”. Si no puedes hablar debes permanecer en silencio. Debemos rescatar las cosas antes de que desaparezcan para siempre. Este grafiti se ha borrado ahora, la pared se ha pintado. Así que ya sabes, si yo no hubiera hablado de ello, podría desaparecer y nadie lo sabría.
MB+PH: En este sentido alguno de tus trabajos aludes a la noción del “pasado como imagen”, ¿podrías explicar y desarrollar un poco más ese concepto?
TC: En realidad, el concepto es de Walter Benjamin. Lo que entiendo es que cuando el pasado vuelve, viene en la forma de una imagen. Y cuando digo “una imagen” no me refiero necesariamente a una fotografía. Una imagen puede ser cualquier cosa. Algo que parpadea y luego desaparece . El presente está siendo destruido todo el tiempo; es una imagen volátil que desaparece en un segundo a menos que lo agarres, lo arrebates y consigas guardarlo. Esto es un acto de redención. Es un acto mesiánico donde guardamos una imagen antes que desaparezca para siempre.
MB+PH: No podemos perder de vista todas estas ideas con los recientes eventos como las revueltas alrededor del mundo, y el papel de las redes sociales; en tu intervención en el SITAC hablabas de las posibilidades de Facebook para relacionarnos con los conflictos.
TC: Hace dos años mucha gente estaba hablando de la Primavera Árabe. No me gusta ese término porque sitúa el evento en un espacio muy concreto. Además, al mismo tiempo, se podían ver movimientos como estos en muchas partes del mundo: Grecia, Sao Paulo, Estambul, Bulgaria, Siria. El mundo ha explotado. Mucha gente dice que lo que pasó en Brasil es diferente, pero no lo es, para mí esta todo conectado.
Cuando se empieza a hablar de las manifestaciones, toda esta información me llega a partir de las redes sociales. Mi posición es de observador a distancia, es más, observador en completa soledad. Veo esta pantalla llena de cosas, fotos increíbles que resultan ser a veces escenas muy poéticas y bellas de gente realizando diversas acciones en plena manifestación, inmersas en éstos contextos fuertes. Pero con Facebook las imágenes tienen una vida muy corta, porque todo el tiempo hay nuevas imágenes que mostrar. Volviendo sobre esa idea de redención, me interesa mucho lo que ellas tienen que decir. Poniendo esas imágenes juntas y hablando de ellas. Cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de guardar una imagen y traerla de la “muerte”.
MB+PH: Tal y como lo planteas muchos pueden llegar a pensar que este trabajo esta más cerca de otras disciplinas como el arte o la narrativa que de la arquitectura. ¿Consideras que tu labor está dentro de la los límites de la disciplina arquitectónica?
TC: Depende como definas la arquitectura, porque pienso que ahora mucha de la gente entiende la arquitectura —y no estoy hablando sólo de arquitectos sino todos— como el edificio en sí mismo, es sólo el objeto. El objeto es arquitectura. Pero eso no siempre ha sido así, más bien durante el Renacimiento, después de eso, los arquitectos se supone que deben ser mucho más que constructores o diseñadores de objetos o piezas que insertas en una porción de tierra. Ellos eran mucho más. Pienso ahora en el siglo XVII, en el periodo barroco, existía alguien como Guarino Guarini, que era arquitecto, filósofo, trabajaba el lenguaje, las matemáticas, la geometría, el álgebra. Y todas estas cosas puedes encontrarlas en arquitectura. Pero ahora todo es sólo un diseño estático. No quiero ser critico pero era diferente. Si piensas la arquitectura como esto, como yo digo, es pura arquitectura y estaríamos haciendo arquitectura. Pero si piensas que la arquitectura son objetos, entonces no.
MB+PH: En tal caso ¿cómo referirse a la arquitectura? ¿qué abarcaría?
TC: Podemos hablar de espacio, ¿cómo percibes el espacio? ¿Cómo entiendes el espacio? La diferencia entre pensar la arquitectura como un objeto y lo que yo digo — que en 2006 Beirut llegó a estar patas arriba— fue debido a que la gente tenía miedo: se escondían por las bombas de implosión, que hacían que el edificio colapsara hacia dentro y la gente estaba asustada en los refugios pero —y parece gracioso— mucha gente dormía y se ocultaba en las cubiertas del edificio. Si lo piensas no es racional.
MB+PH: Éstas condiciones a las que te refieres establecerían nuevas definiciones de espacio.
TC: Puede que no nuevas pero sí muy particulares o especificas. Algo había pasado. Durante el tiempo de los ataques israelíes, la percepción del espacio llego a ser completamente diferente. Por eso Beirut fue una ciudad puesta del revés. Si tu querías ir a ver a algún amigo durante la guerra tenías que calcular por donde ibas, porque debías conocer las partes que no eran seguras. En tu cabeza siempre estabas calculando como moverte; la ciudad era una suma infinita de cálculos. Y estas nociones de las que estamos hablando generan espacio. No es algo abstracto, para mí esta fuertemente relacionado con arquitectura.
MB+PH: El número 65 de la Revista Arquine está enfocado al tema del espacio de aprendizaje. Referido a lo más académico, ¿cómo se enseña entonces esta noción de arquitectura? ¿Cómo se supera la distancia entre disciplinas y se encuentra un diálogo entre ellas?
TC: Si piensas que la arquitectura es sólo un edificio sus posibilidades son muy limitadas. No podemos pensar que una pintura sobre un edificio es un diálogo entre el arte y la arquitectura. Es mucho más que eso. Muchas veces les digo a mis estudiantes que existe una gran conexión entre la arquitectura y otras disciplinas. Y ellos se sorprenden mucho porque dicen “¿cómo?, eso no es posible”. Y les digo que miren la arquitectura antigua, que consideraba el cuerpo, la anatomía o cómo Leonardo Da Vinci estudiaba el cuerpo. Por tanto existe una gran conexión entre todas estas cosas.
Ahora bien, la noción de diálogo es importante pero los arquitectos deben entender que no son el héroe de la película: arquitectura no es la solución porque ellos piensen que la arquitectura puede resolver los problemas urbanos. Jugamos un papel pequeño. Ni eres Dios ni eres Marlon Brando. Creo que es por la manera como aprenden arquitectura: no sé porque eso pasa pero no me gusta. Nos pone en una posición mayor de lo que debería, como si fueras superior. Se piensa que la arquitectura es más importante porque es concreta y construyes cosas, porque la gente puede vivir en la arquitectura.
MB+PH: Eso que dices parece querer eliminar esa idea del ego y se vincula de algún modo con el tema de Estar los unos con los otros que propone el SITAC, como queriendo recuperar esta idea de comunidad.
TC: La sentencia “pienso, luego existo” establece que “yo” soy una entidad pensante y no hay nada fuera, sólo yo, no hay otro. Pero cuando te piensas a ti mismo como una conversación es diferente. Y el diálogo es muy importante, porque lo que te hace no es sólo el pensamiento racional, sino también los otros a tu alrededor. Ellos te dan forma. Esto para mi es tremendamente importante y es por lo que yo hablé del amor en el SITAC. Porque con el amor tienes que romper contigo mismo. Y esta ruptura te hace ir con otros y eso es lo que crea el espacio. Porque es lo que te permite sentir las distancias, con los objetos y el tiempo.
por Mariana Barrón | @marianne_petite y Pedro Hernández | @laperiferia